Semana 10. Jueves.
David se levantó pronto, como de costumbre, aunque también lo hicieron sus compañeras de habitación. Así que tras despejarse un poco y quitarse de encima a Kinnei, David se puso en pie y se dirigió hacia la ventana que tenía más cerca. Subió la persiana hasta la mitad y en cuanto entró algo de luz, se dio cuenta de que había una carta encima de la mesa. Así que la cogió y la abrió, resultando ser los horarios para el día de hoy.
– ¿Qué es? – Preguntó Ángela levantándose de la cama y estirándose un poco.
– Las clases que tenemos hoy… – Contestó él –. Aire, metal, luz y sonido – anunció dejando la carta de nuevo en la mesa.
– Ósea que hasta tercera no tengo clase… ¡Bien! – Soltó Ángela.
– Que morro tienen algunas – refunfuñó Nicole con mucha cara de sueño.
– ¿Tienes envidia? – Quiso saber Ángela –. Pues te aguantas – la sacó la lengua.
– ¡Oye! – Se quejó Nicole.
David estaba aun bastante dormido como para aguantar esa conversación a esa hora de la mañana, así que salió al pasillo y se fue directamente al baño compartido para lavarse un poco. Pero antes de que pudiese entrar, se topó con Kate.
– ¡Uy, perdona! – David se echó para atrás y vio al instante quien era –. ¡Ah! Kate. ¿Qué tal tú primera noche? – Preguntó con curiosidad.
– ¡David! – Se sorprendió ella –. Hola… ¿Mi primera noche? – Pausó –. No he dormido nada, estoy muy nerviosa…
– Tranquilízate, ¿quieres? – David la puso una mano en el hombro –. Es tú primer día y por eso te sientes así. ¡Ánimo! Que ya verás como todo irá bien – David la sonrió y se metió de lleno en el baño.
Un rato más tarde…
David decidió bajar el primero al comedor, o eso creía él, ya que cuando bajó la escalera, Luna entraba del exterior por la puerta principal.
– ¡David! – Gritó ella con mucha energía para esas horas de la mañana, así que supuso que venía de correr.
David se acercó a su amiga, y sin decir nada, se entrelazaron los brazos y anduvieron en dirección del comedor.
– Esto… Luna, ayer estuve leyendo todas las normas y todos los cambios – le comunicó él.
– ¿Y bien? ¿Alguna duda? – Se ofreció ella a ayudarle.
– No, pero quizás puede que te interese algo… – Le informó.
– ¿Cómo el qué? – Sintió mucha curiosidad.
– Veras… Como soy quien soy, me han dado el informe de los cambios de seguridad – explicó él –. Y entre todas las modificaciones que ha habido… Hay una que me ha llamado la atención, y es que, por las noches hay un animal domesticado que vigila todo el terreno escolar.
– ¿Cómo? – Luna se paró de golpe justo delante del comedor.
– Lo que oyes – le contó él.
– ¿Y ponía que tipo de animal era? – Se interesó ella.
– Lamentablemente, no – David negó con la cabeza.
– ¡Pues habrá que descubrirlo! – Luna abrió la puerta del comedor y entró decididamente, observando David que Tania ya se encontraba sentada justo en el mismo sitio que ayer –. ¡Vamos! – Le incitó ella a pasar.
David no se lo negó y entró en el comedor para tomarse su primer desayuno de este año escolar.
Minutos más tarde…
– ¿Por qué no se da aire en el patio? – Refunfuñó Nicole subiendo las escaleras –. ¿No sería lo suyo?
– Estoy de acuerdo contigo – afirmó David sin apenas cansarse –. Pero debe de ser que cómo rehabilitaron la tercera planta, pensaron que era buena idea ponerlo ahí… – Explicó.
– ¿Y vamos a dar aire en un sitio cerrado? – Nicole no entendió eso.
– No lo sé, la verdad… Yo ya me espero cualquier cosa…
– Y después tenemos metal, que está en el sótano, ¿en serio? – Refunfuñó ella –. ¿Vamos a estar subiendo y bajando escaleras todo este año? – Masculló.
– Que remedio… – Contestó David llegando por fin a la última planta –. Aunque yo… Puedo usar los portales…
– ¿¡Y lo dices ahora!? – Gritó Nicole nada más subir el último escalón.
– No lo había pensado – se sinceró él –. Aunque si lo piensas, vamos a ganar resistencia de tanto subir y bajar escaleras – giró a la izquierda para adentrarse en el pasillo y poder así buscar el aula.
– ¡Ja, ja! – Soltó Nicole de forma sarcástica –. Ya veremos… – Susurró siguiendo a su amigo –. Oye, ¿y la gente? – Se percató ella mientras andaba.
– O están todos dentro o están todos fuera – llegó David a esa conclusión.
– No hemos visto a nadie ni si quiera en el comedor – Añadió ella.
– Quizás sea por el primer día, ¿no? – Dudó él.
– Puede… – No lo tenía del todo claro ella –. ¿Qué aula buscamos, David?
– Ésta – David giró de golpe a la izquierda y entró en la clase sin llamar a la puerta. Encontrándose con que solo estaba Fedora en su interior.
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Editado: 30.03.2022