A. Alexa. La melodía de tu amor

7 Turistas

Despertó desnuda y de inmediato se arrepintió de su imprudencia de la noche anterior —de acostarse con apenas una toalla, no de besar a su jefe.

Se tomó su tiempo para ducharse de nuevo y arreglar el desastre en el cual se había convertido su cabello porque había olvidado siquiera peinarlo.

En la sala común ya se escuchaban los murmullos de los demás, las tazas chocando y los pitidos del teléfono inalámbrico —seguramente estaban ordenando algo para desayunar.

Ante ese pensamiento, su estómago protestó y casi dio un salto de alegría al sentir las ganas de comer que la asaltaban. Sabía que no debía confiarse, pero algo era algo. Le escribió un mensaje a Shannon, pidiéndole el favor de ordenar por ella también, todavía no se sentía capaz de salir y enfrentar a Sean.

Recién cuando se vistió y trató —inútilmente— de comunicarse con su familia, se armó de valor y abrió la puerta de su habitación.

El olor a comida la asaltó apenas puso un pie en la sala común, pero fue soportable.

—Aquí tienes, Le. —Le indicó Shannon un plato de verduras y ella se sentó a lado de Sean, a regañadientes.

—Gracias. —Agradeció de todos modos y se resignó a comer el plato que poco le apetecía.

Ellos solo la habían visto picotear ensaladas por ahí, así que no debía extrañarla que pensaran que era parte de su dieta. Fue un error que ella misma cometió en su afán de no hablarle a nadie de sus problemas, ahora tenía que aguantarse.

Sean estaba concentrado en su plato, pero si le regaló una media sonrisa cuando se sentó. Ella la devolvió, pero no dijeron nada.

Tal vez porque estaban rodeados de gente, o porque lo que había pasado la noche anterior había echado todo a perder.

—Te voy a dejar aquí los documentos que había preparado para los encuentros con los candidatos. —Le dijo Jack cuando hubo terminado de comer—. Buena suerte.

—Gracias. —musitó y observó cómo todos se iban uno a uno —algunos para comenzar su día laboral, otros de vuelta a sus habitaciones— hasta que se volvió a quedar a solas con Sean.

Él había terminado de comer y vio con deleite que había quedado algo de su desayuno completo en el plato. Volvió la mirada a las verduras que apenas había tocado y suspiró.

—¿Vas a comerte eso? —Señaló con la mano el plato medio lleno y Sean negó, con algo de confusión en la mirada—. Bien. —Estiró la mano y cambio sus platos, casi gimió al sentir el sabor de la comida sólida y sabrosa en su paladar.

Sean se recostó en el sofá donde estaban sentados y podía sentir su mirada fija en ella. Lo ignoró hasta que terminó de comer y después giró hacia él, encarándolo.

—¿Qué? —preguntó, entre curiosa y divertida.

Sean sacudió la cabeza, aún con esa sonrisa enigmática en los labios y se acercó para dejar un beso en la comisura de sus labios.

Reculó de inmediato y la miró con expectación, Leanna sabía que su reacción a ese beso definiría su relación a partir de ese momento.

El miedo, las dudas, pero también emoción y deseo se arremolinaron en su interior y las palabras de Mariana sonaron en su cabeza como un mantra.

Esbozando una sonrisa de oreja a oreja, posó la servilleta qué retorcía entre sus dedos sobre la mesa y se acercó para imitar su gesto.

Un simple beso en la comisura de los labios —que la dejó con ganas de más, mucho más— y se levantó sin decir nada, atrapó los papeles que le había dejado Jack y puso rumbo a su habitación.

Le pareció escuchar una risa a sus espaldas, pero no estaba segura, así que ni siquiera giró.

Al encontrarse en la seguridad de su recámara, pensó en lo que estaba haciendo. Si no había malinterpretado la situación, acababa de darle luz verde a Sean para cualquier avance íntimo entre ellos y no estaba segura como la hacía sentir eso.

Volvió a pensar en las palabras de su mejor amiga y se convenció de que aquello no estaba mal.

Un extraño magnetismo la jalaba en dirección a Sean Greyson desde la primera noche que sintió la mirada del hombre sobre su cuerpo y desde entonces no lograba sacárselo de la cabeza. Que él sintiera la misma atracción era una sorpresa agradable.

Sacudió la cabeza, reacia a seguir dándole vueltas al asunto y decidida a dejarse llevar por sus sentimientos, dejó los papeles en su tocador y se sentó para ojearlos. Tenía apenas una hora antes de tener que irse con los demás al plató donde grabaría las audiciones y quería aprovechar para al menos adelantar un poco del trabajo.

🎶🎶🎶

El resto del día lo pasaron sumidos en una comodidad sorprendente.

El jurado estaba en sus puestos y Leanna no podía evitar maravillarse ante sus bromas y comentarios, haciendo reír a todo el mundo.

Con los candidatos siempre fueron amables, hasta con aquellos que hicieron que les sangraran los oídos a todos. Nunca un comentario hiriente, nunca siquiera una mueca de disconformidad.

Jack y Christopher habían desaparecido apenas entraron al plató, ellos hacían la mayoría del trabajo detrás de las cámaras y por eso se cruzaban poco.




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