2. Cazadores Legendarios. El Demonio Mayor

1. Un regreso inesperado

Eric, en su casa, utilizó el aparato electrónico que servía para crear un portal entre su casa y la central. No sabía en dónde iba a aparecer, ya que la central se reconstruyó por completo al ser medio destruida en la batalla, así que rezó para no aparecer en ningún lugar controvertido.

Cruzó el portal y apareció en un pasillo amplio y que tenía varias puertas a ambos lados. Cuando pisó la central, una alarma sonó y se empezó a escuchar a través de megafonía la palabra intruso. Eric, aun desconcertado por no saber lo que estaba pasando y sin saber en dónde estaba, avanzó unos pocos metros en busca de algo que pudiera reconocer.

Poco avanzó, no llegó ni si quiera a la esquina cuando aparecieron varios cazadores por ambos lados del pasillo y con espadas entre sus manos.

– ¡Tú! – Gritó uno – ¡Alto!

Eric se giró hacia el otro lado del pasillo y vio que se estaba dirigiendo a él.

– Es urgente, necesito hablar con Sarah o Stephen ahora mismo – dijo Eric con buenas intenciones y tranquilo.

Fue acabar de decir las palabras y un cazador por la espalda le golpeó y le tumbó al suelo, pareciendo la típica escena entre un policía y un ladrón.

– Solo quiero hablar con alguno de ellos, ¡no sabéis con quien estáis hablando! – Gritó Eric enfadado e intentando forcejear.

Tanto se movía Eric, que tuvo que ir otro Cazador para ayudarle a mantenerle a raya.

– ¡Cállate intruso! – Gritó dándole un golpe en la cara.

– Vosotros lo habéis querido – dijo Eric sin más remedio.

Eric estaba creando la conexión con la naturaleza cuando una voz conocible le hizo parar.

– ¿Pero qué pasa aquí? – Se acercó haciéndose paso a través de los cazadores.

– Un intruso señor – dijo uno de ellos.

Eric siguió forcejeando hasta que pudo ver la cara de la voz que había reconocido, Stephen.

– ¡No puede ser! – Se quedó de piedra – ¡Soltarle, soltarle! – Gritó a los cazadores mientras se acercaba a Eric.

– Vaya recibimiento, eh – dijo Eric todavía en el suelo.

Stephen le ayudó a levantarse y nada más ponerlo de pie, ambos se abrazaron durante unos segundos.

– ¿Qué haces aquí? Han pasado…

– Seis meses, lo sé – interrumpió Eric.

– Veo que sigues igual – dijo Stephen echando un vistazo a Eric.

– ¿Y tú qué? ¿Y todo esto? – Se refirió a los cazadores que habían en el pasillo.

– Una larga historia. Por cierto – se dirigió a los cazadores –.A quién habéis golpeado y tratado de malas maneras, es el héroe de la Guerra Ancestral.

Fue decir eso y los cazadores empezaron a murmullar entre ellos.

– ¡Ya basta! – Se enfadó Stephen –.Largaos de aquí, que seguro que tenéis más cosas que hacer.

– Lo siento – dijo el cazador que le había golpeado por la espalda –. Yo no lo sabía.

– Ya te vale – contestó Stephen bordemente.

– Tranquilo Stephen – le hizo una seña y se dirigió al cazador –. No pasa nada, pero la próxima vez no ataquéis sin antes identificar a la persona ¿vale?

El cazador asintió y se fue del pasillo junto con el resto de sus compañeros.

– Sigues igual ¡eh! Tranquilo, fuerte, sabes lo que decir… – Asintió con la cabeza Stephen –.  Serias un buen líder.

Eric no supo que contestar.

– Basta de tonterías, ¿qué haces aquí? ¿Y Katherine? – Preguntó Stephen con curiosidad.

– Por eso he venido Stephen – pausó y le miró a los ojos –. Katherine está en problemas.

La cara de Stephen cambio de alegría a preocupación.

– ¿Está bien? ¿La pasa algo? – Insistió Stephen.

– ¿Dónde está Sarah? Nos juntamos con ella y os cuento todo – dijo Eric con tensión.

– Va a estar gracioso – asintió Stephen –.Vamos, que se en dónde está.

Stephen recorrió junto con Eric aquel laberintico edificio, que estaba lleno de salas y pasillos que parecían no acabarse nunca. A Eric le recordó todo ello la primera vez que pisó la central hace ya un año.

– Esto es un laberinto – dijo Eric sorprendido.

– El consejo decidió que era mejor tirar el edificio y construirlo entero de nuevo, eso sí, con mejoras de todo tipo, desde seguridad hasta mejoras en electrónica – le contó Stephen.

– ¿En seis meses han construido un edificio? ¡Eso es imposible! – Dijo sin creérselo.

– Magia, Eric – le miró Stephen con cara de incrédulo.

– Cierto, seis meses sin magia hace que se te olvide que exista – dijo Eric inventándose una excusa.

Stephen no respondió, estaba atento a no perderse por el edificio. Llevaba en él varios meses, pero todavía le costaba memorizarse todos los pasillos y salas.

Tras seguir andando por aquel infinitito edificio, aparecieron en una sala enorme en la que había mucha gente trabajando y por lo ello mucho alboroto. A la derecha había varias mesas que tenían ordenadores de última generación, que estaban siendo utilizadas por cazadores, o eso pensaba Eric. A la izquierda había una pantalla enorme que cubría casi toda la pared y que estaba emitiendo un programa acerca de la magia avanzada. Por último, en el centro, había una mesa redonda lo suficientemente grande como para hacer reuniones.




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