365 días para adelgazar

Capítulo 6. Día 3

Ya es hora de la salida. Abro la puerta de mi casillero y cuando la cierro, Anthony está atrás.  Mis ojos se agrandan a la par y escondo mi diario tras de mí para que Anthony no se meta en lo que no le importa.

—¿Qué tienes ahí, fenómeno?

—N-n-nada…—Tartamudeo.

—N-n-nada—Me imita burlón.

Anthony me arranca mi diario de las manos, se lo lanza a Marielle, quien lo cacha con agilidad y empieza a leer en voz alta:

—Querido Diario, hoy se cumplen 2 años de no hablarme con Adele. Lo que ella me hizo me lastimó mucho, creí que era mi amiga, pero veo que estuve gravemente equivocada y cegada por el deseo de tener una verdadera amiga. ¡Ay, qué sentimental! Yo te ayudaré con tu terapia—Dijo Marielle rompiendo las páginas y lanzándolas al piso rotas en cachos chicos.

—¡No! ¿Por qué son tan crueles conmigo? —Digo mientras mis ojos se humedecen y llanto surge.

—¡Porque eres un animal! ¡Un monstruo! ¡No mereces ser tratada como un ser humano!

—¡Aquí los únicos monstruos son ustedes! — Interrumpe una voz.

Entre la multitud que nos asecha, sale el chico rubio, poniéndose de espaldas a mí, cara a cara con Anthony.

—¡Vaya, tenemos aquí a otro gordo, señores! ¡Cada vez se hacen más comunes! —Dice Anthony frotándose la barbilla.

—Bueno, prefiero estar pasado de peso a convertirme en una bestia como tú. Ah, y, por cierto, tu novia la arpía es la indicada para ti. ¡Se ven muy tóxicos juntos!
Antes de que Anthony y Marielle puedan responder algo, el chico me saca de la zona jalándome del brazo y una vez que ya estamos lejos de ellos me dice ofreciéndome una mano:

—No nos hemos presentado, soy Daniel.

Dudo al principio, pero después decido estrecharle la mano.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo?

—Creo que ambos necesitamos un amigo y… te quiero ayudar a cumplir tu objetivo.

—¿Adelgazar?

—Exacto, tú y yo podemos hacerlo juntos, si tú quieres…

¿Estaba flirteando conmigo? No. Definitivamente no podía ser. Nunca nadie se había fijado en mí, ¿por qué esta vez debería ser distinto?

—¿Marlín? ¡Marlín! —Su voz interrumpe mis pensamientos.

—Ah, sí. Lo siento…

—Entonces… ¿Nos vemos mañana para trotar juntos?

—¡Sí, claro, desde luego!

—Bien, nos vemos mañana, Mar.

Daniel se aleja hasta que su figura tan única y perfecta a su manera desaparece.

—¡Dios! ¡Es muy lindo! —Me descubro pensando.

¿Pero qué diablos estoy haciendo? ¿Por qué me atrae si está igual de pasado de peso que yo? ¿Podrá ser que la apariencia no lo es todo o lo haré por desesperación?

Me dirijo a mi casa de vuelta en autobús. Tomo asiento. El camión no está muy lleno y, como por azar del destino, elijo el que está a lado de mi mejor examiga: Adele.




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