3. Lesam. Un Alma Libre

Capitulo 3

Semana 1. Jueves.

David se despertó holgazaneando y a la vez añorando aquella paz y comodidad al dormir en su cama. Aunque le resultó algo extraño el haber dormido abrazado a Emily durante toda la noche. ¿Cuándo se iría de allí? ¿O no lo iba a hacer? Aquel tema no se lo preguntó anoche, ya que no quería echarla de su casa en el momento en el que había regresado. Por lo que una vez desvelado al completo, David asomó la cabeza y observó que Emily seguía durmiendo y que seguía estando igual de guapa hiciera lo que hiciese. Así que sacó su mano muy lentamente para no despertarla.

Entonces, una vez librado de ella, fue a girarse hacia el otro lado cuando ella se le adelantó y le medio abrazo poniendo su brazo encima del pecho, haciendo que David suspirase.

Tenía que empezar otra vez, pero en esta ocasión, a la vez que desprendía del brazo, se fue echando hacia atrás hasta poder salir de la cama.

En ese momento, se puso de pie y se dirigió hacia la puerta esquivando el cuerpo dormido de Kinnei. Abrió la puerta sigilosamente, salió despacio y la volvió a cerrar, suspirando de alivio al ver que había cumplido con su misión.

Tras esto, se dirigió al baño para asearse y a continuación fue hacia la cocina, encontrándose por sorpresa a su padre.

– ¿David? ¿Qué haces tan pronto? – Le preguntó Guillermo.

– Quiero irme a Bruselas para hablar con Nicole, que al parecer andan de vacaciones por allí – contestó él dirigiéndose hacia la nevera.

– ¿Y vas a ir tan pronto? – Se sorprendió su padre.

– No sé lo que puede deparar… Además, se supone que debería de ir al ministerio, por lo que lo mejor sería que empezase bien pronto… – Se preparó el café.

– Deberías de hablar con los padres primero, ¿no?

– Ellos me abrirán la puerta, así que no habrá ningún problema…

– ¿Y te ibas a ir sin las coordenadas? – Emily apareció bostezando y restregándose los ojos.

– Claro que no, solo te estaba dejando dormir – intentó disimular David.

 

Un rato después…

– Intentaré concertar una reunión – le comentó su padre –. Aunque no puedo asegurarlo – masculló –. Esta gente se ha vuelto tonta…

– No pasa nada, papa. Siempre puedo presentarme en su despacho…

– ¿Seguro qué quieres ir solo? – Le preguntó Emily mientras abría el portal.

– Sí, creo que es algo entre Nicole y yo – susurró él –. Gracias – se acercó y la besó rápidamente.

– Yo también debería de ponerme a hacer cosas – el padre se marchó de allí.

– Ten mucha paciencia, ¿vale? – Le susurró Emily.

– Lo sé…

– Suerte – agregó ella.

David cruzó el portal y apareció delante de una casa de verano que parecía estar bien conservada. Aunque antes de que pudiese avanzar hacia la puerta, notó como alguien más cruzaba el portal, viendo al instante que se trataba de su mascota.

– Kinnei… – Susurró él agachándose para acariciarle la cabeza.

El zorro asintió y al instante David avanzó unos pocos metros hasta que pulsó el timbre. Momento en el que empezó a ponerse nervioso y tenso. Aunque solo fue unos segundos hasta que la madre abrió la puerta.

– ¿David? – Se quedó estupefacta.

– Hola Natalie – David sonrió –. ¿Puedo pasar?

Ella no contestó y avanzó hacia él para darle un abrazo de madre.

– Cariño, ¿quién es? – Tim salió a la puerta –. Por las barbas de… – Soltó al ver quien era –. ¡David!

La madre rompió el abrazó para que David y Tim se pudiesen dar un apretón de manos.

– ¿En dónde has estado? – Le preguntó Tim.

– De vacaciones, supongo – contestó él rompiendo el apretón.

– Has venido en el mejor momento – le dijo la madre.

– ¿Ella está bien? – preguntó David –. Ángela me lo ha contado un poco por encima, pero no me ha dado respuestas concisas…

– Será mejor que entremos y te lo expliquemos con tranquilidad – Tim señaló al interior de la casa.

– ¿Puede entrar? – David miró a su mascota.

– Sin problema – contestó la madre.

– Kinnei, no hagas nada raro, ¿vale? – Le advirtió a su mascota y a continuación entró en el recibidor.

– ¿Quieres algo de beber? – Le ofreció Natalie.

– No gracias. Acabo de desayunar – sonrió él.

Los tres anduvieron por ese pasillo hasta llegar a una escalera que llevaba al desván, momento en el que giraron a la derecha para entrar en un salón grande y con muchos detalles en sus paredes.

– ¿Está bien, no? – Preguntó David sin poder aguantarse más.

– Sí, está bien – afirmó el padre –. Pero… No habla – anunció.

– Como que no habla – se sorprendió él.




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