Daya
— ¿Cómo es que esto pesa tanto?— le pregunto a mi hermano tratando de cargar una caja con unos cuantos libros dentro.
— Son solo treinta libros, Daya— responde con una sonrisa burlona.
Dejo la caja en el suelo y me llevo las manos a la cintura mirándolo con el ceño fruncido.
— ¿A caso tengo cara de tener super fuerza?
Olie suelta una carcajada y camina hacia mí para ayudarme con la caja. A los segundos ya se encuentra cargándola y situándola junto con las demás en la carretilla.
— Recuérdame desde ahora alimentarte con vitaminas...
Pongo los ojos en blanco y camino a mi habitación para seguir empacando mis pertenencias.
Se suponía que el día de hoy tenía que ir a la escuela, sin embargo, Olie tuvo que conversar con la asistente del director y decirle que por hoy no iba a asistir debido a un problema familiar. Felizmente ella entendió y apuntó mi justificación en su agenda.
Ya llevábamos más de dos horas empacando algunas cosas y todavía no llegábamos a la mitad. Lo que me hacía pensar que deberíamos organizarnos para desechar lo que no se utilizaba, para así poder terminar más rápido y mudarnos antes de lo previsto sin perder tiempo.
En fin.
Estoy a punto de abrir uno de mis cajones para sacar mi ropa, pero me veo interrumpida por la vibración de mi celular indicando que tengo un mensaje. Lo saco del bolsillo de mi pantalón y veo lo que dice en la pantalla.
¨¿Cómo va mi vecina favorita?¨
Sonrío a al ver que se trata de Ava.
¨De lo peor. Olie me hace cargar cajas de mil kilos¨
Respondo exageradamente para luego dejar mi móvil en la cómoda.
Vacío todos los cajones y dejo la ropa sobre la cama para clasificarla y así saber donde encontrarla. Comienzo a doblarla para después guardar todo en una caja.
<<Odio las cajas>>
Mi celular vuelve a vibrar y dejo de lado lo que estoy haciendo para atenderlo.
¨Vamos enseguida¨
Entonces, me veo confundida.
Miles de preguntas vienen a mi mente y no tengo idea de cómo responderlas. ¿A qué se refiere con ¨vamos¨? No Lo sé. Puede que su abuela la deje salir por un rato para ayudarme, ya que no es fuera sino dentro del edificio, sin embargo, no creo que la señora sea capaz de tener la misma fuerza que Olie a su avanzada edad. Me daría vergüenza con solo imaginarlo.
<<De seguro se equivocó al escribir>>
Puede ser. Aunque todos esos pensamientos se van de mi mene al recordar a alguien más.
<<Thomas>>
El famoso y talentoso hermano de Ava, a quién me encantaría pedirle de favor que decore mi cuarto como lo hizo con su hermana. Me estaba olvidando de él y de la noticia que le había dado la señora a su nieta con respecto a su llegada el día de hoy.
De seguro al él se refería.
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Dejo a un lado todo ese alboroto en mi mente y continúo con lo que estoy haciendo. Voy terminando de doblar y separar mi ropa para de una vez guardarla donde se debe, aunque algunas prendas se quedan a un lado y entonces me veo obligada a buscar otra de las cajas.
Suelto un largo suspiro a la vez que llevo mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos. El cansancio me invade por completo y es cuando me acuerdo de que no he comido nada desde que nos levantamos a empacar todo.
<<¡Comida!>>
Me decido en dejar a un lado todo y salgo de mi habitación rumbo a la cocina para buscar algo de comer, pero como siempre, algo tiene que interrumpir.
Alguien toca la puerta.
— ¡Daya, abre!— me grita mi hermano de donde quiera que esté y yo suelto un bufido.
Desvío mi rumbo hacia mi lugar favorito y comienzo a caminar hasta la puerta principal. Una vez en frente de ella, tomo la perilla y la abro dándome a conocer a los visitantes.
A los segundos, una entusiasmada Ava se lanza a mí para envolverme en un fuerte abrazo.
— Voy a... morir de asfixia...— digo en palabras entrecortadas debido a la falta de aire.
— Lo siento, amiga— habla a los segundos dejándome libre.
La miro con una sonrisa al momento de separarnos.
Es cuando me fijo en el joven que está parado tras ella observándome detenidamente.
<<Santo Dios>>
Cabello rubio con un flequillo al costado, rostro perfecto, ojos mieles, nariz perfilada, labios finos y rosados, de figura esbelta. Vestía un chaqueta de cuero sobre una camisa negra que a leguas se notaba que era bien costosa. Unos baqueros apretados del mismo color que la camisa y unos zapatos de vestir marrones.
En conclusión, de los chicos que he visto antes, no llegan ni a los talones del que está frente a mí.
— Tú debes de ser Thomas—le digo mientras le tiendo mi mano en forma de saludo.
El chico se nota un tanto confundido ya que frunce el ceño.
<<A de ser porque lo he llamado por su nombre>>
— Ava me habló muy bien de ti. Es un gusto.
Entonces, parece entenderlo todo y estrecha mi mano.