CAPÍTULO 8
FOTO
—Pero… ¿Cómo te has atrevido, Nikki? —pregunta Camila con los ojos desorbitados.
Hemos quedado en ir juntas de compras y el tema de Mr. Nash, como siempre, domina la conversación. No sé quién se divierte más con todo esto. Si yo o mis amigas. Como ya es costumbre indagan sobre mis avances. Cuando le conté a Camila que abiertamente le dije a Mr. Nash que lo conquistaría a sangre y fuego, sus ojos brillaron con temor y fascinación al mismo tiempo.
—Estoy decidida a lograrlo y el tiempo avanza, amiga. No hay nada de malo en ponerlo sobre aviso —respondo con total candidez mientras reparo en una falda corta que ha llamado mi atención.
—Pero él ha utilizado la palabra “asedio”…eso puede jugarte en contra…creo que tampoco te conviene que se sienta acechado por ti ¿no crees? —pregunta y luego me dice que devuelva la falda en su lugar, que no me favorece. Yo la obedezco porque no me gustaba tanto y me muevo a otra cosa.
Reviso una blusa verde menta y me la coloco por encima.
— ¿Qué crees de ésta? —le pregunto a Camila por su opinión.
—Está mejor…pero cuéntame… ¿Admitió meter el anuncio en la mochila? —Camila necesita saberlo todo.
— ¡Por supuesto que no! Se hizo como si le hablara en otro idioma. Pero no le creo. Yo pienso que fue él. Y también fue quien pagó mis tragos. Y para completar, el de los besos también fue él…solo que es muy cobarde para admitir que muere por mí —respondo con total seguridad.
— ¿Qué tal esto? —le muestro un sombrero que he colocado sobre mi cabeza. Hago una pose de mujer fatal con ojos entrecerrados y Camila niega con la cabeza aunque sonríe ante mi payasada.
Seguimos recorriendo las tiendas y continuamos hablando de mis progresos con Mr. Nash.
—Solo imagino con el ardor, la desesperación y el ansia con el que me hará suya —suelto sin pizca de vergüenza.
— ¡Estas obsesionada con eso! ¡Lo vas a espantar! —advierte Camila.
—No sabes nada…lo traigo loco y ya verás…ya verás cómo lo voy a lograr. Más pronto de lo que imaginas.
Camila no parece estar tan convencida.
—No sé…es que veo que ustedes dos tienen maneras contrapuestas de ver la vida. Tú eres espontánea y aventurera mientras que él es tan…tan…reservado, tan serio…no estoy segura de que logres conquistarlo.
Bufo ante su falta de confianza a mi misión.
—Te equivocas, querida. El tiempo me dará la razón. Lo tendré a mis pies, ya verás.
Camila insiste en la negativa sacudiendo la cabeza con incredulidad. La ignoro y fijo mi vista en un vestido negro con corte de sirena, de esos que acentúan las curvas de mujeres como yo.
— ¿Qué te parece este vestido? —inquiero a Camila aunque no me importa demasiado su opinión. Ya he imaginado tenerlo puesto para que Mr. Nash me lo quite el día que por fin me haga suya.
— ¡Buena elección! ¡Ese te quedará regio! —responde para mi sorpresa y nos reímos. Al fin hemos logrado ponernos de acuerdo en algo.
***
El siguiente día de clases fue entretenido. Algo poco usual viniendo de una clase de estadística tan divertida como un funeral, una materia que jamás volvería a tomar sino fuera porque la imparte el hombre más guapo del mundo.
Mr. Nash se encuentra concentrado leyendo unos papeles. Está de pie frente a la clase como esperando que todos los alumnos se acomoden en sus lugares antes de comenzar. No levanta la vista a mirarnos concentrado como está, o fingiendo estarlo. Está muy justiciero, esta vez no ha mirado a nadie.
Entro al aula y me ubico en el mismo lugar de siempre. Echo mi usual vistazo a su escritorio y despierta mi interés ver un marco de foto colocado en una esquina. Eso no estaba allí la última vez que tomé la clase y me intriga sobremanera. No puedo ver de qué trata la fotografía por la posición en que se encuentra así que tengo que ingeniármelas para lograr verla.
Actúa en mi favor el hecho de que me ignora y no me mira. Paseo discreta mi mirada alrededor y nadie toma cuenta de mí intención. Están todos envueltos en la clase así que aprovecho el momento en que Mr. Nash se voltea a escribir en la pizarra y estiro la mano con discreción para tomar la foto. Me siento como una niña pequeña que hace una travesura al primer descuido y me enorgullezco de burlar su poca vigilancia.
La sonrisa que tengo en el rostro desaparece en cuanto veo de qué se trata. Es una foto de MI querido Mr. Nash con la Veronique. ¡Qué rabia me da!
Luego del inicial coraje me asalta una duda. ¿Por qué trajo esa foto? ¿Por qué ahora? ¿Pretende disuadirme?
Escondo la foto como mejor puedo detrás de los libros que tengo sobre el pupitre. Busco un marcador negro dentro de mi mochila y trazo una gruesa línea de ruptura entre ellos. Me aseguro de hacerla muy marcada, que no quede duda de la separación. No conforme con eso, garabateo el rostro de Veronique dejándola imposible de reconocer.
Con toda la astucia que amerita la situación, espero el momento ideal y vuelvo a colocar la foto en su lugar. Luego, con cara de inocente, dirijo toda mi atención a la clase. Aquí no ha pasado nada.
Todo sigue su curso normal. Mr. Nash no se ha dirigido a su escritorio ni una sola vez, mucho menos ha reparado en lo que he hecho. En cuanto termina la clase, me levanto de mi lugar para irme. Esta vez no quiero retrasarme ni ver la cara que pondrá cuando vea la foto. Apuro mis pasos a la salida queriendo perderme pronto por el pasillo.
Sin embargo, no sé cómo le ha hecho para darse cuenta tan rápido.
—Señorita Wells…espere un momento —escucho su voz como un trueno detrás de mí.
Hice como que no lo escuchaba pero otro alumno me detiene para indicarme que el profesor me está llamando.
—Disculpa…te ha llamado el profesor…—me indica el compañero de clases.
No puedo ignorarlo ni hacerme la desentendida. Le agradezco y paro en seco cuando ya casi cruzaba la puerta de salida.