CAPÍTULO 5
RAZÓN 2: ENIGMA
— ¿Qué te has creído, Nikki? Este baile de máscaras que te has sacado de la manga me ha costado bastante hacerlo posible —Se quejó Camila —Por suerte, no tuve problemas consiguiendo que mi madre se quede con el niño. Lo adora tanto que nunca se niega. Pero vaya que conseguir el ajuar a última hora ha sido difícil.
—Ay, por favor…ya no rezongues y disfruta. De hecho, te ves divina —hice una pausa para admirarla de arriba abajo y luego añadí: —Si no fuera porque estás hablándome no podría adivinar que eres tú detrás de esa máscara y de todo ese vestuario. ¡Te ves estupenda!
Camila sonrió al escucharme. Con ella siempre funcionan los elogios para calmarla y subirle el ánimo. Aunque no le mentía. Los vestuarios que utilizamos fueron un lujo. Todo exquisito al estilo de las antiguas mascaradas de Venecia.
Algunos se decidieron por solo llevar antifaz pero nosotras elegimos llevar el atuendo completo. Un espectáculo fascinante de ropas, maquillaje, plumas, y excentricidad. Todo tan elaborado que era casi imposible adivinar quien estaba debajo de todo aquello.
La fiesta estaba animaba y se me escapaban los ojos mirando por todas partes buscando a Mr. Nash. Tenía la corazonada de que asistiría pero no estaba convencida de poder distinguirlo entre el gentío. Con tantos atuendos elaborados, máscaras y antifaces sería una suerte hallarlo.
—A ti será fácil reconocerte, Nikki —comentó Stephanie observándome tras su vestuario repleto de plumas de colores —con esa figura, nunca pasas desapercibida.
Me reí animada. Tenía razón y me enorgullecía de ello. Era imposible que quien me conociera, no adivinara que aquellas curvas me pertenecían. Mis senos firmes y mi trasero redondo y apretado eran inconfundibles. Ventajas de no ser igual a las demás.
—Me conformo con que me encuentre el que deseo…—le respondí traviesa.
El ambiente en el Celebrity’s Club era festivo. La mezcla de gente con sus extravagantes vestuarios y máscaras hacía el panorama vistoso y avivado. Los más recatados optaron por solo llevar antifaz, pero eran pocos. La inmensa mayoría optó por el vestuario completo y me entretuve un buen rato observándolo todo. Un manjar a la vista.
Pero dentro de mí, tenía una inquietud. Ansiaba descubrir a Mr. Nash entre el bullicio. ¿Cómo descubrir detrás de cual de aquellos disfraces se encontraba? Porque de lo único que estaba convencida era de que él estaba allí, ocultándose tras una máscara, quizás intentando adivinarme como yo a él.
Las chicas me animaron a disfrutar la fiesta y aceptar cualquier acercamiento de invitación a bailar o a un trago con un desconocido.
—No te preocupes, Nikki. Si tu galán no aparece… —soltó Stephanie como si estuviera adivinando mi pensamiento.
— ¡Disfruta el equivocado en lo que llega el indicado! —terminó el consejo Camila.
—No olvides que si viene seguro será agarrado de la mano con la Veronique…—añadió Laura.
—Además, tampoco es que valga tanto la pena. O sea, es solo un capricho tuyo, un empeño en cumplir un reto tonto. ¿Para qué quieres conquistar a un hombre que ni siquiera tiene espíritu de aventura y es más frio que un témpano de hielo? —cuestionó Stephanie.
Suspiré resignada. No podía negar que tenían algo de razón. Decidí entonces que al menos por aquella noche, disfrutaría la fiesta y me olvidaría de él.
Luego de un rato de charlas y risas, mi garganta clamaba un trago por lo que me apuré a ordenar uno.
— ¿Podría abrirme una cuenta? Aquí tiene mi tarjeta —le indiqué a la chica que atendía las mesas.
—No se preocupe, señorita…no tiene que pagar nada. Un caballero se ha encargado de cubrir lo que usted ordene —me explicó para mi sorpresa.
Di un respingo.
— ¿Un caballero? —Pregunté intrigada — ¿Quién ha sido?
—El señor me ha pedido la mayor discreción a cambio de una buena propina. Como comprenderá, le garanticé que mi boca será una tumba —respondió.
Tomó mi orden y prometió regresar pronto con la bebida. Yo me quedé inquieta con la interrogante. Allí no reconocía a nadie aparte de mis amigas. A duras penas podía distinguir entre damas y caballeros, mucho menos adivinar quién sería el misterioso benefactor. La tenue luz del lugar tampoco hacia fácil la tarea. ¿Quién será? ¿Quién ofreció cubrir mis gastos de la noche? ¿Me estará observando desde algún rincón sin que yo me percate?
Yo quería pensar que se trataba de mi amado profesor. Pero me resultaba una gran imposibilidad. Cada vez que lo recuerdo me descorazona, me aniquila. Me frustra saber que no logro penetrar en los pasadizos oscuros de su corazón. Me martillan las sienes de solo pensarlo, de desearlo tanto y no tenerlo.
Sacudí el pensamiento y apuré un sorbo del trago que no tardó en llegar. La música invitaba al baile y me puse de pie para estirar las piernas que se me iban solas al salón de baile. Otra vez recorrí con la vista el lugar hasta que me di por vencida. No distinguía a nadie y con seguridad nadie tampoco me distinguiría.
— ¿Qué haces, Nikki? Ya ven, siéntate acá con nosotras —me gritó Laura al verme de pie escudriñando cada figura que se atravesaba.
—Estoy cansada de estar sentada. Además, quiero que me vea quien sea que está pagando mis tragos —riposté.
Caminé unos pasos y me alejé de la mesa que compartíamos. Me quedé un rato observándolo todo, meciendo suavemente mi cuerpo al compás de la música. Cerré los ojos un instante y me dejé llevar por la cadencia.
Entonces, de pronto y de manera inesperada, sentí una mano fuerte ceñirme con firmeza por la cintura.
Sobresaltada di un respingo y me volteé a mirar. Lo que encontré de frente no lo hubiera imaginado ni en mis sueños más alocados.
Mi mirada se topó con una figura alta y varonil, con un atuendo que no lograba ocultar la figura que yo tan bien conocía. Su antifaz lo cubría casi todo pero yo lo sentía revelador. Creo que subestimó mi perspicacia. Quizás imaginó que no lo reconocería. Se le olvidó que hay mujeres como yo que escudriña en exclusiva porque es el único hombre que le interesa conquistar.