2. Lesam. El final de todo.

Capitulo 3

Semana 2. Viernes.

David se despertó vagamente y lo primero que hizo fue mirar la hora, cerca de las diez y media, y seguidamente se volvió a meter en la cama.

– ¡¿Las diez y media?! – Gritó él dando un bote en la cama al procesar la hora que era –. Ángela, tenemos que... – Se asomó por la cama y se llevó una sorpresa al ver que no estaba allí –. ¿Pero qué?

Y entonces, David entendió todo, ya que Ángela dejó que descansase, porque se tiró todo el día de ayer ayudando a los profesores a arreglar la granja para que hoy estuviese todo listo.

– ¡Mierda! ¡No puedo quedarme dormido el primer día del entrenamiento! – Refunfuñó –. ¡Mierda, mierda, mierda! – Se levantó de la cama y se dirigió hacia el pasillo para prepararse lo más rápido posible y así marcharse a la granja.

 

Pero nada más ponerse la mochila sobre sus hombros, recordó un detalle muy importante, y es que el portal a la granja solo se abría un par de minutos por la mañana, al medio día y por la noche.

– ¿En serio? – Soltó él al acordarse de eso –. ¿Y ahora cómo voy hasta allí?

Pensó en un taxi mágico, pero era muy caro y no se lo podía permitir. Por lo que no le quedaba otra opción que utilizar el transporte público, así que si tenía algo de suerte, estaría allí en un par de horas.

– Genial... – Refunfuñó David y seguidamente suspiró.

Y al instante, y justo antes de que se marchase, un portal apareció delante de sus narices. Pero no le dio tiempo ni a reaccionar, cuando salió Fedora de ahí dentro.

– ¿Profesora? – Soltó David al pillarle desprevenido.

– Vamos, corre, corre – Fedora le agarró del brazo tiró de él hasta que ambos cruzaron el portal.

Aparecieron en una especie de sala, o cueva más bien, ya que todo era de piedra. Pero lo más impresionante del sitio, era que todas las paredes estaban llenas de letras, dibujos y símbolos que parecían tener vida propia al estar iluminados de un color verde radioactivo. Dando así luz al lugar en el que estaban.

– ¡David! ¡Ven aquí! ¡Vamos! – Le gritó Fedora.

David, que estaba absortó mirando aquel sitio, giró su cabeza hacia la voz. Encontrándose con que Fedora estaba arrodillada junto al cuerpo de la profesora Jennifer.

– ¡Pero qué! – David corrió hacia ellas y se arrodilló junto a Jennifer para echarla un vistazo –. ¿Está bien?

– Calla y dame la mano – le dijo Fedora ofreciéndole su mano derecha.

– ¿Vale? – Susurró David agarrando la mano de su profesora. Entendiendo al instante lo que quería hacer, ya que notó cómo su fuerza se iba de su cuerpo hacia la de ella. Momento en el que Fedora puso su mano libre en el pecho de Jennifer y empezó a pronunciar unas palabras en latín.

Fue un momento tenso, extraño y silencioso, ya que durante los primeros minutos no pasó nada. Pero de repente, el cuerpo de Jennifer convulsionó y volvió a abrir los ojos cómo si no hubiese pasado nada.

– ¡Por dios, Jennifer! – Fedora se soltó de David y ayudó a reclinar a su compañera –. ¡Menos mal que estás bien! – La abrazó –. ¿Qué hubiese dicho mama al enterarse de que estabas muerta, eh?

– ¿Qué? – David se echó para atrás y se levantó de golpe al escuchar eso –. ¿Sois... Hermanas? – Susurró él.

– No exageres, Fedora – fue lo primero que dijo Jennifer –. ¿Y se puede saber que hace él aquí? – Señaló a David.

– ¿Qué qué hace? – Preguntó Fedora –. Te ha salvado la vida, Jennifer. Ha dejado que tomase su fuerza durante unos instantes para poder recuperarte...

– Será mejor que salgamos de aquí – anunció ella–. Todos – recalcó.

Y a continuación, a David no le dio tiempo a decir nada, cuando se teletransportaron a un despacho que él conocía de sobra, estaban en la escuela.

– Siéntate anda, descansa – comentó Fedora mientras intentaba ayudar a su hermana.

– Estoy bien, tranquila – Jennifer se soltó de ella y se mantuvo en pie a la perfección –. ¿Ves?

– ¿Qué leches era el sitio en dónde estábamos hace un segundo? – Quiso saber David.

– La cueva ancestral – soltó Jennifer.

– Es dónde se originó toda la magia – agregó Fedora.

– ¿Y por qué motivo estabais allí? – Preguntó él.

Jennifer y Fedora se miraron fijamente hasta que ambas asintieron.

– Queríamos un obtener un nuevo poder, por llamarlo así – habló Jennifer.

– ¿Qué? – David se quedó incrédulo –. Pero eso es imposible... ¿No se supone que los poderes los obtienes al nacer? ¿Tanto los básicos como tú habilidad especial?

– Sí, eso es correcto – le comentó Fedora –. Pero nosotros hacemos trampa y obtenemos poderes nuevos gracias a esa sala. ¿Cómo crees que podemos usar portales?

– O teletransportarnos – agregó Jennifer.

– ¿Cómo? Yo pensaba que eso lo podía hacer cualquiera – comentó David.

– No – Fedora negó con la cabeza –. Todos los alumnos pasáis por la cueva en tercero para obtener ese poder – pausó –. Después, ya os enseñamos a controlarlo.




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