A. Alexa. Lazos de odio

XIII & XIV

Anya abrió la boca varias veces, pero siempre terminaba cerrándola. No sabía si estaba más sorprendida por el exabrupto del tipo o de su reacción a sus palabras. La habían golpeado duro, llenando su mente con imágenes prohibidas, pero demasiado placenteras. No por primera vez, se preguntó si ese era un signo más de su locura.

- No quise ofenderle con mis preguntas. – le explicó, no quería ganarse un enemigo en ese pueblo. Ella ya tenía suficientes problemas como para eso. – Solamente quería saber que pasó y lamentablemente usted es la única persona que lo sabe.

Max suspiró, una sensación de déjà vu bailando frente sus ojos.

- Me disculpo. No debería tener estas reacciones con usted, es simplemente que…

¿Qué? ¿Por qué cada vez que estaba cerca de ella se convertía en un imprudente qué soltaba cualquier cosa y después se arrepentía?

Además, ella no respondió como él esperaba. Recordó la primera vez que la vio, cuando se partió de risa al romperle la sierra. Quería ver a esa mujer delante de él, no a una muchacha asustada pidiéndole disculpas, cuando era él que debía hacerlo.

- No pasa nada. Fue un error venir aquí, debería dejar todo por la paz. – se levantó del sofá como si le quemara y se apresuró hacia la puerta. Max la atrapó de la mano, impidiéndole seguir.

- Si pasa. No tenía ningún derecho de decirle estas cosas, no yo que la vi ese día y sé por lo que pasó. Es normal que quiera tener respuestas y estoy dispuesto a dárselas todas, de verdad.

Anya observó el lugar donde su mano se cerraba sobre su piel. Debería sentirse incómoda. Debería. Lo miró a los ojos y vio que hablaba con verdad, que de verdad estaba arrepentido por lo que dijo.

- Me asusta pensar en lo que pude haber hecho. No con usted, con cualquiera. Es atemorizante no recordar parte de tu día, saber que estuviste a merced de… - se ahogó con el pensamiento, la realidad de lo que pasó quebrándola. ¿Y si no hubiera sido Max quien se le acercó? Ella lo conocía poco, pero de alguna manera confiaba en que no le haría daño. Pero, un millón de cosas pudieron haber salido diferente ese día y no todas con un desenlace feliz.

De pronto se encontró entre los brazos del hombre, su calor abrigándola. Incapaz de resistirse, de pensar siquiera, apoyó la mejilla sobre su pecho y aspiró su aroma. Olía… diferente. Diferente a lo que ella estaba acostumbrada, a lo que ella conocía. Era agradable.

- No pasó nada malo. Se lo juro. – sintió la necesidad imperiosa de tranquilizarla, de borrar esa angustia de sus ojos. Ella no respondió, pero tampoco se alejó. Se quedó ahí, en sus brazos, por lo que le pareció una eternidad.

🎀🎀🎀

Pasó el resto del día en una burbuja a la cual no quería analizar. Era pasado el mediodía cuando al fin volvió a la tienda y Lía había empezado con los arreglos, por lo que se unió sin decir palabra. Trabajaron en silencio por horas, avanzando mucho más de lo planeado.

- No tengo nada con Max. – le dijo cuando el sol ya había desaparecido en el horizonte, pero ellas seguían trabajando. – No quiero que pienses que te lo oculté. – Lía no respondió, pero la estaba escuchando con atención. – Mira, hay cosas sobre mí que tal vez nunca te pueda contar. Pero eso no quiere decir que no te considere mi amiga o que no seas muy importante para mí. Simplemente, es mejor dejarlas por la paz. Pero, esas cosas que dicen sobre nosotros, no es verdad.

La joven asintió, pero seguía sin decir nada. Tanto silencio de su parte era casi tan angustiante como el hecho de que todavía podía sentir los brazos de cierto hombre alrededor suyo.

- ¿Estás muy enojada conmigo? – preguntó cuándo el silencio se prolongó demasiado, pero la otra mujer negó con la cabeza.

- Es que… Hoy te dije que yo te contaba todo y la verdad es que… no. Yo también tengo cosas que no me siento cómoda compartiendo con nadie y me siento mal por haberte reclamado. Me siento una hipócrita.

- No pasa nada. Apenas nos conocemos, Natalia. Es bueno que mantengamos algo solo para nosotros, además nadie dice que un día no estaremos preparadas para hacerlo.

Ella solamente asintió y volvió al trabajo. Terminaron bien entrada la noche, pero ambas estaban muy contentas por haber adelantado tanto.

- ¿Quizá hasta podamos abrir antes, no? – le preguntó a su jefa y esta negó con la cabeza.

- Abrimos el lunes. Si terminamos antes, tomaremos unas bien merecidas vacaciones.

Anya pensó en el concepto de bien merecidas todo el camino a casa. Se dio cuenta de que ella pasaba más tiempo andando de un lado a otro que en la tienda.

- Oye, lamento no estar tan presente como te prometí. – dijo cuando llegaron a sus casas, a punto de despedirse. Lía solamente hizo un movimiento de mano, rechazando la idea. – Estoy hablando en serio. No quiero que pienses que me aprovecho o algo así. Es que…

Ella era un problema andante y al parecer seguiría siéndolo aunque se escapara al fin del mundo.

- Me haces compañía y eso es más que suficiente. Además, no me olvidó que tus ideas de decoración van a ser un boom para mi tienda. Yo… a veces la gente piensa que soy tonta porque habló mucho y digo poco, pero no lo soy, Anya. Sé que hay dentro de ti mucho más de lo que muestras y aunque no te sientes preparada para decirlo aún, yo firmé para ser tu amiga y eso es para bien o para mal.




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