Daya
Sentada frente al escritorio del señor de bata blanca, me aburría cada vez que el tiempo pasaba. Olie se encontraba en plena conversación con el doctor sobre mi salud, mientras que yo me dedicaba a jugar con mis dedos sin saber qué hacer o decir. Ya había pasado una hora y el hambre empezaba a llegar haciendo que las tripas me truenen, ya no veía la hora de salir de este lugar para ir a comer algo.
Segundos después, el alivio llega a mí, ya que mi hermano comienza a despedirse y a agradecerle por todo. Me pongo de pié y le tiendo la mano al doctor para después estrecharla como forma de despedida. Olie y yo salimos de su oficina y comenzamos a caminar por el pasillo rumbo a la salida.
Entonces le digo.
— Esta noche saldré con un amigo, Ols.
Él empuja la puerta hacia afuera y enseguida nos encontramos caminando por las calles. Levanto la mirada y me lo encuentro con el ceño fruncido.
— Eso de salir con un amigo me huele a cuento.
Suelto una carcajada debido a su comentario.
— ¿Hay algún problema con eso?—pregunto.
— No, solo que el ochenta por cierto de las adolescentes que dicen salir con amigos terminan embarazadas. Así que no, no hay ningún problema.
Pongo los ojos en blanco y las ganas de golpear su hermoso rostro se me vienen a la mente.
— No voy a argumentar nada contra esa lógica.
— Me lo suponía.
Seguimos caminando mientras intento encontrar otro método para que Olie entienda de que es solo una simple salida. No lo que él piensa.
— Se trata de Andrew, tú primer amigo cuando nos mudamos al edificio. Me lo encontré hace unos días y me dio su número para que te comuniques con él, solo que me olvidé dártelo.
Mi hermano desvía su mirada hacia mí mostrando una pequeña sonrisa.
¡Bingo!
— Pues por ahí hubieras empezado, hermanita.—dice después de unos segundos—dame su número.
Hago caso a lo que me pide y segundos después ya lo tiene agendado en su móvil.
— Te llamaré cada media hora para saber como estas ¿vale?—dice y una pequeña sonrisa sale de mis labios.
— Trato hecho.
***
— ¿No crees que es demasiado exagerado?—le pregunto a Malorie mientras me veo al espejo.
Llevo un vestido rojo puesto y no me siento muy cómoda al llevarlo, sobre todo porque este tipo de prendas no son mi estilo, prefiero mis vaqueros y zapatillas.
— Ni hablar. Te queda perfecto.—responde y no me queda de otra que dejármelo puesto.
Termino de acomodarlo a mi cuerpo para después sentarme frente a mi escritorio y empezar a arreglarme el cabello. Aunque, lo único que hago es peinarlo y echarle un poco de crema.
— ¿Eres consciente de que vas a una cita, verdad?—pregunta mi amiga y yo vuelvo a mirarla con el ceño fruncido.— Te arreglas como si fueras a visitar a tu abuela, Daya.
Pongo los ojos en blanco y le saco el dedo corazón por toda la ayuda que me está brindando.
— Ya estoy usando un vestido, no pidas más.—contesto enseguida.
Ella levanta las manos rendida y se vuelve a sentar en mi cama. Faltan menos de veinte minutos para que Andrew llegue y doy gracias al cielo por estar lista a tiempo. Me siento a su lado con mi móvil en mano y espero.
El silencio invade mi habitación y culpo a Malorie por quedarse callada. Mi mente empieza a divagar hasta los recuerdos más profundos y siento que me encojo por dentro. Muevo la cabeza de un lado a otro intentando no pensar en esas cosas y es cuando su nombre aparece de nuevo en mi nube.
Thomas.
De inmediato las ganas de llorar y gritar me invaden, pero sé que eso no serviría de nada. Solo han pasado tres días desde que dejó de comunicarse conmigo y siento como si hubiese sido una eternidad. Lo peor de todo es que una parte de mí desea olvidarlo y dejar todo en el pasado, llamándome estúpida varias veces por encariñarme con un completo desconocido. Sin embargo, mi otra parte me dice que de seguro ha tenido una emergencia y que por eso mismo no ha podido mandar un mensaje o contestar mis llamadas, y que pronto volverá para darme explicaciones de su desaparición repentina.
Entonces, ¿Qué pasa con Ava? Quien de seguro se ha puesto de acuerdo con su hermano para dejar de hablarme.
«Menuda coincidencia»
Enseguida mis pensamientos se ven interrumpidos por el vibrar de mi teléfono. Lo cojo al instante con suma emoción pensando que se trata del rubio, pero caigo en la decepción cuando veo que se trata de mi cita. O como quiera que se llame a eso.
"Ya estoy en la puerta"
Me pongo de pié y empiezo a caminar en dirección a la sala. Malorie viene tras de mí.
— Ya me voy—digo mientras cojo mi bolso y camino hasta la puerta. Olie sale de la cocina ni bien escucha mi voz.
— Vale. Ya sabes cuál es nuestro trato—camina hasta a mí con los brazos abiertos.
— ¿Trato?—Malorie se sienta en el sofá frente a nosotros con el ceño fruncido.
— Quedamos en que va a llamarme cada media hora para saber como estoy—respondo mientras sigo pegada al pecho de mi hermano en un abrazo.