Ezequiel estaba preocupado por Amaia a tal punto que, aunque era de madrugada, no podía dormir. Su amiga había desaparecido dos días atrás sin dar siquiera una pista de su paradero y aquello era un presagio de grandes problemas avecinandose.
El timbre sonó trayendolo nuevamente a La realidad. Salio de la cama de un salto y se apresuró a la puerta pensando que quizás se trataba de ella, y no estaba equivocado. La estrecho entre sus brazos de forma protectora por un instante con sabor a eternidad y luego notó que no venía sola. No había que ser un genio para deducir quien era la chica que la acompañaba, entonces, la cólera lo invadió y exclamó:
– ¿Que coño significa esto? ¡ Estas jodidamente loca Amaia!– Exclamó molesto. –¿Que diablos haces con esa tía en mí casa?–
–Para empezar, no seas dramático tío que no te sienta bien. Y más bien ¿por que invitamos algo para tomar? ¿Donde quedó el caballero europeo que se supone que eres? Le estás dando una mala impresión a tu invitada.– lo hizo a un lado con su brazo y sin permiso ingreso dejándolo desconcertado. Lucía no sabía qué hacer, se sentía incómoda ante la situación.
–Por favor, adelante.– Dijo Ezequiel por educación. Le regaló una cálida y amable sonrisa, ella imitó el gesto e ingresó aun algo indecisa. Tenía la sensación de que al seguir a Mai en está locura de desenmascarar a Alexander, se había equivocado una vez más. Quería salir corriendo, pero ya estaba de regreso en Buenos Aires y no había demasiadas opciones.
Los tres estaban sentados en la mesa, pero ninguno soltaba una sola palabra. Ezequiel miraba fijamente a Lucía. Ella Jugaba nerviosamente con su cabello asustada, mientras él analizaba cada detalle de su rostro, buscando sus verdaderas intenciones... Se notaba que había llorado hasta que sus lágrimas se acabaron e incluso más, que la habían lastimado tanto que se había marchitado como una flor, que su autoestima y su seguridad estaban por el suelo. Simplemente era una chica rota. Y trataba de compensarlo con una cálida y dulce sonrisa, pero a él no lo podía engañar. Ya había visto esa mirada mil veces en su propia madre, en Alai, y hasta en la propia Amaia cuando la conoció. Lucía tenía rota el alma.
–¡Deja de verla de esa forma tío, es extraño!– exclamó Amaia rompiendo el silencio y trayendolo nuevamente a la realidad. Miro a su amiga con ganas de asesinarla, ella solo lo ignoro y continuo con su bebida. Lucia escondió La mirada, mientras se decía a si misma:
–Nunca tendría que haber regresado. ¿Por que demonios estoy aquí?– La respuesta era simple. Salvar a La última víctima de Alexander. No hacer nada cuando ves que le hacen daño a otra persona, te hace cómplice.
–Disculpa por tener curiosidad.–Murmuro Ezequiel. –No era mí intención incomodarte, pero está demente solo desaparecio, y cuándo regresa viene contigo... La verdad estoy algo desconcertado.–
–Es que si te decía que venía con ella no ibas a querer siquiera abrirme y de verdad necesitamos tú ayuda.– Interrumpió Mai antes de que Lucía pueda decir que ella tampoco sabía nada del plan de La desquiciada. –Eres el único con quién puedo contar, mí amigo, mí hermano, el hombre de mí vida.–
–¡No vas a manipularme tan fácil esta vez! ¡No voy a meterme en problemas con Ali por ti Amaia!– Se puso de pie súbitamente. –Nunca me voy a involucrar en nada que pueda lastimar a Alai, pensé que ya te había quedado claro.–
–No le vamos a hacer daño joder ¡La vamos a salvar del peor error de su vida!– El chico negó con La cabeza en clara señal de desaprobación. –¡Solo una noche! Mañana vamos a hablar con el dueño del departamento de al lado para alquilarlo. No puedo llevarla a casa, aunque Alai casi no está allá vivimos juntas y puede llegar en cualquier momento.–
–Si lo que viene a decirle es tan importante, ¿por que no van a hablar con ella ahora?–
–Porque necesitamos pruebas...– Dijo Lucia con la voz rota. –En este momento es La palabra de Alexander contra la mía... Y es lógico que va a creerle a él. Para ella yo no soy más que una oportunista que se embarazo de su novio para sacarle plata.– Se puso de pie. –Perdona por esto, nunca tendríamos que haber venido a invadir tú casa.–
–Espera... Por favor Lucia.–
–No es necesario todo esto Amaia, puedo pasar La noche en cualquier lugar...–
–Quedate.– Dijo Ezequiel apresurado, logrando que se detenga. –No te marches asi... No estaría tranquilo sabiendo que estás en La calle en tú estado.–
–Yo tampoco estaría tranquila sin saber en donde estas... Al final fui yo quién te saco de tú casa.– Lucia duda, pero no puede ser egoísta e inconsciente como para salir a la calle de madrugada con casi siete meses de embarazo, y termina por aceptar. Ezequiel baja hasta el auto de Amai y vuelve con sus maletas.
–Solo será una noche.– Se dice a si misma dándose aliento.–Solo una noche. No será La primera vez que pasas La noche en casa de un desconocido, y él no parece una mala persona.–
–Tranquila Lucía. Este tío es un pan de Dios, no puedes quedar en mejores manos...– No contesto, no sabía que decir al respecto. Muchas veces La vida le había demostrado que no podía confiar en nadie, La desconfianza era parte de su naturaleza.
No hubo demasiadas palabras después de eso, al menos no con Lucía. Ella se fue a dar una ducha, a ponerse algo más cómoda, sin embargo podía escucharlos discutir en el comedor.
–Eres una egoísta. Solo piensas en ti, en lo que quieres, en lo que necesitas, pasas por arriba de todo el mundo para obtener lo que quieres y me arrastras a mí en tus locuras.– le escucho casi gritar a Ezequiel. –Ni siquiera te pusiste a pensar en que está tía está embarazada y en como le puede afectar todo esto.–
–Yo no tengo la culpa de que tú seas un cobarde que no lucha por lo que quiere.– Escupió Mai.– Si fueras muy como yo no estarías arrastrándote como un gusano mientras ves a mí prima feliz con otro y estarías con ella. ¡Tenías todas las posibilidades de ser feliz con ella y las dejaste ir!– La puerta se cerró violentamente indicando que seguramente ella se había marchado, dejándola sola con aquél extraño.