2. Cazadores Legendarios. El Demonio Mayor

12. Bienvenidos al infierno

Los tres aparecieron en un abrir y cerrar de ojos en lo que parecía una cueva, había mucha iluminación, por lo que se podían ver entre ellos y descubrieron también el color rojizo que había en las paredes y el suelo.

– ¿Es qué no puede pasar un día sin que pase algo? – Se quejó Eric llevándose las manos a la cara sin apenas creérselo.

– ¿En dónde estamos? – Preguntó Sarah mirando la cueva, que por suerte era lo suficientemente ancha para que entrasen los tres.

– ¿Hace mucho calor aquí o soy yo? – Dijo Eric empezando a sudar y ha abanicarse con la camiseta.

– Esto parece un asadero – dijo Katherine llevándose la mano para quitarse el sudor que le caía por la frente.

A Eric le llamó la atención el color de las paredes y el suelo, así que con mucha curiosidad por saber que era, puso su mano en la pared más cercana que tenía. Mala idea, la pared estaba ardiendo, así que su mano no estuvo apoyada más de cinco segundos.

– ¡Dios! – Gritó Eric bruscamente, llamando la atención a Katherine y Sarah –. Está ardiendo – dijo Eric soplándose la mano para quitar el breve escozor que sentía.

Katherine, curioseada, puso su mano en la pared que tenía al lado para comprobarlo, y efectivamente estaba ardiendo.

– ¿Estamos en el interior de un volcán? – Dijo Katherine quitando la mano rápidamente de la pared para no quemarse.

– Vamos a comprobarlo – dijo Sarah empezando a caminar por aquella cueva.

Estuvieron caminando por aquellas cuevas un buen rato, parecía que estaban en un laberinto que nunca iba a acabar. Eso y le sumas el brutal calor que hacía, hizo que aquella caminata fuese eterna e infernal para todos. A pesar de tener la moral por los suelos y no tener ninguna gana de seguir caminando, Sarah se fijó en que la estructura de las cuevas era la misma y que siempre hacia el mismo calor. Iba a decir algo cuando echó un vistazo a sus compañeros, Eric, que siempre tenía fuerzas, se le notaba que ya le estaba pasaba factura estos últimos días. Katherine, cansada y un poco enfadada, iba arrastrándose como podía y lo más probable es que sea la que más espíritu tenga del equipo.

– ¿Cómo estáis chicos? – Preguntó Sarah intentando preocuparse por ellos.

– Se me van a salir las piernas a este paso… – Se quejó Eric –. ¿Algún día lograré descansar? Además, ¿por qué siempre tenemos que aparecer en cuevas? Yo creo que cada día que pasa las odio más – dijo Eric mientras se apoyaba en la pared e instantáneamente se quitaba.

– Desde que me habéis traído solo han pasado cosas malas, ¿no podíais haber esperado un mes o así? – Bromeó Katherine de mala manera.

Sarah iba responder en forma de ánimos cuando escuchó a alguien hablar a la lejanía.

– ¿Habéis escuchado eso? – Se giró Sarah rápidamente y salió corriendo hacía aquella voz.

Eric y Katherine se miraron con cara de que no habían escuchado absolutamente nada, ¿estaban sordos? ¿O es que Sarah escuchaba voces? No lo sabían, así que ambos la empezaron a seguirla hasta que la encontraron, estaba casi apoyada a la pared y parecía observar algo. Sarah les escuchó llegar, así que giró su cabeza hacía ellos, gesticulo “silencio” y les hizo un gesto con el brazo para que se apoyasen a la pared.

Sarah se volvió a girar y miró hacia delante, había una abertura de tamaño medio en la que escuchaba a una voz decir lo mismo una y otra vez, “Bienvenidos al infierno”. Tenía que descubrir quién era y averiguar que hacía ahí, así que se movió unos metros hacia delante de forma silenciosa y escondiéndose en la pared para que no la descubriesen. Cuando ya podía ver el interior de la abertura, se paró en seco y echó un vistazo. Al fondo había la típica mesa de trabajo que tenía un ordenador encima y que estaba siendo manipulado por un humano normal que había sentado en una silla.

De repente apareció una persona por otra de las cuevas y se puso delante de la mesa hasta que el hombre puso su atención en él y le dijo, “Bienvenido al infierno, continua por esta cueva hasta llegar a su destino”. Casi al instante apareció otra persona por otra cueva diferente y el hombre le dijo absolutamente lo mismo.

– No me digas que estamos en el sitio que creo que estamos – le susurró Eric al oído de Sarah.

Sarah se apartó y volvió unos metros hacia atrás, lugar dónde se podía mover libremente y así no poder ser descubierto. Eric se dio cuenta de que estaba nerviosa, de que tenía miedo y que no sabía qué hacer, sus movimientos en círculo y su cara de pánico la delataban.

– Tranquila. Sé que estamos en el peor lugar del mundo, pero... Logramos salir – Eric se acercó y la abrazó para tranquilizarla –. Siempre lo hacemos.

– ¿Lo prometes? – Dijo Sarah como si fuese una bomba a punto de explotar.

– Lo prometo… – La abrazó de nuevo –. Somos los mejores, ¿lo recuerdas? Podemos con todo lo que se nos interponga.

Eric rompió el abrazo y empezó a caminar, dejando a Sarah al descubierto, como si a un cangrejo le quitases su concha, pues así se sentía ella, su protector la había dejado ahí para hacer algo que ella no sería capaz de hacer.

– ¿A dónde vas? – Le preguntó Katherine.




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