Semana 10. Miércoles.
Habían pasado dos semanas desde que consiguieron la llave, dos semanas en las que Ras había desaparecido, ya que no había rastro de él, o al menos en su modo sombra. Por lo que no sabían en dónde estaban ni cuál sería su siguiente paso. Así que no tuvieron más remedio que esperar a los acontecimientos.
Hoy, David se había despertado a la misma hora de siempre, con Emily acostada a su lado y con Kinnei a sus pies. Aunque hoy particularmente estaba más perezoso y no tenía apenas ganas de ir al ministerio para hacer nada o realizar alguna estúpida misión. Así que sacó sus brazos de las sabanas y se las llevó a la almohada para apoyar su cabeza en sus manos y así mirar más cómodamente al techo.
– ¿Ocurre algo, cariño? – Emily, que estaba dormida, o al menos lo aparentaba, se giró hacia él y apoyó su cabeza en su pecho.
– No pasa nada, solo que me da pereza ir al ministerio para hacer… Nada – masculló él quitando las manos de su cabeza para bajarle al pelo de su chica y poder acariciarla.
– Pues no vayamos… – Comentó ella.
– Robinson se pondrá hecho una furia…
– Por un día no creo que pase nada. Además, somos sus activos más valiosos, no creo que nos diga algo – agregó ella levantándose su mano izquierda para acariciar a Kinnei, que se había despertado perezosamente.
– ¿Y qué pretendes hacer? Nos hemos acostumbrado tanto a ir al ministerio, que no salimos de ahí… – Reconoció él.
– No hemos tenido tiempo para nosotros – Emily se levantó de la cama para mirarlo –. Más allá del ministerio y de las misiones que hagamos.
– Es eso tienes razón – David estaba tan liado con todo ese tema, que se había olvidado de lo más importante de su vida, ella –. Apenas hemos tenido vida más allá de todo esto… – Susurró él –. Muy bien, decidido. ¿Qué es lo qué quieres hacer? Venga, te dejo a ti decidir.
– Podemos… Ir a dar una vuelta a algún lugar… O ir de compras… O pasar el día con mi madre o con tú padre… No sé, algo normal. Solo quiero eso – bajó la mirada a la cama.
– Mi padre… Desde que el ministerio necesita ayuda extra, no sale de ahí dentro. De hecho, ya sabes que tuvo que dejar su trabajo – pausó –. Pero bueno, no pasa nada, tengo el plan ideal para pasar el día – miró a su chica y la levantó la mirada –. ¿Te apuntas?
– Contigo voy hasta el fin del mundo – soltó ella.
David solo pudo responder a eso con un beso largo y apasionado que rompió Kinnei al ponerse a aullar.
– Está bien, está bien. Ya desayunamos – dijo David separándose de su chica para salir de la cama, quedándose quieto al ver el marco que tenia encima de la estantería y en la que salían toda su clase –. ¿Les irá bien? – Susurró.
– Se las pueden apañar perfectamente – respondió ella –. Además, con los profesores estarán seguros.
– Eso espero, aunque tengo curiosidad acerca de cuáles serán sus poderes secretos – admitió –. Que por cierto – se giró hacia su chica –. ¿Cuándo te hacían la prueba para que descubrieses el tuyo?
– No lo sé – Emily levantó los hombros en gesto de indiferencia –. Robinson me dijo que me avisaría en cuanto estuviera todo listo.
– ¿Y no tienes curiosidad acerca del poder que tienes? – David se estiró.
– Tengo curiosidad y a la vez miedo – se acercó a la puerta para abrirla y abandonar la habitación.
– Sea cual sea el poder, siempre estaré a tu lado para ayudarte – la siguió David de cerca a la vez que Kinnei se saltaba delante de él.
Tras desayunar y prepararse, ambos estaban listos para pasar el día. De hecho, se encontraban en el salón apunto de marcharse cuando Kinnei se puso a aullar y a subirse encima de David.
– ¿Qué ocurre, chico? – David le acarició la cabeza, aunque este se bajó y empezó a dar vueltas sobre él.
– Creo que se quiere venir con nosotros – le dijo Emily.
– ¡Oh! No puedes, Kinnei – se agachó para estar a la misma altura –. Vamos a ir a una ciudad –. Y como comprenderás, la gente no está acostumbrada a ver zorros.
Kinnei le miró, le aulló y a continuación salió corriendo a la habitación.
– Aun no me has dicho a donde vamos – comentó ella.
– Es sorpresa – se levantó y sonrió –. No te lo vas a esperar…
Kinnei apareció por el pasillo arrastrando la jaula que usaban para trasladarle de vez en cuando.
– ¿En serio? – David no sé lo creía.
Kinnei soltó la jaula y empezó a aullar y a dar golpes a la puerta.
– Kinnei, por mucho que estés en la jaula, la gente puede verte… – Susurró él.
– Bueno, yo tengo una poción que permite cambiar tú aspecto ante la gente – soltó Emily.
– Espera, ¿qué? – David se giró hacia ella y la miro sorprendido.
– La he tenido que usar varias veces para salir de varias situaciones – explicó ella.
– No me lo habías dicho…
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Editado: 17.07.2022