A. Alexa. La melodía de tu amor

10 Escapada

Al final, Sean había tenido razón y salir todos juntos había sido mejor idea. Las tonterías de Cristopher y George no dejaban a nadie inmune, así que a lo largo de ese día se encontró carcajeando más que en toda su vida.

Jack se había hecho con un mapa turístico de la ciudad y habían recorrido la mayoría de los sitios indicados, separándose solo cuando las chicas quisieron ir de compras y los hombres no. En cambio, habían decidido parar a un bar para esperarlas. Cuando se reencontraron, le pareció que todos iban un poco achispados, pero como nadie dijo nada, ella tampoco.

Al regresar al hotel, estaba tan cansada que ni siquiera tuvo fuerzas de pensar en su madre o en sus problemas, cayó rendida apenas tocó la almohada.

Sintió a Sean unírsele tiempo después, solo se acurrucó más a su costado y durmió sin problemas.

Sus besos la despertaron. Gimió, en parte por placer y en parte como un lamentó por tener que despertar.

—Cielo... —La llamó con voz suave, aun repartiendo caricias por todo su cuerpo.

—Mhm...

—Vamos a salir. —Informó y solo entonces ella recordó que habían quedado en disfrutar el día solos.

Ese hecho hizo que despabilara más rápido y se incorporó con rapidez, con una sonrisa adornando su rostro adormilado.

—¿A dónde vamos? —Indagó, pero el hombre solo negó con la cabeza a la vez que tiraba de ella para que se levante—. Voy, voy. —Protestó, deteniéndose a medio camino para besarlo.

—Es una sorpresa. —Respondió entre besos, Leanna frunció el ceño—. Ya sé que no te gustan, pero está sí.

—Cuan presuntuoso, señor Greyson. —Bromeó, con las manos echadas alrededor de su cuello, jalando un poco para que estuviera a su altura.

—No es... —Empezó a protestar, pero después negó con la cabeza en señal de diversión—. Vamos, si no te gusta, te lo voy a compensar.

—Ahora tengo un incentivo para decir que no me gusta. —Rio.

—Pero no lo vas a hacer. —Afirmó, Leanna alzó una ceja—. Porque tú eres una persona sincera, cielo.

Su afirmación hizo que Leanna se estremeciera, pero no respondió nada, solo volvió a besarlo. Esa confianza en ella era algo tan nuevo e inesperado, no supo cómo comportarse ante ello.

—Me voy a duchar. —Dijo al separarse, desapareciendo tras la puerta del baño sin esperar respuesta.

Cuando salió, Sean la esperaba con el desayuno puesto en la terraza, él ya había comenzado a comer y ella se le unió en silencio.

—¿Cómo debo vestirme? —preguntó.

—Cómo en cualquier otro día de verano. —Fue la respuesta, aunque para ella no significó mucho.

Finalmente se puso unos pantalones cortos de mezclilla y una camiseta suelta, junto a unas sandalias planas, no soportaba más los tacones. Frunció el ceño al ver que, ciudad a ciudad, su vestuario aumentaba y pensó que pronto necesitaría una tercera maleta.

—Hermosa. —musitó Sean antes de salir, besó su cabeza en un gesto tierno.

—Vas a hacer que se me suba a la cabeza. —Suspiró, caminando a su lado.

—Como si ya no lo supieras.

—Lo sé. Pero nunca nadie me lo decía tanto como tú. —Confesó, haciendo que Sean parará en seco.

La hizo retroceder hasta la pared y la besó con arrebato en medio del pasillo, sin importarle que estuvieran a la vista de todo.

—Les diría que se busquen una habitación... —Escucharon la voz burlona de Christopher y se separaron a regañadientes—, pero me consta que acaban de salir de una. —Dicho eso, pasó a su lado como si nada hubiera pasado.

—Imbécil. —Gruñó Sean y Leanna soltó una carcajada entre divertida y abochornada.

Siguieron el camino hacia el auto de Sean abrazados, pero sin hablar. Ese beso en medio del pasillo había alterado todas sus terminaciones nerviosas y se sentía a punto de explotar.

Sean manejó con la misma concentración de siempre, aunque a veces sentía su mirada puesta en ella. Al ver que estaban saliendo de la ciudad, suspiró, ya imaginándose donde iban.

—No tengo un traje de baño. —murmuró, Sean le quitó importancia con un encogimiento de hombros.

—No lo vas a necesitar. —Dijo, pícaro.

—Promesas, promesas. —Provocó, sonriendo.

Sean dio un frenazo brusco y aparcó a un lado de la calle. El conductor detrás de ellos dio un bocinazo en señas de protesta, pero a él no le importó.

—Que quede claro, cielo, que si aún no he hecho un avance contigo no es por no querer. —Su voz se había oscurecido, sus ojos estaban fijos en sus labios y Leanna tragó saliva.

—Tampoco por mi parte. —Confesó y era la primera vez que le decía tan directamente a un hombre que lo deseaba.

—Bien. Me alegro de tener eso aclarado. —Zanjó, antes de abalanzarse hacía ella.

Leanna lo recibió con la misma entrega de antes, pero ese beso se sentía diferente. Era un preludio a lo que vendría después y ella estaba ansiosa de que finalmente sucediera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.