10 Razones Para Amar A Mr. Nash

CAPÍTULO 4: EL ANUNCIO

CAPÍTULO 4

EL ANUNCIO

Mr. Nash tiene 35 años, así que siendo once años mayor que yo, me sorprende que me hable con tanta formalidad. Pero lo ha hecho. Me ha llamado “usted.” Por lo cual debo concluir que o se dirige a todos de esa forma o estoy metida en problemas. Sospecho lo segundo.

Giré sobre mis talones con el corazón en la garganta. Lo miré y le sonreí para aplacar mi ansiedad pero mis ojos se toparon con su mirada gélida. Lo que vi no eran los ojos grises que tanto idolatro. Eran dos luminarias extrañas y fulminantes que me traspasaban.

—Dígame, profesor…—solté cuando al fin me salió la voz.

No respondió nada. Su expresión inquisidora me estremecía de pies a cabeza. Temiendo que no me hubiera escuchado bien, ya me preparaba a repetirlo cuando de pronto espetó:

— ¿Por qué está tomando este curso? —cuestionó en un tono seco.

Tragué hondo.

—Por…que….lo…necesito…tomar…—tartamudeé y me sentí estúpida por hacerlo.

— ¿Está segura? —Cuestionó y antes de que yo pudiera abrir la boca, volvió a inquirir — ¿No tiene otra intención? Lo digo porque usted (¡Otra vez “usted!”) ya tomó este curso. De hecho, se graduó de Economía y Finanzas…—soltó con la seguridad que le daba haber cotejado mi hoja de vida universitaria.

Yo no había atinado a responder nada cuando se puso de pie y caminó hacia mí. Éste no era el tipo de acercamiento que tenía en mente cuando decidí conquistarlo. Sentí por un instante que las piernas me fallaban. Fue tanto mi nerviosismo que hasta temí hacer el papelón de desmayarme frente a él y me pareció que justo eso era lo que iba a suceder.

Me acomodé el cabello en una acción involuntaria y de algún modo recuperé la compostura. Mr. Nash no iba a intimidarme. Este toro lo tomaría por los cuernos.

Caminó rodeándome lentamente en un semicírculo. Cada paso que daba me parecía que iba dejando fuego tras sus pisadas. Se removió sus anteojos y se plantó luego frente a mí colocando su rostro tan cerca del mío que pude sentir su aliento.

—Si lo que está queriendo es un orgasmo, aquí no lo va a encontrar —soltó a quemarropa dejándome estupefacta.

¡Así que me reconoció! El corazón volvió a acelerárseme.

—No quiero juegos en mi clase ¿comprende? —su tono era severo y su expresión todavía mas. Ahora estaba tan cerca que apenas nos separaban unos pocos centímetros.

No respondí de inmediato. Me tomó unos segundos construir una salida airosa.

—Yo no juego, profesor…—le devolví el golpe.

No estuve segura de si me había escuchado porque se retiró y dirigió sus pasos de regreso al escritorio donde volvió a sentarse.

—Ni yo tampoco…—respondió contundente y me quedé fría.

Quería decirle algo más. Adelantarme con un comentario certero, algo que lo hiciera titubear, que lo hiciera doblegar, que le hiciera repensar lo que acababa de decirme. ¿Es que no quería jugar conmigo? ¡Yo estaba loca por jugar con él! Juegos de adultos, juegos prohibidos.

No se me ocurrió nada.

Me miró otra vez con toda frialdad del mundo y me dio una orden.

—Retírese, por favor.

Entonces siguió trabajando en su computadora portátil como si nada. Imperturbable y sin el más mínimo asomo de emoción alguna.

Salí deprisa de allí pensando:

“¿Qué diablos acaba de pasar?”

***

—Así que la conquista va en picada…te lo advertimos, Nikki…ese es un hueso duro de roer —dijo Laura con su acostumbrado pesimismo.

Nos habíamos citado en un pequeño restaurante no muy lejos de la universidad. El lugar era frecuentado por jóvenes estudiantes y estaba siempre avivado con su energía. Era uno de mis lugares favoritos porque allí fue donde vi a Mr. Nash por primera vez y donde quedé prendada de él.

—Para empezar, te diré que ya he tenido avances…no todo va mal…—intenté el optimismo con mis palabras.

—A ver… ¿Cuál avance? —inquirió ella.

—Bueno…como que logré que me reconociera del Celebrity’s Club…eso quiere decir que aquella noche llamé su atención, que me reconoció porque no me olvidó —le expliqué mientras escudriñaba su reacción.

—Ok, punto a tu favor…

—También que estuvo pensando en mí…—añadí.

— ¿Pensando en ti?... ¿Eso como lo sabes?

—Porque eso de esperar hasta encontrar el momento de hablarme a solas es claramente algo planeado. No fue una charla fortuita, no le salió de repente hablarme, sino que esperó el justo momento en que estuviéramos solos ¿te das cuenta?

—Hummm…

Laura no parecía tan convencida pero igual asintió con la cabeza en señal de aprobación.

—Y finalmente, no le soy indiferente. Lo sé, lo intuyo. Incluso se tomó la molestia de revisar mi hoja de vida universitaria. ¿Por qué haría algo así si al fin de cuentas no le debe importar las razones por las que tomo el curso? Su labor es impartir clases a los grupos asignados y punto. ¿No te parece?

—Puede ser…pero de todas formas por lo que me has contado parece que desaprueba tu presencia en lugar de agradarle…

—Ay, amiga… ¿Es que nunca has escuchado que del amor al odio hay solo un paso?

Laura soltó una carcajada ante mi comentario. Nos quedamos un largo rato conversando de otros temas hasta que llegó el momento de despedirnos. Insistí en pagar la cuenta y abrí la mochila para buscar dinero cuando de pronto me encuentro con un anuncio impreso del que no tenía idea como había llegado hasta allí. Lo tomé en mi mano y lo miré con curiosidad.

— ¿Qué es eso? —preguntó Laura.

—No lo sé, lo acabo de encontrar entre mis cosas…

—A ver…—Laura estiró el cuello para leer.

Resultó ser un anuncio de una fiesta de máscaras en el Celebrity’s Club.

—No sabía de esa fiesta… ¿Piensas ir? —me preguntó.

—Yo tampoco sabía, pero hay algo que me intriga todavía más…—miré a Laura, perpleja.




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