–Si te vas me voy contigo.– Afirmo logrando que se paralice y voltee a verme incrédulo.
–Que locuras dices, si esta es tu casa.– tomo su mano y lo obligo a mirarme.
–Ezequiel, no voy a dejarte ir solo a caminar sin rumbo por una ciudad que no conoces a estas horas. No te das una idea de lo significas para mí, no soportaría que algo malo te pase...– confieso, y el sonríe tristemente.
–¿Y qué es lo que significó para ti?–Suelta mientras deja caer su maleta a medio hacer al piso. Me mira buscando una respuesta que está atascada en mí garganta... ¿Que se supone que necesita escuchar para no marcharse? ¿Que estoy enamorada de él y por eso no puedo dejarlo ir? No... Nunca... No voy a volver a pronunciar esas palabras malditas jamas. No le voy a dar la posibilidad de que vuelva a romperme nuevamente ni a él, ni a nadie.
–Solo quédate conmigo esta noche Ezequiel.– suplico. –Solo... No me abandones vos también.–
–Joder, por que me lo haces tan difícil. Alai, esto es por tu bien.–
–Vos entiende que yo decido lo que es bueno para mí. No soy una niña inocente y no estoy confundida.– Respiro profundo y siendo completamente sincera, lo dejo salir todo. –No te voy a mentir. Ver a Romano me provoca demasiadas cosas todavía y es que sigo estando atada a él porque fue muy importante en mí vida. Antes de Roma yo era muy distinta. En Romano encontré a una persona que no pretendia cortar mis alas, él volaba a mí lado. Romano me impulsó a arriesgarme, a enfrentar mis miedos, a probar cosas nuevas, a vivir mil aventuras. Romano sacó a una mejor versión de mí. Romano estuvo a mí lado de forma incondicional, puso en pausa su vida cuando tuve el accidente. Con Romano soñabamos un futuro juntos, y lo arruinó. Hizo lo único que jamás podré perdonarle.– mí voz amenaza con romperse, pero me mantengo tan fuerte como puedo mientras lucho por no dejarme invadir por los fantasmas. –No soy tan noble y si no puedo olvidar, no hay posibilidad de construir algo, porque lo que hizo siempre va a estar ahí, entre nosotros.–
–Alai...– antes de que pueda decir algo lo interrumpo.
–Ezequiel, vos no interferís con nada, nunca lo hiciste.– Apoya su frente sobre la mía y sus ojos se cierran. –Solo me acompañas, me ayudas, me aconsejas, contigo me divierto y disfruto del momento, pero espero al mañana... Me haces bien Ezequiel...–
–Esta bien...– Murmura. –Ganaste bombón.–
–¿Vas a quedarte?– Suelto esperanzada y el me toma por la cintura terminando de acortar la distancia entre ambos.
–Si. Al menos por esta noche.– Dice no muy convencido. –Pero creo que lo mejor será comenzar a buscar un departamento, que cada uno tenga su espacio.– Es una noticia agridulce, pero tal vez tenga razón y sea lo mejor para ambos. –Estamos yendo demasiado rápido y los amores rápidos también son fugaces.–
–Supongo que está bien...– Murmuro con evidente tristeza en la voz. –Vamos despacio... Paso a paso, y que el viento nos lleve.– Nuestras miradas se encuentran, y esta vez soy yo quien toma la iniciativa y lo besa sin vergüenza, enviando al carajo eso de ir despacio. El calor que emana mí cuerpo con cada delicado roce de su piel va en aumento. Mí corazón late de forma desenfrenada, la música desaparece y el mundo deja de girar. Solo somos el y yo, perdiendo una batalla contra el deseo, involucrando a los sentimientos sabiendo que no era un invitado en esta partida. Él y yo, un corazón roto y uno dispuesto a unir los pedazos. Nos separamos y aún entre sus brazos lucho por recuperar el aliento cuando golpean la puerta dos veces y la abren bruscamente.
–¡Asi los quería agarrar!– Grita Amaia, pero se decepciona cuando nos ve de pie y vestidos. –Que aburridos que son. Pensé que ya que no estaban en la fiesta al menos estarían pasándola bien solos.–
·Fuiste tu quien acabo con la magia del momento tía.– Dice mí chico logrando que suelte una carcajada.
–¿Estas insinuando que soy mal tercio? Recuerda que fui yo quien te la presento, puedo interrumpir cuando quiera, incluso cuando estén fabricando a mí futuro sobrino.– La imaginación de mí prima viaja a la velocidad de la luz, apenas estamos iniciando algo y ella ya habla de sobrinos. Creo que vimos tantas películas románticas, que ya no distingue que es real y que no lo es.
–¿Para que nos buscabas Mai?– Pregunto desviando la conversación.
–¡Ah! es que llegaron Emiliano y Sofía.–
–Diles que ahora bajo por favor.–
–Pero no te demores demasiado, o tu amiga Sofía va a clavarme un cuchillo.– Dice mientras una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios.
–¿A que te refieres?¿Que hiciste Mai?–Solo sonríe y sale casi corriendo de la habitación cerrando la puerta tras de si.
–Joder, ya se ha metido en problemas y solo llevamos unas cuantas horas aquí.–
–Para mí desgracia, creo que tienes razón.– La preocupación en mí parece evidente, porque pronto llegan sus palabras de aliento.
–Pero no te preocupes Ali, sea lo que sea que pase cuentas conmigo.– sus palabras son lo más sincero y puro que escuché en mucho tiempo, me hace sentir que no importa lo que tenga en frente, a su lado lo podré superar.
–Lo se... y creo que es momento de enfrentarnos a la segunda batalla de la noche. ¿Me esperas? voy a cambiarme, tengo que presentarte a algunas personas.– El asiente, y luego de darle un beso en la mejilla voy directo a mí habitación.
Me dejo caer exhausta sobre mí cama y cierro los cierro los ojos. Amaia, Romano, Ezequiel, es demasiado para una noche, solo falta que aparezca...
–Buenas noches muñeca.– Suelto un grito sobresaltada cuando escucho su voz, el cual al parecer es ignorado por todos por el estridente sonido de la música.
–¿Que carajos haces aquí Alex?¿Por que te metes así? Me asustaste.– se acerca a la ventana y su mirada se pierde en la noche. –¿No me digas que ahora te convertiste en un acosador?–intento controlar a mí corazón que late desbocado, un poco por el susto y otro poco por su cercanía.