Sentía como si estuviese levitando. Unos brazos fuertes estaban sosteniéndola y el pánico fue tan repentino que se removió en el aire, buscando liberarse.
—Shh, cielo. —Escuchó entre la bruma del sueño y le costó un momento reconocer la voz que le hablaba—. Vamos a dormir.
Sean la sostenía con firmeza, abrió los ojos solo un poco y se encontró con su pecho desnudo, en un ataque de timidez volvió a cerrarlos con fuerza. Sintió como abría la puerta de su habitación y la posaba con suavidad en la cama, iba a alejarse cuando algo en su interior se removió y atrapó su brazo, deteniéndolo.
—Quédate conmigo. —Pidió, con la voz ronca de tanto llorar—. Por favor.
Lo sintió dudar por un breve segundo, se liberó de su agarre y justo estaba por darse por vencida cuando la cama se hundió en el lado contrario del suyo, pronto los brazos de Sean volvían a sostenerla contra su pecho, con un último suspiro volvió a rendirse ante el sueño.
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Los rayos del sol se colaban por la cortina descorrida de la ventana, estaba acostada sobre un pecho duro. La incomprensión se apoderó de ella, pero cuando la neblina de su mente se desperezó recordó el breve encuentro con Sean la noche anterior, después de hablar con su madre.
La vergüenza se apoderó de todo su cuerpo, pero no pudo obligarse a alejarse de él. Se sentía demasiado bien ahí, envuelta en su calor.
—Puedo escucharte pensar desde aquí. —La voz de Sean la sorprendió, levantó un poco la cabeza para mirarlo.
Ella aún vestía la ropa de la noche anterior, mientras Sean estaba con el torso desnudo y abajo vestía solo un pijama colgado. Su brazo se apretó un poco en su espalda cuando hizo ademán de levantarse, manteniéndola cerca.
—Buenos días. —Murmuró, sintiéndose estúpida, ese sentimiento se calmó un poco al verlo sonreír.
—Buenos días. —Dijo a su vez, acariciando su pelo con la mano que tenía libre—. ¿Estás mejor? —preguntó con voz suave, moviendo la mano hasta su mejilla.
Lo ocurrido la noche anterior se estrelló contra ella en ese momento con fuerza desmedida. Empezando por la tensión que se había establecido entre ellos después del desayuno, terminando con la llamada nefasta de su madre. Las lágrimas se agolparon en sus ojos, pero tragó saliva tratando de contenerse.
—Sí. —Mintió, cansada de mostrarse vulnerable ante él, cansada de provocar su lástima.
Sean se movió un poco y Leanna se alejó, pensando que iba a levantarse, pero él solamente se acomodó mejor, volviendo a tirar de ella hasta chocar contra su pecho, atrapándole las piernas con las suyas.
En esa nueva posición estaban tan cerca, tan íntimamente cerca que algo dentro de ella se sacudió, calor líquido se derramó por sus venas, estuvo tentada de cortar la poca distancia y besarlo, anhelando su tacto como una adicta en abstinencia.
Sean estaba absorto mirándola, ajeno a sus pensamientos más vergonzosos.
—Vamos a perder el vuelo. —Comentó, solo por cortar el silencio que estaba volviéndola loca, que la llenaba de ideas oscuras.
—Tomaremos otro. —Resolvió con simpleza, encogiéndose de hombros. Ese movimiento hizo que sus pieles se rozaran aún más, provocando que se estremeciera de pies a cabeza.
—¿Tan fácil? —Inquirió, medio divertida.
—Tan fácil. —Esa sombra que de vez en cuando cruzaba sus ojos volvió a aparecer, pero desapareció tan rápido que pensó haberla imaginado.
Deseaba preguntar por el día anterior, por lo que había pasado para que se alejaran de esa manera, pero no encontró el coraje para hacerlo. Sean parecía haberlo dejado atrás, se comportaba de la misma manera cariñosa y atenta de los días anteriores, no quería romper el hechizo trayéndolo a colación.
Con eso decidido, juntó las fuerzas para besarlo, descendió sobre su boca en un toque suave, pero la mano de Sean pronto se encontró en su nuca, acercándola más y profundizando el beso. La mano de Leanna tanteó su torso desnudo, deleitándose con el contacto de su piel, como se sentía bajo sus dedos.
Cuando se separaron, se quedaron ahí, observándose con miles promesas en los ojos. Los dedos de Leanna hormiguearon con el deseo de acariciar sus cicatrices, pero de alguna manera supo que eso no sería bien recibido. Las apretó en un puño, sobre su pecho, rogando que él no notara su indecisión.
Sean sonrió, antes de voltearla de un movimiento rápido, dejándola sobre su espalda y cerniéndose sobre ella. Volvió a besarla, en esa nueva posición tenía todo el control, asaltó su boca con fuerza, a la vez con una suavidad estremecedora.
Leanna se abandonó a sus labios, estaba completamente entregada al placer que le provocaban sus besos, a las caricias que repartían sus manos por su cuerpo, colándose debajo de su camiseta y llegando a la suave curva de su pecho.
Envalentonada, hizo lo mismo, dio rienda suelta a sus dedos en su exploración. La boca de Sean descendió por su clavícula, subió la camiseta un poco para liberar su camino a su estómago, dejando un beso sobre ambos pechos y bajando hacia su ombligo.
Las manos de Leanna viajaron a su espalda, se paralizó un poco al sentir la rugosidad de la misma, reconoció de inmediato el relieve donde estaban sus cicatrices, pero se recompuso de inmediato, siguió con sus caricias haciendo de cuenta de que no había notado nada.
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Editado: 04.04.2022