3. Lesam. Un Alma Libre

Capitulo 11

Semana 51 en el reino.

El plan que habían diseñado para ir al reino del hielo era muy sencillo. Fingirían que irían de expedición durante un par de días, y luego, cuando estuviesen en las deformaciones entre ambos reinos, irían David y Falista solos en busca del castillo de hielo.

 

En ese instante momento, ambos se habían reunido con Beatriz en uno de los despachos de la biblioteca.

– Los isleños enviaron todos los mapas que tenían sobre el reino – Beatriz cogió un taco de hojas grandes y amarillentas y se les ofreció a ambos a partes iguales.

– ¿Llegaron al castillo? – Preguntó David mirando los mapas cartográficos.

– Me temo que no – negó Beatriz –. Y me temo que los mapas no os van a servir de mucho.

– ¿Qué? ¿Por qué? – Quiso saber Falista.

– Los mapas son de hace dos décadas – les informó ella –. Y hay una alta probabilidad de que el terreno haya cambiado, ya que con las constantes nevadas y luego heladas…

– Han podido deformar el terreno… – Susurró David.

– Exacto – asintió ella –. Aún así, me he tomado mi tiempo para haceros un plano a escala del reino – se acercó a una pizarra y la dio la vuelta, mostrando un enorme mapa de lo que se supone que era el reino –. Estos cuadrados de aquí – señaló una especie de camino de trozos de hojas de folios que se adentraba al interior del reino –. Son los mapas cartográficos de los isleños – comentó.

– ¿Ósea que todo eso fue lo qué descubrieron, no? – Comentó David.

– Sí – Beatriz asintió.

– ¿Y en dónde se supone qué está el castillo? – Preguntó Falista.

– Según las coordenadas adscritas – Beatriz se fue más allá de los papeles que había en la pizarra –. Está aquí – señaló un punto azul al noreste –. Lo que significa que según mis cálculos, no se descubrió el 30% del camino restante, así que lo tenéis fácil. Tenéis la mayoría ya descubierto.

– ¿Fácil? Si has dicho que los mapas no sirven – masculló Falista.

– Puede que sí o puede que no. De todas formas, en cada mapa – se acercó a ellos y cogió el primer mapa que vio –. Os he puesto un punto rojo, lugar más alto del terreno al que debéis de teletransportaros.

– ¿Punto más alto? ¿No es dónde hace más frio? – Comentó ella.

– Sí, pero es dónde tendrás más visión para poder elegir el siguiente punto de teletransporte, ¿no? – Soltó Beatriz –. He estado investigando.

– No se te escapa ni una… – Susurró David.

– Una vez más, son puntos orientativos – les recordó –. Aún así, haciendo cálculos, deberías de llegar en menos de un día al castillo.

– Habrá que ser rápidos… – Susurró David.

– E ir bien abrigados – agregó Falista.

– De eso no hay ningún problema, he encargado ropa a los estilistas – comentó él.

– Os estáis olvidando de una cosa muy importante – habló de repente Beatriz –. ¿Qué es lo que le vais a decir a la reina para que os deje pasar a la biblioteca? Además de que os preguntaran el cómo habéis llegado hasta allí – soltó ella.

– Diremos que tenemos una disputa para acceder al trono – comentó David –. Que necesitamos saber el árbol genealógico de las familias para ver quien nació antes.

– ¿Y qué daréis a cambio? – preguntó Beatriz.

– Abriremos nuestro reino a ellos o haremos algún pacto… Aunque no sé si querrán algo… – Masculló él.

– Espero que el viaje os sirva de algo y no sea en vano – comentó Beatriz.

– Algo se nos ocurrirá a las muy malas… – Susurró David mirando a Falista.

– ¡David! – Lucas entró corriendo –. ¡Yo quiero ir con vosotros!

– No lo harás, Lucas. Ya te lo dije ayer – insistió David.

– ¡Pero eso es injusto! – Se quedó Lucas.

– Lucas – David le agarró y le sacó fuera –. Ya hablamos de esto ayer – se aislaron los dos para que Falista no les escuchará –. Voy con ella porque se supone que no sabe que yo puedo teletransportarme.

– ¿Y no puede llevar a tres personas? – Masculló él.

– Sí, pero cuantos menos seamos, menos esfuerzo tendrá que hacer – le comentó –. Así que por favor, no insistas y sigamos con el plan inicial, ¿vale? – Pausó –. Si ocurre algo, nos teletransportaremos al punto de inicio y ya está…

– Pero… – Refunfuñó Lucas.

– Estaré bien, lo sabes de sobra… Ahora volvamos dentro – hizo desaparecer el aislamiento sonoro –. Se me había olvidado una cosa, ¿dijimos que no había vida en ese reino, no? – Entró en el despacho –. Ósea, no nos encontraremos con…

– ¡David! – Escucharon todos desde fuera, reconociendo al instante que era Ariel.

– Mierda, mierda. Falista, vete. Beatriz, la pizarra – David se giró hacia la puerta justo cuando Ariel entró.

– ¿Ocurre algo? – Preguntó David.

– Me ha costado encontraros. ¿Qué hacéis aquí? – Miró a ambos.




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