10 Razones Para Amar A Mr. Nash

CAPÍTULO 12: REVANCHA

CAPÍTULO 12

REVANCHA

— ¿Van a acompañarme o no? No se hagan de rogar —les planté cara para que dejaran de hablar tanto y me dijeran de una vez si contaba con su apoyo.

— ¿Otra vez, Nikki? Creí que estarías tan enfadada que no aceptarías una segunda cita —protestó Camila.

—Que poco te duró la indignación…—añadió Stephanie.

—Si lo haces por cumplir el reto, olvídalo…no vale la pena. Total, siempre supimos que ese profesor era difícil de pescar…y hay más peces en el mar. —remató Laura.

Yo me negaba a prestarles atención. Había seguido con éxito el consejo de Camila -quien ahora se alineaba con el resto de las chicas - y no iba a retroceder.

El día que regresé a clases luego de darme gran importancia, de negarme con vehemencia, de rehusar, de hacer que me insistiera, y que poco faltó para armar un berrinche, terminé por decirle a Mr. Nash que aceptaba encontrarme con él en la calle Lowell a las 9 pm.

Opté por transar. Ahora necesitaba reactivar nuevamente el plan con las amigas. Esta vez no las necesitaba por si algo salía mal, sino para tenerlas de testigo. En primera instancia se negaron con cualquier excusa que se les ocurría pero terminaron por ceder. No hay mejor motivación que presenciar un buen chisme y mis amigas no son invulnerables a ello. Ante la expectativa de lo que iba a suceder, terminaron por aceptar gustosas. Diría que hasta con morbo.

***

La noche llegó y se sorprendieron de verme completamente distinta a la primera vez.

— ¿Vas a verlo así? —soltó Laura en cuanto me vio, observándome de arriba abajo con desfachatez.

No hubo traje con corte de sirena, ni maquillaje perfecto, ni perfumes seductores. Llegué sin aspavientos, ni siquiera me arreglé el cabello y lo traía todo alborotado como si me acabara de levantar.

—Lo vas a decepcionar…—comentó Stephanie sin poder creerlo.

—Tendrá una decepción, sin duda…—remarqué.

No obstante, Camila aprobaba.

—Quizás es mejor así…sin asomo de artificio para que te vea tan natural como eres y que sepa que no necesitas nada de eso para enloquecerlo…

—Cierto —aprobé el comentario —Me resulta más estimulante.

Tenía una sensación extraña aquella noche. Estaba ansiosa por verlo llegar y al mismo tiempo deseaba que no lo hiciera para cortar de raíz el estúpido juego del gato y el ratón en el que me había envuelto. Es cierto que Mr. Nash era indeciblemente atractivo, que sentía una fuerza magnética que me atraía a él sin remedio. Pero al mismo tiempo, me suscitaba enojo verlo hacerse el difícil cuando yo estaba convencida de que le gustaba. ¿Por qué no se rendía a mis encantos de una vez?

La hora fue acercándose y nos dirigimos a la cita haciendo todo igual a la vez anterior. Para mi sorpresa, Mr. Nash ya se encontraba allí esperándome. Estaba de pie al lado de su camioneta blanca, bajo la tenue luz que despedía uno de los pocos faroles de la calle.

Se veía deslumbrante, más atractivo que nunca. Por primera vez lo vi con ropa informal. Sin chaqueta ni corbata, con calzado ligero, y sin sus anteojos. Comprobé que Mr. Nash luce arrebatador sin importar el atuendo. ¡Es tan tentador que dan ganas de comérselo de un solo bocado!

Me quedé a una distancia prudente, en un lugar estratégico donde podía observarlo sin ser vista. Desde allí lo contemplaba con deleite.

El tiempo fue pasando y lo vi consultar el reloj en varias ocasiones mientras se paseaba con impaciencia de un lado a otro. Por ratos escudriñaba en la oscuridad como intentando divisarme y otras veces entraba a su vehículo y se sentaba a esperar.

Las amigas estaban desesperadas enviándome mensajes y urgiéndome a que me presentara ante él. No entendían mi negativa insistiéndome en que ésta era la oportunidad que yo tanto había esperado. Ya habían visto como logré hacer que Mr. Nash se rindiera y sucumbiera ante mí. Solo era cuestión de consumar la pasión.

“¡Estás a un paso de lograrlo y apenas vas por medio semestre!” decían.

“¡Está desesperado! ¡Preséntate, mujer!” volvían a decir.

Pero yo no iba a transigir. Me causaba mayor placer verlo perder la esperanza de verme llegar. Es cierto que yo también sufría. Contenerme no fue fácil. Me hubiera gustado acercarme y lanzarme sobre él dando rienda a la pasión que me consumía desde la primera vez que lo vi. Deseaba con fervor que me envolviera en sus brazos, que me desgarrara las ropas y me hiciera suya allí mismo dentro de su auto. ¡Oh! ¡Que glorioso hubiera sido!

Pero no.

No iba a ceder.

Transcurrió una hora completa. A las 10 de la noche Mr. Nash terminó dándose por vencido. Noté su frustración y vi como ya sabiéndose plantado se marchó. Yo me quedé observando su camioneta alejarse hasta que se perdió en la distancia.

¿Me arrepentía de lo que había hecho?

No.

Rotundamente no.

De regreso a la casa solo recibí mensajes enojados de las amigas. Me reprochaban haber perdido la oportunidad y no entendían mi conducta la que describieron insensible y cruel. Pero a mí me bastaba aquel sentido de realización que tenía en el pecho. ¿Acaso no saben que la venganza es un plato que se sirve frío?

Me di un duchazo y me quité de encima aquellas ganas locas que tenía por él. Ya tumbada en la cama, me preguntaba: ¿Sería éste el fin de todo? ¿Qué pasará cuando nos veamos en clase? No lo volvería a ver sino hasta la próxima clase, el siguiente lunes.

Aquella noche tardé en dormir, daba vueltas como una desquiciada. Pero no sentí ni una pizca de remordimiento Estábamos a mano. Que sepa Mr. Nash que decepción con decepción se paga.

***

Llegado el lunes no supe que hacer. ¿Enfrentarlo o terminar con todo de una vez? Era más fácil olvidarlo. Al fin de cuentas, bastaba con no presentarme a la clase. No sabía dónde vivía, no tenía su número telefónico ni era asiduo a las redes sociales. Para completar, no me olvidaba que él tenía a la Veronique para consolarse. ¿Y yo? Yo podría moverme a otra cosa, a otro hombre, a otra conquista. O seguir con el tormento.




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