3. Lesam. Un Alma Libre

Capitulo 18

Semana 10. Miércoles.

Habían pasado dos semanas desde que consiguieron la llave, dos semanas en las que Ras había desaparecido, ya que no había rastro de él, o al menos en su modo sombra. Por lo que no sabían en dónde estaban ni cuál sería su siguiente paso. Así que no tuvieron más remedio que esperar a los acontecimientos.

Hoy, David se había despertado a la misma hora de siempre, con Emily acostada a su lado y con Kinnei a sus pies. Aunque hoy particularmente estaba más perezoso y no tenía apenas ganas de ir al ministerio para hacer nada o realizar alguna estúpida misión. Así que sacó sus brazos de las sabanas y se las llevó a la almohada para apoyar su cabeza en sus manos y así mirar más cómodamente al techo.

– ¿Ocurre algo, cariño? – Emily, que estaba dormida, o al menos lo aparentaba, se giró hacia él y apoyó su cabeza en su pecho.

– No pasa nada, solo que me da pereza ir al ministerio para hacer… Nada – masculló él quitando las manos de su cabeza para bajarle al pelo de su chica y poder acariciarla.

– Pues no vayamos… – Comentó ella.

– Robinson se pondrá hecho una furia…

– Por un día no creo que pase nada. Además, somos sus activos más valiosos, no creo que nos diga algo – agregó ella levantándose su mano izquierda para acariciar a Kinnei, que se había despertado perezosamente.

– ¿Y qué pretendes hacer? Nos hemos acostumbrado tanto a ir al ministerio, que no salimos de ahí… – Reconoció él.

– No hemos tenido tiempo para nosotros – Emily se levantó de la cama para mirarlo –. Más allá del ministerio y de las misiones que hagamos.

– Es eso tienes razón – David estaba tan liado con todo ese tema, que se había olvidado de lo más importante de su vida, ella –. Apenas hemos tenido vida más allá de todo esto… – Susurró él –. Muy bien, decidido. ¿Qué es lo qué quieres hacer? Venga, te dejo a ti decidir.

– Podemos… Ir a dar una vuelta a algún lugar… O ir de compras… O pasar el día con mi madre o con tú padre… No sé, algo normal. Solo quiero eso – bajó la mirada a la cama.

– Mi padre… Desde que el ministerio necesita ayuda extra, no sale de ahí dentro. De hecho, ya sabes que tuvo que dejar su trabajo – pausó –. Pero bueno, no pasa nada, tengo el plan ideal para pasar el día – miró a su chica y la levantó la mirada –. ¿Te apuntas?

– Contigo voy hasta el fin del mundo – soltó ella.

David solo pudo responder a eso con un beso largo y apasionado que rompió Kinnei al ponerse a aullar.

– Está bien, está bien. Ya desayunamos – dijo David separándose de su chica para salir de la cama, quedándose quieto al ver el marco que tenia encima de la estantería y en la que salían toda su clase –. ¿Les irá bien? – Susurró.

– Se las pueden apañar perfectamente – respondió ella –. Además, con los profesores estarán seguros.

– Eso espero, aunque tengo curiosidad acerca de cuáles serán sus poderes secretos – admitió –. Que por cierto – se giró hacia su chica –. ¿Cuándo te hacían la prueba para que descubrieses el tuyo?

– No lo sé – Emily levantó los hombros en gesto de indiferencia –. Robinson me dijo que me avisaría en cuanto estuviera todo listo.

– ¿Y no tienes curiosidad acerca del poder que tienes? – David se estiró.

– Tengo curiosidad y a la vez miedo – se acercó a la puerta para abrirla y abandonar la habitación.

– Sea cual sea el poder, siempre estaré a tu lado para ayudarte – la siguió David de cerca a la vez que Kinnei se saltaba delante de él.

 

Tras desayunar y prepararse, ambos estaban listos para pasar el día. De hecho, se encontraban en el salón apunto de marcharse cuando Kinnei se puso a aullar y a subirse encima de David.

– ¿Qué ocurre, chico? – David le acarició la cabeza, aunque este se bajó y empezó a dar vueltas sobre él.

– Creo que se quiere venir con nosotros – le dijo Emily.

– ¡Oh! No puedes, Kinnei – se agachó para estar a la misma altura –. Vamos a ir a una ciudad –. Y como comprenderás, la gente no está acostumbrada a ver zorros.

Kinnei le miró, le aulló y a continuación salió corriendo a la habitación.

– Aun no me has dicho a donde vamos – comentó ella.

– Es sorpresa – se levantó y sonrió –. No te lo vas a esperar…

Kinnei apareció por el pasillo arrastrando la jaula que usaban para trasladarle de vez en cuando.

– ¿En serio? – David no sé lo creía.

Kinnei soltó la jaula y empezó a aullar y a dar golpes a la puerta.

– Kinnei, por mucho que estés en la jaula, la gente puede verte… – Susurró él.

– Bueno, yo tengo una poción que permite cambiar tú aspecto ante la gente – soltó Emily.

– Espera, ¿qué? – David se giró hacia ella y la miro sorprendido.

– La he tenido que usar varias veces para salir de varias situaciones – explicó ella.

– No me lo habías dicho…




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