Semana 51 en el reino.
El plan que habían diseñado para ir al reino del hielo era muy sencillo. Fingirían que irían de expedición durante un par de días, y luego, cuando estuviesen en las deformaciones entre ambos reinos, irían David y Falista solos en busca del castillo de hielo.
En ese instante momento, ambos se habían reunido con Beatriz en uno de los despachos de la biblioteca.
– Los isleños enviaron todos los mapas que tenían sobre el reino – Beatriz cogió un taco de hojas grandes y amarillentas y se les ofreció a ambos a partes iguales.
– ¿Llegaron al castillo? – Preguntó David mirando los mapas cartográficos.
– Me temo que no – negó Beatriz –. Y me temo que los mapas no os van a servir de mucho.
– ¿Qué? ¿Por qué? – Quiso saber Falista.
– Los mapas son de hace dos décadas – les informó ella –. Y hay una alta probabilidad de que el terreno haya cambiado, ya que con las constantes nevadas y luego heladas…
– Han podido deformar el terreno… – Susurró David.
– Exacto – asintió ella –. Aún así, me he tomado mi tiempo para haceros un plano a escala del reino – se acercó a una pizarra y la dio la vuelta, mostrando un enorme mapa de lo que se supone que era el reino –. Estos cuadrados de aquí – señaló una especie de camino de trozos de hojas de folios que se adentraba al interior del reino –. Son los mapas cartográficos de los isleños – comentó.
– ¿Ósea que todo eso fue lo qué descubrieron, no? – Comentó David.
– Sí – Beatriz asintió.
– ¿Y en dónde se supone qué está el castillo? – Preguntó Falista.
– Según las coordenadas adscritas – Beatriz se fue más allá de los papeles que había en la pizarra –. Está aquí – señaló un punto azul al noreste –. Lo que significa que según mis cálculos, no se descubrió el 30% del camino restante, así que lo tenéis fácil. Tenéis la mayoría ya descubierto.
– ¿Fácil? Si has dicho que los mapas no sirven – masculló Falista.
– Puede que sí o puede que no. De todas formas, en cada mapa – se acercó a ellos y cogió el primer mapa que vio –. Os he puesto un punto rojo, lugar más alto del terreno al que debéis de teletransportaros.
– ¿Punto más alto? ¿No es dónde hace más frio? – Comentó ella.
– Sí, pero es dónde tendrás más visión para poder elegir el siguiente punto de teletransporte, ¿no? – Soltó Beatriz –. He estado investigando.
– No se te escapa ni una… – Susurró David.
– Una vez más, son puntos orientativos – les recordó –. Aún así, haciendo cálculos, deberías de llegar en menos de un día al castillo.
– Habrá que ser rápidos… – Susurró David.
– E ir bien abrigados – agregó Falista.
– De eso no hay ningún problema, he encargado ropa a los estilistas – comentó él.
– Os estáis olvidando de una cosa muy importante – habló de repente Beatriz –. ¿Qué es lo que le vais a decir a la reina para que os deje pasar a la biblioteca? Además de que os preguntaran el cómo habéis llegado hasta allí – soltó ella.
– Diremos que tenemos una disputa para acceder al trono – comentó David –. Que necesitamos saber el árbol genealógico de las familias para ver quien nació antes.
– ¿Y qué daréis a cambio? – preguntó Beatriz.
– Abriremos nuestro reino a ellos o haremos algún pacto… Aunque no sé si querrán algo… – Masculló él.
– Espero que el viaje os sirva de algo y no sea en vano – comentó Beatriz.
– Algo se nos ocurrirá a las muy malas… – Susurró David mirando a Falista.
– ¡David! – Lucas entró corriendo –. ¡Yo quiero ir con vosotros!
– No lo harás, Lucas. Ya te lo dije ayer – insistió David.
– ¡Pero eso es injusto! – Se quedó Lucas.
– Lucas – David le agarró y le sacó fuera –. Ya hablamos de esto ayer – se aislaron los dos para que Falista no les escuchará –. Voy con ella porque se supone que no sabe que yo puedo teletransportarme.
– ¿Y no puede llevar a tres personas? – Masculló él.
– Sí, pero cuantos menos seamos, menos esfuerzo tendrá que hacer – le comentó –. Así que por favor, no insistas y sigamos con el plan inicial, ¿vale? – Pausó –. Si ocurre algo, nos teletransportaremos al punto de inicio y ya está…
– Pero… – Refunfuñó Lucas.
– Estaré bien, lo sabes de sobra… Ahora volvamos dentro – hizo desaparecer el aislamiento sonoro –. Se me había olvidado una cosa, ¿dijimos que no había vida en ese reino, no? – Entró en el despacho –. Ósea, no nos encontraremos con…
– ¡David! – Escucharon todos desde fuera, reconociendo al instante que era Ariel.
– Mierda, mierda. Falista, vete. Beatriz, la pizarra – David se giró hacia la puerta justo cuando Ariel entró.
– ¿Ocurre algo? – Preguntó David.
– Me ha costado encontraros. ¿Qué hacéis aquí? – Miró a ambos.
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Editado: 17.07.2022