3. Cazadores Legendarios. Las Reliquias del Rey Mistico

11. Al cobertizo

Al día siguiente...

– ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Despertaos! – Gritó Katherine con buena gana –. Ya es hora. ¡Vamos!

– Si son solo las ocho... – Dijo Eric más dormido que despierto.

Anoche, todos se acostaron tarde. Como no había camas suficientes, Katherine ofreció la suya a Eric, pero claro, había un problema, Samanta quería dormir donde estuviera Eric. Así que al final, Samanta durmió en la cama con Katherine y Eric no tuvo más remedio que quedarse con el incómodo sillón que había.

– ¿Por qué tanta prisa? – Dijo Eric levantándose del sillón y haciendo movimientos con el cuello. Le dolía.

– He bajado pronto al bar y he averiguado en dónde se encuentra el cobertizo – habló Katherine muy feliz, parecía que estaba hiperactiva –. Y no solo eso. He encontrado transporte.

– ¿Transporte? – Dijo Eric mientras se estiraba –. ¿En dónde está? ¿En la Antártida?

– Ja, ja – dijo Katherine de forma sarcástica –. Todo el mundo está abajo esperando. ¡Vamos!

– ¿Has despertado a Samanta? – Preguntó Eric dirigiendo su mirada hacia la cama.

– Esta abajo con el resto – Katherine le informó –. Tú eres el único que queda. ¡Vamos!

– ¿Pero qué os pasa hoy a todos? – Eric refunfuñó –. ¿Que habéis desayunado?

Pocos minutos después, Eric bajaba aun medio dormido por la escalera que le dirigía al bar. Lo primero que haría era ir a tomarse un café, pero cuando bajó, se dio cuenta de que el equipo no estaba ahí. Tan solo estaba Katherine, que se encontraba en la puerta y le estaba haciendo señas para que fuese allí corriendo. Eric se quejó en voz baja, pero tenía claro que no se iba a marchar sin tomarse su café, así que se lo pidió para llevar.

Una vez que Eric había pagado el café, salió hacía el exterior, dónde estaban todos sus compañeros esperándole. Y según las caras que ponían, habían dormido poco y necesitaban un par de horas más de sueño. Pero eso no iba a suceder por culpa de Katherine, que ya empezaba a andar hacía algún lugar.

– ¡Vamos! – Gritó Katherine –. Le he dicho que a las 9 estaríamos ahí. Vamos justos de hora.

– ¿A qué se refiere? – Preguntó Eric a Stephen.

– Y yo que se... – Refunfuño Stephen.

– ¿A dónde nos llevas Katherine? – Preguntó Eric con curiosidad de saberlo.

– Ahora lo sabréis, solo tardaremos unos pocos minutos en llegar – dijo Katherine sin perder la vista hacia la calle.

Todos se callaron y Katherine empezó a andar rápido por las calles mientras que el resto del equipo lo hacía lento y bostezando, no podían ni con su alma.

Todos iban con la vista al suelo cuando de repente, al girar en una de las calles, escucharon un ruido ensordecedor. Extrañados, algunos levantaron la vista rápidamente y otros lo hicieron bostezando. Las caras de sueño de todos los miembros del equipo desaparecieron al ver que delante de él tenían un globo aerostático.

– ¡Tachan! – Gritó Katherine –. ¿Qué os parece?

– ¿En qué estabas pensando? – Dijo Derex algo desconcertado.

– ¿Ese es nuestro transporte? – Stephen se mosqueó.

– ¡Como mola! – Gritó Samanta.

– Lo que nos faltaba... – Dijo Eric incrédulo.

– El cobertizo central se encuentra a unos 50 km de aquí. Así que lo más rápido para llegar era ir en un transporte – les contó Katherine.

– ¿Y has elegido el que más llamaba la atención no? – Se quejó Stephen –. No podían haber sido caballos…

– Y el más rápido – añadió Katherine –. He estado hablando con el conductor y nos va a dejar en el sitio más cercano. Según me dijo, allí no existe protección, por lo que podréis utilizar vuestros poderes sin ninguna limitación – miró a Derex y a Eric.

– Lo primero que haremos cuando lleguemos – interrumpió Eric la breve charla de Katherine –. Sera enviar a Samanta a la casa de la directora. Tiene que estar segura.

Nadie se impuso a lo que acababa de decir Eric. Todos sabían perfectamente que no iban a involucrar a una cría en algo tan importante.

– Y si no hay más preguntas – anunció Katherine –. ¡Subámonos a bordo!

La subida al globo fue más fácil de lo que ellos pensaron, ya que cuando el encargado les vio, abrió una pequeña puerta que había en uno de los laterales de la cesta.

– ¡Pasar! ¡Pasar! – Dijo el hombre haciendo señas al interior.

– Gracias por ayudarnos – dijo Katherine sacando una bolsa pequeña y que iba atada con una cuerda –. Aquí tienes el dinero.

– ¿Dinero? – Se exaltó Eric –. ¿Cuánto le has pagado?

– Tranquilo, tranquilo – respondió el hombre –. Solo cobro por el recorrido que se va a realizar – el hombre cerró la puerta y empezó a preparar el ascenso.

– Nos llevaras lo más cerca posible, ¿no? – Dijo Katherine.

– Os acercare todo lo tanto que pueda. ¿Es un sitio peligroso sabes? – El hombre la miró –. No me has dicho el motivo de porque vais ahí.




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