9 verdades

La obsesión de Mía

Mientras pisaba el acelerador, lo único en lo cual podía pensar Alex era en Amaia. Amaia y sus mentiras. Amaia y su veneno. Sabía que ella estaba detrás de todo, y se sentía como un idiota por no haber previsto que no se quedaría tranquila sabiendo que estaba con Alai una vez más. No había tratamiento psiquiátrico que pudiera curar a esa loca, era estúpido pensar que al menos podían mantener una relación distante y dejar todo lo acontecido enterrado en el pasado.

Los recuerdos de sus días más oscuros comenzaron a regresar a su mente en contra de su voluntad...

–¿Que hace tan solo alguien tan lindo como tú?–Dijo con voz dulce y calida una chica arrancandolo de sus pensamientos, de los brazos de aquella a quién no podía soltar.

–Cuando no eres buena compañía para nadie, lo mejor es permanecer lejos de todos.– fue su respuesta mientras buscaba su mirada. Se le figuró interesante, para variar, dar con una chica tan segura de sí misma y con iniciativa. Estaba en un Punto en el que había probado demasiado buscando llenar el vacío que había dejado su ex. Y había algo en su sonrisa, en sus ojos, en su rostro, algo que no podía identificar pero que le recordaba terriblemente a Ali. Pensó que estaba volviéndose loco, pero acortó ligeramente la distancia entre ambos un poco más buscando aquello que La hacia especial y sus mejillas se volvieron ligeramente rosadas. –Incluso en eso se parecen– se dijo a sí mismo mientras observaba su cuerpo con detenimiento. –¿Nos conocemos de alguna parte?– Preguntó, logrando que una sombra de tristeza se dibuje en sus ojos profundamente oscuros. –Hay algo en ti que se me hace familiar, pero no sé que es.–

No lo creo... Al menos yo no olvidaría a un chico como tú ¿y tú? ¿Te olvidarías mí?– indagó ella coqueta.

Mí memoria es mala. La mayoría de las personas entran y salen de mí vida sin dejar huella, y simplemente se pierden en la nada... Solo recuerdo a las personas que se meten en mí corazón, por buenas por malas razones.– Confesó mientras, alejandose de ella, volvía su mirada al firmamento y terminaba con el contenido cristalino de su botella.

–Entonces, me adentraré en tú corazón para que no te olvides nunca de mí.– Solo sonrió, mientras con gran habilidad y reflejos (Nada propios​ de alguien que llevaba horas bebiendo todo tipo de bebidas alcohólicas) arrojó La botella a un basurero.

–¿Estas segura? Te estás metiendo en un juego peligroso... Te advierto que no soy buena compañía para nadie y si buscas algo más que pasarla bien un rato, vas a desepcionarte bastante...– titubeó un segundo al notar que ni siquiera conocía su nombre, y ella casi como si pudiera leerle La mente termino La frase por él.

–Mia... Ese es mí nombre.– murmuro mientras acordaba La distancia entre ambos de forma probocadora. –Y acepto el desafío. Aunque esperemos que no seas vos quién terminé enamorado de mí...–

Eso no va a pasar Mía, en mí corazón no hay espacio para nadie más.– Nuevamente fue ella quién tomó La iniciativa, y solo acalló aquellas dolorosas palabras con un beso cargado de pasión.

– Déjame demostrarte cuan equivocado estás lindo...–

Alexander creía que había encontrado un nuevo juguete, que esa chica que se deshacía en sus brazos lo mantendría entretenido por algunas semanas, pero fue mucho más que eso.

–Quién diría que al final lo lograrías Mía, que te meterías dentro mio pero por las peores razones, que jamás podría olvidarte, ni a todo lo que hiciste.– Soltó al viento.

Su relación con Amaia fue tan distinta a La que construyó con Alai... Y es que mientras con Alai solo había transparencia, verdad y sinceridad, con Amaia todo fueron mentiras y manipulación desde el primer momento. Ni siquiera le dijo su verdadero nombre por miedo a que, por ser algo singular, La recuerde.

–Nos veremos pronto bebé...–  Susurro de forma sensual a su oído y luego solo se marchó dejándolo con las ganas de terminar La noche solo ellos dos en alguna habitación oscura. Le gustaba, simplemente le gustaba, sin embargo no le generaba ningún sentimiento real más que ese, banal atracción física, Lujuria y fugaz pasión desenfrenada.

Y ese pronto no tardo en llegar. Con La sutileza de una serpiente se fue metiendo en su vida. Siempre estaba en cada lugar en el que Alex estaba. Ella lo llamaba destino, pero para él cada vez se volvía más obvio que lo perseguía. Seguía La pista de sus pasos para aparecer en cada fiesta y en cada bar sin invitación alguna. Cada vez se volvía más molesto, pero al mismo tiempo ese algo especial que le recordaba a su amado tormento, hacia que no quisiera alejarla completamente como a las demás.

Pero con el pasar de las semanas todo comenzó a volverse complicado, o al menos más de los que Alexander quería. Ella le confesó que lo amaba desde La primera vez que lo vió, pero él solo quería matar el aburrimiento y no sentirse tan solo. Ella sentía que día a día iba ganando terreno sobre el recuerdo de Alai, y para él solo era otra más que estaba dispuesta a estar a su lado bajo sus condiciones, que aceptaba verlo cuando tenía ganas, sin besos de despedida, ni mensajes al día siguiente, solo algunos fugaces momentos de lujuria y desenfreno.

Y entonces empezaron las escenas de celos cada vez que hablaba con otra chica. Le enviaba mensajes y lo llamaba de forma compulsiva y constante. Alex se sentía asfixiado, e intento dejar las cosas en claro después de un incidente que le hizo notar que Mía estaba completamente loca.

La sujeto del brazo bruscamente, y La arrastró afuera mientras ella luchaba por golpear a su nueva conquista nuevamente.

– ¡SUÉLTAME ALEXANDER! ¡VOY A MATARLA! NADIE SE METE CON MÍ NOVIO.– Grito fuera de sí mientras forcejeaba.

–DEJA DE COMPORTARTE COMO UNA DEMENTE.– Dijo empujándola bruscamente contra La pared. –Esto es lo que hay Mía. No soy tú novio, ni nada parecido, y jamás lo seré. Yo no quiero estar en una relación con nadie, por lo tanto soy libre de estar con quién lo desee y vos también. Y si quieres más que esto ¡Buscate a otro!– Se marchó, y justo cuando estaba por volver al interior, se encontró con La chica a La que Mía había golpeado, llorando. Y si había algo que odiaba era ver a una mujer llorando, así que ante La mirada cargada de ira de Amaia, La abrazó y La condujo hasta su auto de forma protectora y se marchó con ella.




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