Cuarto libro de la saga Contigo. El primero es Solo contigo, el segundo es Siempre contigo y el tercero Contigo hasta el fin del mundo. Estos son capítulos extras de las tres novelas...
1 de abril del 2007
Un año y tres meses después de la muerte de Annalía, la madre de Addyson…
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ARIADNA
¡Nos hemos mudado!… ¡Al fin nos hemos mudado!
Bendita sea la pobreza de mis padres o lo que sea que eso significa.
Gracias a eso cumpliré mi gran sueño; conoceré a la Chica Mariposa, a esa niña bonita, divertida, risueña y súper híper mega talentosa. A partir de hoy, Addyson Scott es mi vecina y estoy… ¿Cómo es la palabra? ¿Pretolírica, planetoria, prehistórica, pretórica…? Mmmm, como sea… estoy llena de felicidad… Felicísima…
—Voy a jugar —le digo a mi padre con mucho entusiasmo ignorando el hecho de que me acaba de pedir que le acerque la silla para poner la caja que tiene en sus manos; pero es que si lo hago perderé mucho tiempo.
Sin esperar respuesta de su parte, salgo corriendo y cuando llego a la puerta, le escucho gritar:
—¡No vayas lejos!
—¡Iré a la casa de al lado!
Me lo imagino asintiendo con la cabeza mientras busca otra manera de acomodar la caja. Papá es bueno, al menos la mayor parte del tiempo, en especial si mi madre o la pitufa de plastilina, alias mi hermana, no están cerca. Pero no me importa, aun así lo quiero.
Emocionada, corro hacia la casa vecina. Es azul y mucho más grande que la de la abuela. Está bien cuidada y las ventanas de cristal son enormes. Está rodeada por una valla blanca y tiene un muy bonito jardín delantero con muchas flores distintas. Me gusta, se parece a la casita de juguete que vi el otro día en la tienda del centro comercial de Nordella, dos días antes de mudarnos.
Toco la puerta con energía, pero al ver que nadie contesta, vuelvo a tocar repetidamente hasta que de repente se abre y con el impulso casi me voy hacia adelante.
Aclarándome la garganta, me paso las manos por el short para secar el maldito sudor y luego se la tiendo al hombre frente a mí. Es alto, con el pelo negro y los ojos del mismo color que en cualquier otro momento diría que son bonitos, pero hoy me parecen… no sé… ¿tristes?
Si creo que ese es el sentimiento.
—Soy Ariadna Kanz, hija de Aurora y Estefan Kanz, hermana de la pitufa de plas… digo de mi hermana… oh, ya dije que era mi hermana… pues esa, de Susana, pero no se preocupe, no es nadie importante—. Pienso un segundo si me quedó algún miembro importante de la familia por mencionar. Mamá nos dice, bueno, le dice a la pitufina que si se pierde debe dar el nombre de todos los familiares para que sea más fácil encontrarlos—. Oh, sí y abuela, digo, nieta de abuela Tota…
¿Cuál era el nombre de la abuela? Ni idea, yo siempre le digo Tota.
El hombre me observa con una ceja alzada y un amago de sonrisa en su rostro para luego aceptar mi mano a modo de saludo.
—Andrés Scott.
—Lo sé. ¿Está su hija? —pregunto echándole una ojeada poco disimulada a la sala de su casa desde mi posición—. Yo seré su nueva mejor amiga. ¿A que soy una monada?
Ok, estoy nerviosa y cuando eso pasa hablo hasta por los codos, por suerte aún no me ha dado por soltar palabras raras.
El hombre se ríe y a mí me parece que lo hace con ganas. Por un momento sus ojos pierden esa aura tristona y parece ligeramente divertido. La abuela dice que yo soy divertida… me gusta la abuela.
—Sí, Addy está, pero no creo que puedas verla ahora, ella… Ella no está muy bien.
—¿Qué tiene? —pregunto preocupada.
—Ella… ¿Sabes qué? Vamos a verla.
La sonrisa en mi rostro debe ser más grande que la del horripilante gato de “Alicia en el país de las maravillas”, ese que a mí me eriza la piel, pero a mi hermana le gusta tanto.
—¡Genial! —chillo emocionada.
La voy a conocer, la voy a conocer, la voy a conocer y seremos grandes amigas, las mejores y más increíbles amigas del mundo, el universo y los extraterrestres. Seremos inseparables, jugaremos, reiremos y me enseñará a patinar. Sí, todo será perfecto porque ella es increíble, la mejor niña del mundo, mi heroína.
Nerviosa como pocas veces en mi corta vida, sigo a su padre por todo el pasillo, subimos las escaleras y nos detenemos frente a una puerta blanca con una bonita “A” dorada en el centro.
Andrés toca la puerta par de veces y luego la abre. Limpio la palma de mis manos en mi short para cuando se la tienda no estén tan húmedas y lo sigo.
La habitación es bonita, pero no sé, creo que un poco fría, no parece la de una niña de mi edad. Es completamente blanca, no hay fotos en las paredes, ni cuadros de unicornios, ni peluches, ni muñecos. Solo una cama, un tocador con un bonito espejo, que por fotos que he visto en la prensa, sé que tiene forma de mariposa, pero ahora tiene un paño en los bordes arruinando todo su encanto.
Me encojo de hombros.