Semana 8. Viernes.
Aquel día era diferente, ya que tras un mes practicando luz, Baruc les preparó una prueba sencilla. Así que David se levantó pronto esta mañana para salir a calentar. Pero antes de que pudiese salir por la puerta, Nicole la abrió sin si quiera llamar.
– ¡David! ¡David! – Nicole entró corriendo en su habitación.
– ¿Qué ocurre Nicole? – David se sorprendió.
– Es Baruc. Nos ha ordenado a todos que salgamos de la casa – le contó ella.
– Pues qué bien... – Masculló él –. A saber qué es lo que trama... – Suspiró –. Vamos, salgamos afuera…
Nada más salir por la puerta de la casa, David observó que el resto de sus compañeros estaban delante de ellos y con una buena cara de sueño.
– Vamos, por favor. Uniros con el resto – les dijo Baruc nada más salir, ya que el profesor estaba justo al lado de la puerta.
David le miró seriamente y a continuación avanzó hacía sus compañeros junto a Nicole.
– Bueno, ¿quién quiere empezar la prueba? – Preguntó Baruc en cuanto estuvieron en línea.
– ¿Tan pronto? – Se quejó Lara –. Ni si quiera hemos desayunado. No tenemos ni fuerzas...
– ¡Eso! – Agregó Marlon.
– ¡En la guerra no hay descanso! – Se mosqueó Baruc –. Así que menos quejaros y más poneos en marcha.
Pero a pesar de aquellas palabras, nadie se movió de su sitio.
– ¿En serio? – Refunfuñó el profesor –. ¿Me vais a obligar a que lo elija yo?
Y entonces, David dio dos pasos al frente, entendiéndose al instante que él era el primer voluntario.
– Así me gusta – asintió Baruc –. ¿Por qué no te metes en la casa y te explicó de qué va la prueba?
David asintió y tal cómo salió del interior de la casa, volvió a entrar. Con la diferencia de que esta vez le siguió el profesor.
– Muy bien – dijo Baruc en cuanto ya estuvieron dentro y en cuanto ya cerraron la puerta –. ¿Ves la ventana esa? La que la esta atravesándole los rayos de luz – señaló hacia la cocina.
David dirigió su mirada hacía allí y localizó la ventana casi al instante, ya que la veía todos los días y ya sabía su ubicación de sobra.
– Sí – asintió él.
– Pues quiero que quites la luz que está entrando por ella – sentenció Baruc.
– ¿Quitar luz? – Se sorprendió David –. Solo nos ha enseñado a...
– Dar luz. Lo sé – le interrumpió el profesor –. ¿Pero y qué? ¿Es lo mismo, no? – Rió entre dientes.
David no podía quejarse, ya que por mucho que dijese algo, no iba a cambiar la opinión de Baruc. Así que lo único que podía hacer, era pasar la prueba, o al menos intentarlo.
La conexión con ese elemento era la más fácil de todas, ya que la luz estaba por todos los lados. Pero el problema era el manipularlo, ya que las partículas estaban en michos sitios y no sabías cual iba a ser el indicado. Lo que les obligaba a estar concentrados al 200%.
David tenía un truco, y era en fijarse en el objetivo y aislar todo su alrededor. Así que una vez que él creía que ya tenía las partículas escogidas, se centró en la luz y pensó en lo contrario a lo que venían haciendo los últimos días, alejar aquellos rayos de iluminación.
El principio fue bastante confuso, ya que en vez de hacer desaparecer la luz, fue trayendo más y más iluminación. Pero una vez que tomó el control al completo, la situación se revertió y los rayos de luz que atravesaban la ventana, se fueron yendo hasta no quedar ninguno. Quedándose todo en sombra.
– Muy bien, muy bien – le elogió el profesor de repente. Haciendo que David perdiese el control y haciendo que la luz apareciese de nuevo en la ventana –. ¿Ves cómo no era muy difícil?
David no estaba de acuerdo con eso, ya que le costó bastante el poder apañárselas, así que decidió no decir ni una sola palabra.
– Bueno, vayamos a por el siguiente voluntario – anunció el profesor
David asintió con la cabeza y a continuación salió de la granja, llevándose una sorpresa al ver que se encontraba el director hablando con el resto de alumnos.
– ¡Robinson! – A Baruc le pilló también por sorpresa –. ¿A qué se debe esta visita?
– Baruc – el director le saludó con la mirada –. Solo he venido porque quería hablar con David acerca de una cosa.
– ¡Oh, sí! Te lo regalo, que ya ha acabado la prueba – le comentó el profesor.
– David, ¿podemos hablar en privado? En ese granero si te parece bien – el director señaló al viejo y destartalado granero que había en el límite de terreno.
– Sí, por supuesto – asintió David.
– Chicos – el director se dirigió hacia los alumnos –. Que tengáis una muy buena prueba. Adiós – se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el granero. Lo que obligó a David a seguirle de cerca.
– Suerte – les comentó David en cuanto pasó junto a sus compañeros.
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Editado: 30.03.2022