365 días para adelgazar

Capítulo 8. Día 5

Estoy de compras con manu en el supermercado. Ella agarra un carrito y yo la sigo. Pasamos por el pasillo de cereales y elige uno en especial: mi favorito, pero con mucha azúcar.

 —Yo… Elegiré mis cosas, manu…—Digo y pongo la caja de cereal de nuevo en el estante.

—¡Oh, claro, cariño!

Manu se aleja con el carrito y me deja en el pasillo de cereales. Busco algo más o menos nutritivo hasta que mis ojos se posan en una imagen promocionando hojuelas sin azúcar, con moras azules y ciruelas.

—Esto podría funcionar…—Pienso.

Voy recorriendo los demás pasillos y secciones. Recojo lechuga, jitomate, atún, limón y queso panela. Es complicado no voltear a las frituras y papas condimentadas que se ven exquisitas, pero con todas mis fuerzas resisto la tentación y sigo derecho a la caja donde manu ya me está esperando.

—¿Encontraste todo lo que necesitabas, cariño? —Me pregunta.

—Sí, manu, gracias. —Respondo con una sonrisa.

Llegando a casa me quito los tenis y me pongo las pantuflas. Voy rumbo a la cocina y comienzo a prepararme una ensalada. No se ve de antojar a simple vista, mas decido probarla. Le falta sal, pero si en serio quiero progresar, debo abstenerme de eso. Tal vez sólo unas gotas de limón mejoren mi comida.

Manu deja las compras en la barra y saca un par de hamburguesas de una bolsa de papel. Justo cuando se va a sentar, su teléfono suena.

—¿Bueno? —Contesta.

Manu se mantiene callada y me hace una señal de que aguarde en el comedor. Manu se encierra en el baño, pero aun así puedo escuchar sus gritos de enojo. Manu sale más tarde de donde se metió. Pone su mano con sus hermosas y largas uñas sobre la mesa. Da un gran suspiro y me habla:

—Tu padre. Quiere venir a verte, ¿está bien?

—¿Padre? Hace mucho tiempo que no lo veo…

—Lo sé, cariño, pero dice que tiene algo para ti.

—De acuerdo, manu. Si a ti no te molesta…

—Claro que no, mi niña. Si tu eres feliz, yo también lo soy.

—Bien, ¿Cuándo vendría?

—De hecho… Él estaba por la zona así que no tardará mucho en llegar.

Me limpio mi boca con la servilleta. Me levanto de la mesa. Lavo mi plato. Me despido de manu y cuando escucho el claxon salgo a recibir a papá. Padre es un coach motivacional y también de ejercicio. Ha hecho maravillas con chicos cuyos músculos no parecen existir y con chicas cuya esperanza de mantenerse en forma se les ha esfumado.

—¡Padre! —Digo abriendo la puerta de su auto.

—¡Mi niña! —Me recibe papá.

—¿Cómo has estado?

—Muy bien, hija. Te he traído un pequeño obsequio adelantado por tu cumpleaños…

Papá saca de su bolsillo una tarjeta del gimnasio donde trabaja.

—Ya eres parte del club…—Me dice sonriendo de oreja a oreja.

—¡¿En serio, padre?!

—¡Claro! Y no te preocupes por el dinero. Eso ya lo tengo cubierto.

—¡Gracias, padre! —Digo abrazándolo.

—De… Nada… Hija… Me asfixias…

—¡Ay! ¡Lo siento padre! —Digo apartándome de él.

—No… te preocupes—Dice recobrando el aliento.

Quedamos un rato inmóviles, sólo se puede escuchar la respiración de papá. Pasa un minuto, dos, tres, hasta que papá se vuelve a dirigir hacia mí y dice:

—Hija… Me tengo que ir…

—¡Ah, okey! —Digo fingiendo que no me afecta.

Salgo del coche y él arranca. Camino de nuevo a la entrada de mi casa. Manu está en el sillón sobándose los parpados, pero se para al instante cuando me ve.

—¿Cómo te fue, amor?

—Bien… Me dio gusto ver a mi papá. Me dio una tarjeta para poder ir a hacer ejercicio cuando quiera…

—¡Qué buena noticia, mi cielo!

—Sí… Pero por ahora estoy agotada… Iré a mi cuarto y mañana antes de la escuela iré a buscar un deportivo con Daniel…

—¿Daniel? —Dice manu con una pequeña sonrisa juguetona en su rostro.

—¡No es nadie! —Digo recomponiéndome.

—Nadie… Okey. Señorita Pinocho, ya vaya a su cuarto a hacer lo que tenga qué hacer—Dice manu cediéndome su lugar al frente para subir las escaleras.

Estoy acostada en mi cama. Me vienen recuerdos marcados por el tiempo y en un raro momento de vulnerabilidad empiezo a llorar sin razón aparente. Reflexiono y llego a una conclusión: Papá es el culpable de que haya subido mucho más de peso desde que se fue.

La mayoría del tiempo como porque estoy triste, preocupada o enojada y cuando papá nos abandonó a mí y a manu para irse con otra súper modelo, mi apetito aumentó en exceso, haciéndome engordar en unas pocas semanas. Quiero enterrar mi pasado algún día o al menos, poder escapar de él por algún tiempo…

Sé que hoy no he hecho nada de ejercicio, pero quiero pensar que eso se compensa con la ensalada que me comí hoy. De todas maneras, Daniel y yo iremos a hacer ejercicio mañana después de clases, espero que eso me ayude. Me gusta escribir poemas sobre él. Suena un poco a obsesión, pero en parte también es porque me gusta escribir. Comienzo a traza con el bolígrafo las palabras en mi diario:

POEMA:

Daniel. Palabra dulce para mis oídos.

Daniel, ¿Lo que yo siento por ti es recíproco?

Daniel, juro por el cielo y las estrellas milagrosas que bañan de felicidad mis noches oscuras, que no llamaré en vano a esto que siento; mi amor por ti.

 

Adele ha sido la única en leer mis poemas y no terminó tan bien. Sé que a veces cuando me ilusiono puedo sonar muy cursi y sentimental, pero ¿cómo se supone que no me vaya a emocionar? Al fin parece que un chico me pone atención, que me nota, que no me juzga por quién soy...

 




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