2. Cazadores Legendarios. El Demonio Mayor

11. Una caja misteriosa

Eric se despertó, miró a su alrededor y se encontró a sus compañeros amordazados y atados en el suelo. Intentó hablar, pero él también tenía un trapo en la boca que le impedía hablar. Echó un vistazo a su alrededor y vio que estaban en una pequeña habitación que no tenía apenas iluminación y que tan solo había un par de estanterías vacías. Miró a sus compañeros uno a uno y vio sus caras de agonía, terror y rabia por no hacer nada. Intentó forzar su atadura para soltarse, pero era imposible, el nudo estaba bien realizado. Intentó hacer otra cosa, pero no pudo ya que la puerta se abrió y entró alguien. Era alto, iba vestido con unos vaqueros y una camiseta negra, calzaba zapatos y llevaba una pistola en la parte trasera del vaquero. Intentó verle la cara, pero con la poca iluminación que había apenas pudo distinguir el color de pelo, que era negro, y la barba bien arreglada que tenía.

– Bueno, ya se ha cumplido el límite de tiempo, ¿algo que decir Eric? – Le preguntó el hombre con una voz grave.

Eric, que no sabía a qué se refería, no dijo absolutamente nada, ni si quiera parpadeó. Estaba perplejo por la escena que estaba viviendo, se estaba preguntando cómo han podido llegar a este punto.

– ¿Nada? Pues tú verás – dijo el hombre sacando la pistola y preparándola.

El hombre apuntó con la pistola a Stephen y le disparó en la cabeza, cayendo sin vida al suelo. Eric, que vio la escena en primer plano, se vio envuelto de rabia y a la vez tristeza al ver caer a un gran amigo suyo.

– ¿Nada? – Dijo el hombre moviéndose un metro a la derecha.

Se preparó de nuevo, apuntó y a los pocos segundos disparó a Sarah, dos veces además, y las dos veces en la cabeza.

– ¡¡¡¡No!!!! – Gritó Eric como pudo mientras veía como Sarah caía al suelo.

 

– ¡No! –  Se despertó Eric gritando y de forma brusca, pegando un salto en el sitio en el que estaba.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que ya no estaba en esa horrible escena, sino que se encontraba en una camilla, tumbado y con vías intravenosas en su brazo izquierdo. En ese momento se dio cuenta de que lo que había vivido antes era tan solo una horrible pesadilla y que ahora mismo se encontraba en la enfermería de la central.

– ¡Eric! – Gritó Katherine preocupada mientras se levantaba del sillón que había al lado de la camilla –. ¿Qué te pasa? – Le preguntó ya de pie y al lado de él.

– Nada – dijo Eric recuperando el aire tras vivir aquel raro sueño –. Solo ha sido una horrible pesadilla.

– ¿Una pesadilla? Si estas hasta sudando – dijo Katherine sorprendida –. ¿Qué leches has visto?

– Una cosa horrible que no pienso contar y que espero no vivirlo nunca – le respondió Eric con la mirada perdida.

– Bueno, da igual, lo importante es que ya estas despierto y estés bien – dijo Katherine con una sonrisa en su boca.

Eric vio aquella sonrisa y no supo cómo interpretarla, ¿era una sonrisa sarcástica? O ¿era una sonrisa de verdad? En ese momento las cosas entre los dos no estaban muy bien y no sabía si esa sonrisa era forzada o si ella se iba recuperando y esa sonrisa era de verdad. De todas formas, todo este debate que se le pasaba por la cabeza de Eric, se lo apartó al recordar que Katherine no estaba ayer con ellos en la central cuando ocurrió el ataque de aquellos raros dinosaurios o bichos.

– ¿Dónde estuviste ayer mientras sufríamos el ataque? – La preguntó Eric con curiosidad.

Se le quitó aquella sonrisa y se puso seria.

– No es de tu incertidumbre – le respondió Katherine algo molesta.

– ¿Qué no es de mi incertidumbre? – Respondió Eric de forma sarcástica –. Si hubieras estado allí podrías habernos sido útil y haber podido parar el ataque mucho más rápido de lo que tardamos. Pero total, a ti te da igual tus compañeros ¿verdad? – Pausó unos segundos en la que la miró fijamente –. Solo quieres matar y matar, da igual las consecuencias que eso lleve con tan de satisfacerte – dijo Eric duramente –. Yo hubiese venido corriendo, ¿pero tú? – Pausó de nuevo –. Seguro que ni hubieras aparecido, solo somos marionetas para ti.

– ¡Basta! – Gritó Katherine enfadada y pegándole un puñetazo en la pierna derecha –. No te inventes esas cosas sin ni si quiera saber lo que me pasa… – Su voz se apagó y pareció sonar triste –. ¿Sabes lo que hice ayer? ¿Eh? Ir al psicólogo – cogió aire Katherine –. Sé que me odias por todo lo que te hice, sé que cuando llegué a la central no era la misma, pero ahora y gracias a la ayuda de Sarah voy al psicólogo una vez por semana para intentar volver a ser la misma que antes. ¿Y sabes qué? – Pausó –. Lo estoy consiguiendo. Lentamente, pero lo hago – le miró a los ojos –. La muerte de Jake hizo que algo cambiase en mí… ¿La culpa? Mía y solamente mía. Lo que hice estuvo mal, guardarme los sentimientos en mi… – Su mirada se perdió en el horizonte –. No fue lo correcto, te lo tenía que haber mostrado y haberte pedido ayuda… Pero me encerré en mi misma y me volví una persona incapaz de soportar – pausó para pensar en las siguientes palabras que iba a decir –. Siento hacerte sufrir, siento haberte complicado las cosas, siento haberte hecho pasar por todo esto, lo siento mucho. No pido que volvamos a ser amigos, pero tan solo quiero que sepas que lo siento.




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