Daya
No sé como explicarles cómo me siento ahora.
Un enorme escalofrío recorre todo mi cuerpo acompañando a mi piel erizada a la vez que observo todo el lugar detenidamente.
<<Se siente tan...extraño>>
Thomas estaba a mi lado con la caja en brazos igual de incómodo que yo. Se notaba por la forma en que miraba el departamento.
Y lo entendía.
Todo era tan oscuro que hasta se podría decir que los que vivieron anteriormente eran personas fanáticas del negro. Super fanáticas.
La pintura de las paredes se estaba descascarando, las ventanas llenas de polvo y una que otra gota de pintura derramada y seca, las puertas de madera se encontraban llenas de polilla a montón. En una esquina de la sala, yacía un mueble lleno de telarañas y unos cuantos insectos atrapados en ella.
No cabía duda de que este era el peor lugar en el que íbamos a vivir. Y quién sabe por cuánto tiempo.
Intento alejar aquellos pensamientos de mi mente y comienzo a caminar adentrándome más en el lugar. Llego a la parte de lo que sería la cocina y es cuando me arrepiento de haberlo hecho.
<<Y yo que pensaba que la peor parte era la sala>>
— Perfecto...Se mudan por imperfecciones en su departamento y los mandan a uno peor. No creo que a tu hermano le agrade ver esto.—comenta Thomas y le doy la razón.
Todas, absolutamente todas las paredes estaban cubiertas de moho y hongos. Lo peor de todo es que eso no era lo único. Un olor fétido y a muerto llega a nuestras fosas nasales y no dudamos en salir lo antes posible.
— ¿Qué es ese olor?—pregunto cubriendo mi nariz con el antebrazo.
Thomas deja la caja en el suelo para también cubrirse.
— Iré a ver—dice enseguida.
Lo miro con el ceño fruncido para luego mirar el lugar de donde, prácticamente, salimos huyendo.
— ¿Estás seguro? Mejor esperemos a que el señor venga, es más seguro.
Él niega sin ninguna preocupación.
— Descuida...solo echaré un vistazo.
Y después de decir aquello, camina de nuevo hacia la cocina.
Una parte de mí agradece que lo haga ya que a mí no me gustaría aventurarme en una situación como esa, sin embargo, mi otra parte me dice que no debí dejarlo por si algo le sucede. ¿Qué pasa si ocurre una explosión o un corte circuito y termina lastimándose?
<<Ava me mataría>>
Miro a mi alrededor y trato de buscar algo con quém defendernos por si algo sucede, pero es en vano debido a que solo me encuentro con puras paredes.
Suelto un suspiro y cierro los ojos unos segundos para evitar los malos pensamientos.
Unos minutos después, un estruendoso ruido se escucha desde una de las habitaciones haciéndome pegar un salto del susto. Una de las puertas se había cerrado de manera brusca.
Estoy a punto de ir a averiguar qué era lo que había causado tal golpe, pero enseguida Thomas sale de la cocina y decido olvidarme del tema por completo.
— Encontré al causante del olor insoportable—lo escucho decir.
<<¿Al causante?>>
Entonces, comprendo todo al ver lo que lleva en una de sus manos, que obviamente estaba cubierta con una bolsa de plástico.
— ¡¿Santo Dios?!—pego un grito del susto y me cubro el rostro a la vez que me alejo unos cuantos pasos.
Ya en descomposición y con unos cuantas larvas sobresaliendo, yacía un gato muerto colgando de la mano de mi acompañante.
Hago una mueca y sacudo la cabeza tratando de sacar aquella imagen de mi mente.
— Lo echaré a la basura—dice y asiento sin dudar.
— Por favor.
No pasa ni medio segundo y el chico ya estaba en camino en busca de un tacho.
Inhalo y exhalo para controlar mis nervios a la vez que camino de un lado a otro acariciando mis brazos.
<<Y yo que amo los gatos>>
La duda y la confusión crecen dentro de mí al preguntarme cómo rayos había llegado ese gato a morir en un lugar como este. Y de una manera tan horrible. Si a la vista se nota que nadie ha venido durante mucho tiempo a hacerle una limpieza o mantenimiento al departamento.
Nadie.
Me pongo a pensar en algunas causas por las que el gato terminó de tal manera, sin embargo, ninguna tiene sentido. Todas tienen que ver con alguna persona causándole daño al pequeño minino. Y lo que más me intriga es que, hasta ahora, parece que ya se estaban olvidando de este lugar.
Me encojo de hombros y hago como si no hubiera pasado todo aquello para calmar mis nervios, aunque todo se desmorona cuando otro ruido se vuelve a escuchar proveniente de una habitación.
Enseguida quedo paralizada.
Que yo sepa, en las habitaciones no hay ventanas que den a la calle como para que el aire entre y cause que las puertas se cierren solas.
Mi respiración empieza a acelerarse mientras miro por el oscuro pasillo que da hacia lo que sería ser mi nueva habitación. Esta vez decido ir a ver de qué se trata todo este royo, ya que no hay nadie que me interrumpa como antes lo hizo Thomas.
El miedo crece dentro de mí y me siento como si estuviera dentro de una película de terror. De esas en donde el personaje, atrapado por la curiosidad, comete el típico error que le costaría la vida minutos después.