CAPÍTULO 2
RAZON 1: RETO
A falta de una mejor palabra diré que Mr. Nash lucía arrebatador. Me encantó encontrármelo en el Celebrity’s Club aunque fuera con la desabrida de Veronique, quien no sé con qué artimaña logró engatusarlo. Es tan delgada que debe usar talla de maniquí. Yo, en cambio, tengo las carnes abundantes y firmes, redondeadas en todos los sitios correctos. Sitios donde Mr. Nash podría sujetarse y sentir lo que es una mujer de verdad. Él todavía no lo sabe. Tendré que enseñarle y lo haré con gusto.
Mis amigas me instaron a poner manos a la obra a mi plan de conquista desde ese mismo momento.
¿Empezar desde ya? —Pregunté — La verdad es que no estaba en mis planes
Les recordé que el semestre de clases no había comenzado pero me hicieron ver que estaba en tiempo extra y que eso era ventaja a mi favor. No mentían.
Lo miré a la distancia y lo imaginé entre mis brazos, ardiendo de pasión y susurrándome lisuras al oído. Imaginarlo diciéndome groserías mientras me hacía suya era una fantasía que esperaba pronto cumplir. Pensarlo me servía de afrodisiaco.
Tenía que armar un plan rápido así que aproveché que la insípida de Veronique se dirigió al cuarto de damas y lo dejó solo junto a la barra, donde sujetaba un trago. Se nota que ella no sabe lo que tiene. Si Mr. Nash fuera mío, no lo dejaría solo ni un instante. Así me explotara por las ganas de hacer pis. En el peor de los casos, lo arrastro conmigo. Exagero, lo sé.
—Stephanie, entra al cuarto de damas y hazle conversación a Veronique. Necesito que la entretengas el mayor tiempo posible —le ordené y la pobre puso cara de circunstancia.
— ¿Yo? —Preguntó sorprendida — ¿Por qué yo? —abrió los ojos tan grandes que parecían iban a devorarme.
—Porque te pasas quejándote de la falta de emociones en tu vida por culpa de que todavía vives con tu madre. Esta es tu oportunidad de hacer algo diferente y divertido —le dije mientras la apuraba a que fuera.
—Pero… ¿Qué le digo? No la conozco…
—Dile cualquier cosa…pregúntale donde compró el vestido…o que perfume usa que huele tan rico…o donde se hizo ese corte de cabello que le queda tan bien…lo que sea…vamos, no rezongues y ya vete que el tiempo es oro…
Casi tuve que obligarla pero al fin se fue.
Mientras tanto, yo me ajusté el escote y me dirigí al bar. Me paré a ordenar muy cerca de él, lo suficiente como para que me escuchara.
— ¡Quiero un orgasmo, por favor! —le pedí al bartender, quien de inmediato gesticuló en señal de que me había escuchado.
Al bartender no tenía que aclararle que un orgasmo es un trago compuesto por licor de café, licor irlandés y licor italiano, servido con leche en un vaso de whiskey y con una cereza rebosando por encima.
Pero quizás al hombre que deseaba conquistar le parecería otra cosa. Con el rabillo del ojo, le eché un vistazo a Mr. Nash. No me miró. Más bien bajó la mirada a su propio trago pero le noté un rictus en la boca que supongo es su versión de una sonrisa. También me pareció que un ardiente rubor le ascendió desde el cuello hasta la raíz del cabello.
Tenerlo tan cerca solo acrecentó mi deseo por él. ¡Olía tan rico! Su piel invitaba al tacto y me hubiera arrodillado allí mismo a darle placer si me lo hubiera pedido. Claro, eso solo estuvo en mi pensamiento. Él se limitó a pasear indiferente su mirada entre el trago, la pared que tenía enfrente y el pasillo que dirigía al cuarto de damas. Lo noté algo nervioso. Una pequeña victoria.
Esperé con paciencia a que me sirvieran el trago mientras Mr. Nash parecía ansioso por la tardanza de Veronique. Me acomodé de manera que tuviera que advertir mi presencia y aproveché para mirarlo más de cerca. Respirar su mismo aire me transportaba al paraíso. Un paraíso donde ambos mordíamos la manzana con el mismo gusto. La sensación que me provocaba su cercanía era indescriptible. El corazón me martilleaba dentro del pecho.
—Apúrate, amigo…necesito ese orgasmo pronto…—le dije al bartender.
Otra vez noto que Mr. Nash se ruboriza. ¡Es tan fascinante ver a un hombre ruborizarse! Se mordió el labio inferior y volvió a colocar la vista en la puerta del cuarto de damas. Noté como tamborileaba inquieto sus dedos sobre la barra.
Stephanie debió haber hecho bien su trabajo porque retuvo a Veronique lo suficiente para que yo pudiera entablar una conversación con Mr. Nash. Lo hubiera intentado sino fuera porque he decidido que lo voy a conquistar con calma y sin agobios. A estas alturas no dudaba que Stephanie le hubiera celebrado a Veronique no solo el vestido, sino también el perfume, el peinado y quien sabe qué otra cosa. Todo ese tiempo lo utilicé para hacerme notar sin parecer demasiado ansiosa, sin imponerme. Solo estaba a su lado, solo pedí un bebida, solo creo que logré ponerlo nervioso y ruborizarse. Nada mal para un primer encuentro.
Cuando me entregaron el trago, lo tomé en mi mano y le di el primer sorbo allí mismo. Gemí de placer al tragar y pasé mi lengua por el poco de crema de leche que se me quedó en los labios. Luego jugueteé con la cereza en la boca. Sé que ante su apariencia de fría indiferencia, estaba muy pendiente a lo que yo hacía. Lo pude sentir con total certeza.
Cuando vi a Veronique salir del cuarto de damas, supe que era el momento de alejarme. De regreso a la mesa mis pasos eran sensuales y contoneaba mi redondeado trasero al caminar No me consta pero creo que también le echó un vistazo aunque fuera fugaz.
Regresé a la mesa con mis amigas y Stephanie llegó poco después. Todas estaban deseosas de que les contara como me había ido.
—Hablamos mucho —respondí.
— ¿En serio? —Cuestionó Camila — Por qué te observamos desde acá y no parecieron cruzarse ni una palabra…
Me reí victoriosa.
—Hablamos de otra manera, querida —contesté —en el lenguaje que se puede decir mucho sin que se emita una sola palabra.