CAPÍTULO 1
NOCHE DE COPAS
—Creí que esto nunca pasaría. ¿Tan difícil es que nos podamos reunir en estos días? —le pregunté a Camila, Laura, y Stephanie cuando al fin estuvimos todas juntas en la mesa del Celebrity’s Club, el antro de moda del momento.
Puse mi trago sobre la mesa luego de un largo sorbo y repartí la mirada entre ellas. Todas pusieron cara de tontas.
—Amiga, que no es tan fácil esto de reunirnos. Mi marido me consume y no quiere quedarse a cuidar la niña —protestó Laura brincando como resorte a responder.
—Al menos la tuya tiene un padre que, aunque sea a regañadientes, se la queda para que puedas salir. El padre de mi pequeño no asoma ni la nariz —rezongó Camila justo después.
—Yo no tengo hijos pero igual mi madre me cuestiona cada salida. Ya es hora de pensar en independizarme, sus interrogatorios me exasperan —respondió Stephanie, con su respuesta ya conocida por todas.
Tras mi silencio, todas dirigen sus miradas a mí.
— ¿Y tú qué tal? Tampoco nunca puedes y no tienes hijos, ni marido, ni madre detective… ¿A ti que te imposibilita?
Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. ¿Tengo que explicarles otra vez que soy libre como el viento y nada ni nadie me pueden sujetar? No. Ellas lo saben. Si no las veo con más frecuencia es porque seguramente ando en algún enredo amoroso.
El estruendo de la música hacía que tuviéramos que casi gritar para poder escucharnos. Pero no nos importaba. Hacía mucho tiempo que queríamos (¡necesitábamos!) esta salida como en los viejos tiempos. Al fin lo logramos.
—No tengo los problemas de ustedes pero también estoy ocupada —respondí —En primeras porque todavía no he conseguido un empleo y estoy enfocada en eso. Incluso estoy considerando volver a la universidad a hacer un posgrado si no encuentro un empleo pronto. En segundo lugar…. —me detuve en medio de la oración y puse cara de picardía y misterio.
Se quedaron esperando, ansiosas.
— ¡Habla, Nikki! Por amor al cielo, no nos dejes en ascuas…—casi exigió Camila mientras las otras dos gesticulaban en señal de que me apurara a develar la segunda razón por la que se me hacía difícil que pudiéramos reunirnos para una noche de copas.
— ¡Vamos…no te hagas la misteriosa y termina de hablar! —Stephanie suele tener esos arranques de poca tolerancia a los rodeos.
—Seguro se trata de una nueva conquista…eso siempre te distrae y te aleja. Claro…solo hasta que te aburres del chico de turno y vuelves a recordar que tienes amigas —los chantajes emocionales de Laura nunca faltan. Los echaré de menos si algún día no tiene alguno.
—Bueno, chicas, cálmense que no es eso —les aclaré —Al menos no todavía —rematé y ellas pusieron la clásica cara de ¡No nos engañas!
Quise terminar el misterio pero entonces se creó uno nuevo.
—Quiero conquistar a Mr. Nash…—solté por lo bajo, como si estuviera revelando un secreto de estado o hubiera descubierto un universo paralelo.
Las caras que pusieron valían un millón.
— ¿Te refieres a Eliot Nashville? ¿El aburrido profesor de estadística? —cuestionó Camila con toda la expresión de duda que pudo acumular en su gesto.
—Corrección: El aburrido pero guapísimo profesor de estadística —la corregí asintiendo sonriente y luego me apuré otro sorbo de mi trago.
—Misión imposible, amiga…ese camino ya lo han recorrido muchas sin ningún éxito —remarcó una de ellas, no sé cuál porque suelo hacer oídos sordos a quien ponga en duda mi capacidad de seducción.
Me sonreí.
— ¿Es que todavía no me conocen? —Inquirí con cara de ofendida —Donde yo pongo el ojo, pongo la bala. A estas alturas deberían saberlo.
Ellas se miraron entre sí. Sé lo que estaban pensando pero esperé a que lo admitieran.
—Bueno…tu récord de conquistas es envidiable pero apuntar a Eliot Nashville es quizás demasiado pretencioso…nadie lo ha logrado hasta ahora y he conocido a varias que lo han intentado —el pesimismo de Laura nunca la abandonaba.
Ese era el momento de aclararles quien era yo.
—Te recuerdo que cuando Richard Mason era inconquistable, logré ponerlo a mis pies…—refrescarles la memoria sobre ese galán siempre surtía efecto.
Volvieron a asentir. No tenían otro remedio que aceptarlo. Donde otras resbalaron, yo me sostuve. Claro hasta que me cansé de él y fui yo quien lo eché a patadas.
—Es cierto. Tenemos que reconocerlo. El pobre te lloró y te rogó por meses…pero, vamos…es del inalcanzable Eliot Nashville de quien estamos hablando ahora. La historia es distinta —Stephanie se unió al club de pesimismo.
Volví a reírme
— ¿Quieren retarme o se limitaran a ver como repito la historia?
Volvieron a mirarse entre sí y de manera tácita parecieron llegar a un acuerdo.
— ¡Te retamos! —Dijeron a coro —Te damos un semestre universitario para lograrlo.
¿Cómo es que mis amigas pueden llegar a este tipo de acuerdo tan rápido y sin consultarlo? No lo sé. Pero las cartas ya estaban sobre la mesa.
Tenía un solo semestre universitario para enamorar a Mr. Nash.
Aquella noche de copas me encantó. Es que hay algo en ese tipo de salidas que es mejor que ir a terapia o al psicólogo. Serán las risas, o los tragos o ligar a todos los hombres guapos que cruzan la puerta. No lo sé.
Aquella noche, no obstante, se puso todavía mejor.
Como si lo hubiera invocado, allí se apareció el hombre que me estaba quitando el sueño, el motivo de mi pasión, el objetivo donde estoy enfilando mi cañón. Estábamos hablando de él cuando de repente ¡Zas! ¡Lo vimos llegar! Después dicen que hay sueños imposibles. Yo pienso que hasta el poder de la mente se activa cuando se desea algo con la suficiente fuerza.
Entró con ese aire seductor sin intención que me enloquece. Llevaba el cabello peinado hacia atrás, un pantalón oscuro, camisa en tonos azules y zapatos lustrosos. Impecable como siempre. Más que eso, es difícil lograr verlo alejado de sus trajes y corbatas habituales. Esta versión de él en si misma, ya es un regalo a mis ojos.