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Capítulo 13

Thomas

Verla ahí echada sin decir una palabra me remueve por dentro. Miles de preguntas invaden mi mente y no sé qué hacer para que se esfumen.

Estoy enloqueciendo.

Olie está a mi lado mirando a la pared esperando y sin decir una palabra mientras juega con sus manos. Parece como si lo hubieran hipnotizado, ya que está ahí sin mover ni un músculo y hasta parece que no parpadea. La culpa me invade al instante y siento unas inmensas ganas de salir corriendo de este lugar. Una enfermera pasa en frente de nosotros y estoy a punto de llamarla para preguntarle qué es lo que sabe sobre Daya. Sin embargo, cuando veo que se detiene cerca a una familia para luego darles la mala noticia, decido quedarme en mi asiento.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos cuando veo a la señora arrodillarse en el suelo y soltar los sollozos más abrumadores que he escuchado, a los dos hijos abrazarse el uno al otro consolándose y al padre golpeando las paredes a la vez que suelta gritos de frustración. Es entonces cuando me doy cuenta de que no me siento preparado para ser uno de ellos. No ahora.

Desvío la mirada al suelo tratando de sacar de mi mente aquellas imágenes y evitar los gritos y lamentos que aún se siguen escuchando. Acomodo mi cabello de modo que evite cubrirme la frente para luego cruzarme de brazos alentándome a seguir esperando y no pararme a hacer un escándalo debido a la falta de información que nos brindan en este hospital.

Estoy a punto de levantarme y ponerme a caminar un rato, debido a que estar sentado durante dos horas han hecho que mis piernas se adormezcan. Sin embargo, lo que hago es pasarle la voz a mi amigo ya que el doctor que atendió a Daya está caminando en nuestra dirección.

Al verlo, se pone de pié al instante para escuchar atento a todo lo que dice.

- ¿Qué tiene, doctor? ¿Es grave? ¿Ella estará bien?-suelta de un porrazo sin esperar a que él hable.

- Tú debes ser el hermano de La señorita Palmer.

Olie asiente.

- Bien, hijo. Lo de tu hermana no es para alarmarnos. Ella sólo está en un estado de Shock, así que se recuperará pronto.

Mi amigo y yo soltamos un suspiro de alivio para después volver a prestarle atención al hombre con bata blanca.

- Lo único que necesita es descansar-habla de nuevo-así que, hasta dentro de tres días que vuelve a venir para hacerle los últimos exámenes, no debe salir de casa.

Olie no dice nada y solo se dedica a asentir ante lo dicho por el doctor, mientras que yo estoy muriendo por dentro ya que lo que acaba de decir es una mala idea. Imposible, Daya no puede quedarse un rato más en ese departamento.

- Gracias, Doctor...¿podemos verla?-intervengo al instante en caso de que se le ocurra otra estupidez. Aunque sé que no tiene la culpa, no creería nada a menos que lo vea con sus propios ojos.

- Sí, claro...está en la habitación 102. Solo no la hagan hablar mucho, recuerden que recién ha despertado.

Asentimos para luego empezar a caminar por los pasillos en dirección a la habitación indicada.

- Esa es...-dice Olie señalando una puerta con aquellos números dibujados en ella.

Entramos sin dudar.

Las paredes son de color crema a diferencia de la sala de espera, la luz del sol entra por una pequeña ventana que está del lado derecho de la habitación, un pequeño armario se encuentra pegado a la pared y una mesa de madera y patas de metal descansa a lado izquierdo de la camilla, en donde yace Daya cubierta hasta la cintura con sábanas blancas.

Mi amigo se acerca a ella y deja un beso en su frente, lo cual hace que abra los ojos lentamente. Ella nos mira e inmediatamente se dibuja una sonrisa en su rostro. Siento alivio por eso y sonrío al igual que ella.

- Hola, chicos.

Olie toma asiento en el pie de la cama y toma su mano para acariciarla con dulzura.

- ¿Cómo te sientes?-pregunta aún más tranquilo.

- Como si me hubiera atropellado una manada de rinocerontes.

Río por lo bajo ante aquel comentario.

- Eso debe doler-comento.

Nos quedamos conversando un buen rato hasta que media hora después las enfermeras llegan a avisarnos que ya podemos irnos a casa con Daya. Ella, un tanto insegura, se va al baño a cambiarse de ropa para después ir a firmar unos cuantos papeles e irnos a casa.


***

Ya en casa no tuve de otra que contarle sobre lo ocurrido a Olie. Desde el día que acompañé a su hermana en la mudanza hasta lo que pasó hoy. Le hablé sobre el momento en el que Daya salió volando por los aires empujada por algo sobrenatural y también de lo que vimos hoy antes de que cayera desmayada.

Mientras le hablaba sobre eso, aquellas imágenes de lo vivido llegan a mi mente aterrorizándome por completo. La piel se me pone de gallina en segundos y empiezo a jugar con mis manos para pasar desapercibido. Levanto la mirada para encontrarme cara a cara con Olie y parece aturdido por todo lo que le estoy diciendo. Y lo entendía, si alguien viene a decirme lo mismo actuaría de igual manera.

Cuando acabo de hablar, lo único que hace es quedarse sentado en el sofá con las manos entrelazadas mientras mira al suelo. Me le quedo observando unos segundos esperando a que diga algo o reaccione de la manera que espero. Sin embargo, no emite ninguna palabra y su semblante es demasiado serio como para adivinar en qué esta pensando. Pero cuando estoy a punto de seguir hablando, el me detiene en seco.




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