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Capítulo 3

Daya

Muy bien. Esta vez estoy más que acabada. De todos los días que he tenido, justo hoy se me ocurría tremenda estupidez. Lo peor de todo era que mi hermano trabajaba hasta tarde y no tenía idea de cómo solucionar mi problema.

<<Olie va a matarme>>

Hace diez minutos que llevo parada en la puerta del departamento y recién me he dado cuenta de que he olvidado mis llaves. Grave error. Me la he pasado buscando por toda mi mochila de bolsillo en bolsillo y lo único que encuentro es pura papelería, sin embargo, me doy cuenta de que es en vano ya que recordé que las he dejado en mi habitación, colgadas detrás de la puerta.

Me llevo las manos al rostro y me recuesto el la pared pensando en qué podría hacer para lograr entrar sin las llaves. Voy doblando mis piernas poco a poco para así terminar sentada en el suelo.

<<Menudas llaves>>

Hace unos segundos me puse a pensar en que podría haber una posibilidad de quedarme en casa de Malorie o Freddy, debido a que ellos viven en el mismo piso de este edificio, pero esos pensamientos se fueron al agua en el instante en que me dijeron que tenían planes familiares y  que iba a ser imposible quedarme hasta la llegada de Olie.

En conclusión, dormiré en el pasillo.

— Emm...¿Hola?— una voz me sacó de mis pensamientos y levanté la mirada del suelo.

Se trataba de una señora de avanzada edad que se había quedado a mirarme en medio del pasillo.

— Buenas tardes— saludo con cortesía.

— Iba directo a mi departamento, pero...no pude evitar querer preguntarte si tenías algún problema.

Una pequeña sonrisa se me forma y en ese momento siento un poco de vergüenza.

— Uh no...bueno, sí — no sabía qué responder.

La señora me mira confundida.

— La verdad es que olvidé mis llaves dentro y no tengo como entrar. Mi hermano todavía trabaja hasta la noche.

Ella asiente para después sacar su celular del bolsillo de su cartera y presiona uno que otras teclas.

— Ven cariño, no pienso dejarte sola con este frío. Te acogeré hasta que llegue tu hermano.

Yo, sin rechistar, asiento ya que tiene mucha razón con respecto a la baja temperatura. Si decido quedarme aquí probablemente termine como una paleta de helado y con un terrible resfriado.

<<No gracias>>

Sin pensarlo dos veces me levanto del suelo y tomo mi mochila para caminar junto a ella. 

Cruzamos todo el largo pasillo hasta llegar al ascensor y subimos en él. La señora marca el piso ocho y dentro de mí surge un gran alivio, debido a que muy pronto nos mudaremos ahí y seremos vecinos. 

Se trataba de la única persona ocupando la planta.

Al llegar al piso, caminamos cruzando dos puertas hasta llegar a la última. Ella toma la llave y la introduce en el cerrojo para que después nos veamos entrando a su departamento. Yo tras ella. 

El lugar es calmado y bonito. Las paredes están pintadas de un color turquesa que, a pesar de los años que supongo han pasado, sigue reluciente. La sala de estar esta decorada con sillones forrados por mantas de color verde al parecer tejidos por ella. Los reposteros y muebles, aunque un poco apolillados, siguen su función de darle sentido a la sala, ya que estos encajan de manera perfecta en sus lugares. La televisión y el equipo de sonido se encontraban en una esquina sobre un estante junto con alguno que otro adorno. Muy ordenado.

— Todo se ve muy...encantador— digo a la vez que camino a pasos lentos observando a mi alrededor.

— Gracias, hija — dice la señora esbozando una sonrisa.— puedes dejar tus cosas donde quieras...siéntete como en casa.

<<De ley>>  

Dejo caer mi mochila en uno de los sillones y me siento estirando las piernas, aún sorprendida por la belleza de este lugar. La señora camina con sus bolsas hasta la cocina y es cuando me doy cuenta de que he sido descortés al no presentarme o al menos ayudarla.

Entonces, me pongo de pie para hacerlo.

Camino hacia ella y tomo una de las bolsas que parece pesada. Al ver lo que la estoy ayudando me agradece con una sonrisa para luego guiarme hasta la cocina. Dejo la bolsa en la mesa del centro y ayudo a subir la otra.

— Gracias de nuevo, querida.

Asiento y la dejo hacer sus cosas, pero cuando me centro en el lugar que me encuentro ahora, me es difícil contener la sorpresa.

— Wow — susurro pensando que sólo era para mí, sin embargo, sé que me equivoco ya que ella mi mira al instante. 

 

  — Voy a tomar eso como un cumplido — me dice enseguida

  — Voy a tomar eso como un cumplido — me dice enseguida.

Yo solo sigo observando el lugar, que por cierto es tan desconocido a comparación de las cosas que nos dejaron papá y mamá.




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