Semana 26.Domingo.
David se bajó del taxi mágico y se quedó asombrado al ver la nueva valla electrificada que rodeaba todo el perímetro de la escuela. Pero no era lo único que había cambiado, ya que en dónde antes estaba la puerta para entrar al colegio, ahora había una especie de caseta gris.
Así que tras marcharse el coche, David cogió la jaula de Kinnei y su maleta, y se dirigió hacia allí.
La puerta parecía estar abierta, por lo que se evitó de hacer malabarismos con su equipaje. Pero en cuanto entró, se vio obligado a detenerse al ver a dos guardias uniformados justo detrás de un mostrador.
– ¿Curso que estudias? – Le preguntó uno de los dos hombres sin si quiera levantar los ojos de la mesa.
– Eh... Primero – respondió él.
– ¿Cuál es tú tutor? – Volvió a preguntar.
– Adam.
– ¿Y tú nombre es?
– David – sentenció él.
– Muy bien – el hombre se movió de sitio para abrir una cajonera y sacar algo –. Esta es tu tarjeta – le ofreció una especie de tarjeta electrónica que David no dudó en cogerla –. Tú habitación es la misma que antes. Así que por favor, en cuanto salga de aquí, gire a la derecha y entre por la puerta lateral – pausó –. ¡Ah! Y deje su maleta aquí. En cuanto la inspeccionemos, la enviaremos a tu cuarto. Gracias.
– ¿Vale? – David dejó su maleta en dónde estaba y se dirigió a la puerta de salida. Dándose cuenta de que no había ningún pomo.
– Tienes que pasar tu tarjeta por el lector que hay a la izquierda – le comentó el hombre.
David observó, que efectivamente, había una especie de lector de tarjetas que estaba pegado al marco de la puerta. Así que llevó la suya hacia allí y la dejó en esa posición durante un par de segundos hasta que la puerta se empezó a abrir sola.
Nada más acabarse de abrir. David salió de la caseta y se adentró al patio con muchas ganas. Haciendo que la puerta se cerrase tras él y llegando a pensar en que estaba en algún tipo de cárcel.
David masculló al llegar a esa conclusión. Pero sus pensamientos cambiaron al instante al ver que no había nadie en el patio.
– ¡¿Pero qué?! – Se sorprendió él –. ¿En dónde está metida la gente?
Y entonces se acordó de Nicole. ¿Estaría ya en el cuarto? No lo sabía, pero tardaría algo de tiempo en averiguarlo. Ya que en vez de irse hacia allí, se acercaría a los despachos para hablar con el director. Así que empezó a andar en línea recta.
En cuanto entró al edificio por la entrada principal, vio que era más de lo mismo. No había nadie. Pero de lo que si se percató, fue que el pasillo de la derecha estaba cerrado con una puerta en la que justo encima había un cartel que decía lo siguiente: Despachos.
Kinnei aulló levemente en cuanto lo vio.
– Lo sé. Lo sé. Eso no estaba antes – David se dio cuenta de que había un lector de tarjetas al lado de la puerta. Por lo que sacó la suya y la miró fijamente –. ¿Funcionará?
Kinnei volvió a aullar.
– Ya, ya. Vamos a probarlo – dijo él acercándose a la puerta y pasando a continuación su tarjeta. Haciendo que la puerta se abriese al instante –. ¡Bingo! – Soltó –. Imagino que los privilegios de ser delegado se mantienen...
El pasillo seguía estando como antes. Eso sí, con las puertas actualizadas al nuevo sistema. Aunque había un pequeño cambio, y es que, aquellos lectores tenían una luz led que o estaba encendida de color rojo o de color verde.
Kinnei aulló otra vez.
– Ya voy, ya voy – contestó David adentrándose en el pasillo.
Mientras caminaba se dio cuenta de que habían puesto unas placas en las puertas con el nombre de quien pertenecía a cada despacho. Por lo que le sería fácil encontrar la del director.
Pero no llevaba ni un tercio recorrido del pasillo, cuando de repente, alguien abrió una puerta un poco más adelante. Haciendo que Kinnei se pusiese muy nervioso.
– ¡Mierda! – Soltó él.
David miró a los lados y vio que el despacho de Adam estaba justo detrás de él y que el lector estaba en color verde. Así que se acercó hacia allí rápidamente y pasó su tarjeta dos veces. Logrando que la puerta se abriera y haciendo que David se metiese corriendo en el despacho.
– ¿David?
David se pegó un buen susto y se giró al instante hacia el despacho.
– ¿Adam? – Soltó él al verle.
– ¿Se puede saber que haces aquí? – Le preguntó su tutor –. Es muy peligroso... Además, ¿cómo has conseguido entrar aquí?
– Sigo manteniendo los privilegios de delegado – le enseñó su tarjeta –. ¿Y por qué iba a ser peligroso? – Quiso saber.
– Porque hay gente del ministerio aquí para comprobar que todo vaya bien durante el primer día – le explicó Adam.
– ¿Y se supone que eso es peligroso?
– Sí – asintió él –. Porque han estado estos días haciendo todo lo posible para que la escuela vuelva a la normalidad. Y lo último que necesitan es encontrarte aquí dentro el primer día. ¿Así qué por qué no te vuelves a tu habitación junto a tú mascota? – Propuso.
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Editado: 12.05.2021