3. Lesam. Un Alma Libre

Capitulo 9

Semana 11 en el reino.

Llevaban cinco semanas intentando que Ariel se quedase embarazada, pero las pruebas semanales decían que no y la que acababan de hacer también lo negaba al ver el color rojo.

David se sentía aliviado cada vez que salía no, ya que lo último que quería era tener otro hijo. Aunque por rol, tenía que aparentar preocupado, ya que el pueblo comenzó a levantar rumores y Ariel claramente estaba triste por motivos obvios.

– ¡No puede ser! – Soltó Caín frustrado al ver el no –. ¿De verdad lo estáis haciendo?

David fulminó al secretario con una mirada asesina.

– ¿Por qué no pruebas a dejar embaraza a otra? – le propuso Caín.

– ¡No voy a dejar embaraza a otra! – Soltó David algo incrédulo por aquella idea.

– Está claro que el problema es entre los dos – comentó Caín –. Y la única forma de saberlo es…

– No voy a hacerlo con otro – insistió David claramente.

– ¿Entonces quieres que Ariel lo haga con…

– ¡No! – David negó exhaustivamente –. Yo... No soy el problema, ¿vale? – Pausó –. Yo… Ya tengo a una hija.

– ¡¿Qué?! – Gritaron al unisonó Ariel, Marge y Caín.

– ¿Es una broma? – Comentó Marge.

– Sucedió hace cuatro años, ¿vale? – Mintió David –. No sé en donde están, ya que la madre se la llevo a los tres meses de tenerlo.

– ¿Y por qué no me has contado eso? – Ariel, que estaba tumbada, se levantó echa una furia y se cruzó de brazos.

– Es… Difícil… – Susurró él guardando algo de verdad en eso.

– Al menos sabemos quién es el problema… – Admitió Caín –. ¿Qué podemos hacer, Marge?

– Nada – se adelantó David –. La sociedad de hoy en día está acostumbrada a que se tenga hijos nada más casarse. Y eso debe de cambiar… Somos personas, no objetos – pausó –. Así que de momento nada de hijos hasta pasado unos meses – intentó convencer a todos –. Que levante el pueblo todos los rumores que quieran, no nos van a afectar.

– Pero señor – insistió Caín –. Da igual que los tenga más tarde, seguirá teniendo el mismo problema.

– O no – admitió David –. La podemos llevar ante curanderas…

– Es una idea alocada, pero me parece razonable – agregó Marge.

– ¿Y el pueblo?

– Ya lo he dicho. Que piensen lo que quieran – pausó –. Los importante somos nosotros – miró a Ariel.

– ¿Me has ocultado cosas? – Preguntó Ariel siguiendo muy mosqueada.

– Te doy permiso para investigar acerca del tema, Marge – David evitó a Ariel y miró a Marge.

– Gracias, me pondré enseguida a ello – Marge abandonó la sala.

– Y Caín, recuerda gestionar la agenda mientras yo no estoy, aunque no tardaré mucho…

– ¿A dónde va, señor?

– Voy con Lucas a inspeccionar un caso – se inventó él.

– Eso debería ser jurisdicción de los soldados – comentó el secretario.

– Y lo es, pero creemos que está relacionado con el reino del sur, así que debo de verlo con mis propios ojos – admitió.

– Tenga cuidado, señor. Últimamente hay mucho peligro ahí fuera – Caín hizo una reverencia y se machó también.

– Y… – David miró a Ariel –. Descansa, ¿quieres? Sé que querías tener a…

– ¿Qué descanse? – Ariel estaba que echaba humo –. ¿Cómo has podido ocultarme eso? ¿Cómo te atreves a tomar decisiones por nosotros dos? ¡Ya está bien! – Ariel abandonó la sala muy alterada.

– Ariel, yo… – David supo que no debía entrometerse con ella hasta que se tranquilizase, así que la dejó irse.

En ese instante también supo que él estaba alterado, así que aprovechó que estaba solo en la habitación para cerrar los ojos y tranquilizarse unos minutos. Solo hasta que creyó que ya estaba bien y que tenia las ideas claras, momento en el que salió al pasillo y se chocó con Emily por sorpresa.

– ¡Emily! – David no se lo creía.

Ella se giró de golpe e intentó huir, pero David uso su poder secreto para agarrarla mágicamente y la arrastró unos metros hasta meterla en la habitación.

– ¡Pero qué haces! – Masculló ella forcejeando con algo invisible.

– Creo que ya es hora de que hablemos seriamente – admitió David.

– ¿Hablar de qué? – Emily notó cuando la magia le soltó, lo que permitió acomodarse un poco.

– ¿Cuál es tu misión? Y no vale mentirme – quiso saber él.

– ¿Qué? No te lo voy a decir…

– Emily… Creo que ya somos mayorcitos para esto… Dime cuál es tu misión principal y porque decidiste apuntarte a esta locura – la miró fijamente –. Yo puedo contarte cosas si quieres…

– He venido porque te amo… – Soltó ella.

– Oh… No…

Emily le interrumpió al acercarse a él para besarse como siempre lo hacían.




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