Empezaron a andar por una llanura que había al lado de la casa. Pero cuando llevaban cinco minutos, Eric se dio cuenta de que no sabía a dónde se dirigían. Tenía que buscar a sus compañeros, ¿pero en dónde estaban? La única que podía saber algo era Samanta, no quería molestarla, estaba bastante callada y estaba asimilando lo ocurrido, pero al final la tuvo que interrumpir.
– Oye Samanta – dijo Eric –. Tenemos que encontrar a mis compañeros. Les dije rio arriba que se fueran a la población más cercana,¿sabes dónde es?
– ¿Rio arriba? – Pensó Samanta –. Habrán ido al pueblo Dos, es el más cercano.
– ¿Pueblo Dos? –Se extrañó Eric.
– Si. Ahora los pueblos se llaman por números en vez de por nombres – dijo Samanta –. Según me dijo mi mama... Los orcos fueron quienes lo cambiaron.
– Vaya estupidez – Eric se mosqueó levemente –. ¿Y sabes llegar a ese pueblo Samanta?
– Si – asintió la cría –. He ido varias veces con mi madre. Solo tenemos que salir de esta llanura y entraremos en un camino de tierra. Lo seguimos y en teoría llegaremos al pueblo.
– Muy bien. Entonces confiaré en ti y te seguiré hasta los confines del infierno – bromeó Eric.
– ¿Qué dices? – Se empezó a reír Samanta.
En pocos minutos salieron de aquella llanura y se metieron por el caminito de tierra que había dicho Samanta. Eric tenía ganas de llegar allí, ya que la llanura le había destrozado los pies al no ser un terreno llano. En ese momento, Eric pensó en cómo habían podido construir la casa en la que vivían, en un lugar tan peculiar y de difícil acceso. Tenía curiosidad, necesitaba preguntarlo, pero Samanta se adelantó unos metros y empezó a correr de un lado a otro, parecía que se estaba divirtiendo, así que dejo esa pregunta para después.
– No te alejes mucho – advirtió Eric.
Al instante, la cabeza de Eric se llenó de pensamientos por la promesa que había hecho con su madre. <<¿Cuidarla? ¿Yo? ¡Cómo lo voy a hacer! Nunca he tenido un hermano pequeño, así que no tengo ni idea de cómo hacerlo. Lo mejor de todo es dejarla en el pueblo... Pero... No puedo hacerlo. Se lo prometí a su madre, además de que tiene indicios de ser una cazadora... Quizás si la llevo a la central... La directora pueda hacer algo... ¡Mierda! ¡La central la tienen La Orden! ¿Qué leches voy a hacer? No sé, no sé, ya se me ocurrirá algo. Una cosa esta clara, Sarah me va a matar por partida doble... >> los pensamientos de Eric fueron interrumpidos cuando Samanta gritó.
– ¡Pero qué leches! – Gritó Eric al ver que el monstruo que intentaba atacar a Samanta, era una especie de cocodrilo, pero sin cola y con la cabeza redonda –. ¡Samanta! ¡Corre hacía mí! ¡Corre!
Y ambos se pusieron a correr, Eric hacía ella y Samanta perseguida por el cocodrilo hacía Eric. Por cada segundo que pasaba, aquella bestia iba ganando centímetros a Samanta. La iba a pillar, así que tenía que hacer algo para que aquella tragedia no ocurriera. Pero no se le ocurrió nada, tenía que improvisar. Así que cuando quedaban cinco metros para que los dos se reencontrasen a Eric se le ocurrió una locura.
– ¡Tírate al suelo Samanta! ¡Tírate! –Gritó Eric haciendo gestos hacía el suelo.
Cuando Samanta se tiró al suelo, Eric saltó y sobrevoló tanto a la cría como a la bestia. Justo cuando iba por encima de este último, Eric sacó la espada y se lo clavó en el monstruo como si fuera un pincho moruno. Mientras él caía al suelo, mantuvo la vista hacía el cocodrilo por si acaso estaba vivo, pero no era el caso. Nada más comprobarlo, se fue corriendo hacía Samanta para ver si se encontraba bien, solo tenía una leve herida en la mejilla que se había hecho al tirarse al suelo.
– ¿Estás bien? –Preguntó Eric ayudándola a sentarse.
– ¡Ah! – Gritó Samanta y señaló justo detrás de Eric.
Eric se giró rápidamente y vio que otro de aquellos bichos aparecía entre la maleza.
– Quédate aquí, ¿no te muevas vale? –Dijo Eric a Samanta mientras se levantaba y se preparaba para luchar.
Por sorpresa, el cocodrilo decidió atacar, pero no de la manera que se esperaba él. El monstruo sacó una lengua que medía varios metros y que iba dirigido directamente hacia él. Eric intentó cortarla con su espada, pero el monstruo la agarró enrollándola con su lengua y la arrastró hacía los pies de la bestia. Eric tenía que hacer algo, así que por instinto, invocó una bola de fuego y se la lanzó. Lo sorprendente es que funcionase, ya que en este mundo no podía hacer ese tipo de cosas. Pero ya lo había hecho antes, solo se tenía que centrar en la ira que tenía y así poder utilizar sus poderes por unos breves segundos. La bola de fuego le dio de lleno y el cocodrilo se pulverizo.
– ¡Yo quiero hacer eso! – Gritó Samanta fascinada por lo que acababa de ver.
Eric, en cambio, seguía atento y mirando a su alrededor, sabía perfectamente que no habría dos sin tres. Así que esperó unos segundos hasta que hicieron acto de presencia otros dos cocodrilos más. Ambos atacaron rápidamente con sus largas lenguas. Eric, indefenso, las cogió con las manos e intentó chamuscarlas con su poder primigenio, pero no funciono. Lo intentó de nuevo, pero nada. No sabía que es lo que pasaba, pero era incapaz de utilizar su poder.
Los monstruos no se quedaron sin hacer nada y empezaron a arrastrar a Eric lentamente hacía sus bocas. Eric forcejeó con las asquerosas lenguas, pero no consiguió nada. Así que en vez de forcejear, empezó a correr directamente hacía ellos. Los monstruos, que se sorprendieron, soltaron las lenguas, pero ya era demasiado tarde, Eric ya estaba allí. Dio una patada al primer cocodrilo que encontró, haciendo que volase por los aires hasta que se chocase contra un árbol. Inmediatamente, se fue corriendo para coger su espada, que seguía en la misma posición que lo había dejado el monstruo de antes.
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Editado: 12.07.2024