Arturo
— Arturo Aslanovich, la oficina de Hong Kong está en línea, están en espera de la confirmación, — dijo la secretaria con impaciencia. Esperó y luego llamó: — ¡Arturo Aslanovich! Su día de trabajo termina...
Tagayev pareció despertar.
— Lo siento, Catherine, hoy estoy como frenado. Mañana lo confirmaremos. Mientras tanto, que vayan a casa.
La secretaria seguía parada en el umbral.
— Catherine, ¿algo más?
— Arturo Aslanovich, usted debería descansar. ¿Quiere que le busque algo por una semana?
— Gracias por la preocupación, pero aún no hay tiempo para descansar. Pero tomar café puedo.
Catherine salió, cerrando la puerta con cuidado, y Arturo se recostó en la ancha butaca. Cómodo, como dicen ahora: ergonómico.
Por alguna razón en los últimos tiempos con frecuencia se queda distraído. ¿Tal vez de ha llegado el tiempo de tomar un descanso? Hace ya una semana que regresó a Viena, y siente como un nudo en la boca del estómago. Como si hubiera dejado pasar algo.
Tagayev se frotó el puente de la nariz con descontento. Sabe bien qué fue lo que dejó pasar. No cumplió la promesa que le hizo a la pequeña niña. A Diana. Prometió llevarla a ella y a sus hermanos a comer helado y no tuvo tiempo. Cada día quería hacerlo, pero cada día había más cosas que hacer. Así que no cumplió su palabra.
La puerta se abrió y su nuevo jefe de administración de sistemas entró en el despacho. El hombre trabaja desde el lunes y Arturo se dio cuenta de que no recordaba su nombre. Por cierto, es un compatriota. Pero el nuevo empleado recordaba el nombre del jefe.
— Arturo Aslanovich, ¿me llamó?
— Sí, me gustó su nuevo concepto de protección de datos, me gustaría ahora analizar algunos puntos más detalladamente — Tagayev rápidamente se puso en contacto con Catherine por el mensajero, le preguntó el nombre del chico. La respuesta llegó al instante. Iliá Eduardovich Rybak, excelente. — Le escuchó atentamente, Iliá Eduardovich.
La conversación fue informativa y fructífera, y Arturo se mostró satisfecho. Le dio la tarea a Iliá de preparar la presentación para el jueves e intervenir en la Junta directiva.
— Estoy encantado de conocerlo y de tenerlo con nosotros, — dijo Tagayev tendiendo la mano a Rybak.
— Yo también me alegro — contestó Iliá con una sonrisa al apretón de manos, — pero nosotros ya nos conocimos antes. ¿Recuerda que primero nos llevaron a todos a la misma clínica después del accidente? Bueno, cuando su yate se estrelló contra nuestro trasero.
— ¿Usted estaba entre los turistas?
— Sí, mi esposa y yo estábamos de viaje de boda, nos fuimos de crucero en «Perla del Mar». Un tino podrido, y el dueño un descarado. Lo único que nos salvó fue que era la Luna de miel.
— A usted no lo recuerdo — dijo Arturo en tono de disculpa.
— Sí, no es de extrañar, había tal confusión en el agua, tal desorden... Y a usted lo salvó una de nuestras camareras, creo que Nastia. Cuál de ellas, no lo recuerdo.
— Había una sola, — el propio Tagayev no entendía por qué su corazón se disparó y golpeaba con fuerza en sus sienes.
— No, eran dos, Rybak lo miró con ojos honestos y sinceros, y su corazón se desplomó. — Lo recuerdo con seguridad. Había dos, y ambas Nastia.
— ¿Y cómo? — Tagayev tuvo de repente un ataque de tos violenta, e Iliá esperó pacientemente a que el jefe tosiera. — Y cuál era el apellido de la segunda chica. Si usted no está confundido, y había dos. Una Nikitina ¿y la segunda?
— Es seguro que no estoy confundido — dijo Iliá con seguridad, — aunque se parecían y sus nombres eran iguales, las chicas mismas se diferenciaban como el cielo y la tierra. Sin embargo, a una de ellas, según oí, la llamaban Asya, para no confundirla, aunque era imposible confundirlas aunque quisieras. Mi esposa también se llama Nastia, y no puede soportar cuando la llaman Asya. Así que nosotros no la llamábamos así. El apellido no lo conozco, no me era necesario.
Las paredes de la oficina se balancearon y Arturo apoyó sus manos en la mesa.
— ¿Por una foto pudiera reconocerla?
El empleado se encogió de hombros.
— Quién sabe. Han pasado cinco años, estuvimos solo una semana de descanso, no sé si es posible recordarlas. Y yo estaba de luna de miel, no veía, ni miraba a nadie más que a mi mujer. Las dos chicas eran rubias, delgadas. Es posible que la reconozca, pero no estoy seguro. Tengo mala memoria para las caras.
Arturo dejó ir a Rybak y llamó al jefe del servicio de seguridad. Se deshizo de Mijail seis meses después de entrar en herencia, lo hizo guardia personal de su madre. Fue difícil, pero el resultado valió la pena. Mijail no le gustaba.
El actual jefe del Servicio de seguridad no era amigo de la familia, pero desempeñaba sus funciones con responsabilidad y eficacia. Y esto fue suficiente para Tagayev.
— Averigua si en "Perla del Mar" en realidad había dos camareras. Y si es así, busquen a la segunda. Encuentren sin falta a Nikitina, asegúrense de que nos diga cuántas camareras trabajaban en la goleta — ordenó Arturo, y cuando el oficial de seguridad se marchó, se dio cuenta de que le temblaban los dedos.