A. Alexa. Lazos de odio

XXVI & XXVII

 - Debo aceptar que es mejor de lo que teníamos pensado. – le confesó la directora del hospital tres días después, cuando se animó a presentar el proyecto. No se lo había dicho a nadie todavía, era su pequeño secreto, además no quería ilusionarse. – Pero, el presupuesto excede lo que podemos permitirnos.

- En realidad, pienso que no sería así, tomando en consideración ciertas cosas. Lo que le paga a una empresa externa, yo lo haría voluntariamente. Y, los precios que le entregué son de mercado, pero podríamos llegar a un acuerdo con los proveedores, podríamos recortarlos un poco. – tomó aire, la cara de la mujer no cambiaba, todavía no se sentía convencida. – Mire, sé que usted trabajó por años con esa empresa y la verdad es que no deseo quitarles trabajo. Pero, ahora estoy viviendo aquí y siento que debería hacer algo por el pueblo. Me estoy ofreciendo de todo corazón. Con el evento adecuado, podremos hacer mucho por el hospital, más aún que si hacemos un evento privado como tenían pensado.

Se apoyó en la silla, dejando que la directora pensara en sus palabras.

- Está bien. Tráeme los detalles precisos en una semana, porque es la fecha límite que tengo para empezar con la organización. Si puedes realizar todo lo que propones, el proyecto es tuyo.

 Anya salió apresuradamente, no quería darle tiempo de arrepentirse. En su cabeza estaba ya planeando como haría todo y un viaje a la capital estaba inminente. Lo sabía y se había mentalizado para eso. Pero ahora que era una certeza, no se sentía tan confiada como antes.

- ¿Qué hacías aquí? – dio un respingo al escuchar la voz y miró ceñuda a Max.

- ¿Ahora te dedicas a seguir a la gente?

- Si es la única manera que tengo de hablarte. – la tomó del brazo, deteniéndola. Anya se negó a mirarlo a los ojos, esos eran su debilidad. Aunque, si era sincera, todo él era su debilidad. En fin, todo aquello lo hacía para ayudarle a él, aunque le seguían doliendo sus mentiras. - ¿Me vas a ignorar por siempre, Anya?

- Es que no tenemos nada que hablar, Max. Creo que nos lo dijimos todo esa noche. – musitó.

- Hay mucho más que decir, lo sabes. Mírame. – levantó su mentón con la mano y ella se encontró perdida en su mirada. – No puedes terminar lo nuestro por un error, ¿sí? Sé que me equivoque al no decirte nada, pero… Fui egoísta y lo sé. Solo quería un poco de felicidad a tu lado.

- No se trata de eso, Max. ¿No lo ves? Ambos nos mentimos, ambos ocultamos parte de nuestra vida, inventamos una persona para que le guste al otro. ¿Cómo podemos seguir adelante sabiendo eso?

- No inventé nada. Soy el mismo hombre que conociste, con el que pasaste tanto tiempo. No fingí ni un solo momento.

- Yo sí. – aceptó. – Llevo fingiendo ser alguien que no soy por demasiado tiempo. Contigo, con todos. Lo siento, pero… Pensé que podría empezar desde cero, pero no puedo. Hay mucho que me ata a mi pasado y no quiero arrastrarte conmigo. – se zafó de su agarre y salió casi corriendo.

Él no la siguió. Había aprendido que hacerlo no servía de nada. Anya daba de sí lo que ella quiera, cuando ella quería. Lo supo desde el primer momento, se enamoró de ella sabiéndolo. Ahora solo le tocaba esperar que ella volviera a confiar en él. Porque si de algo estaba seguro, era que su historia no terminaba aún.

🎀🎀🎀

El bullicio de la ciudad la golpeó cuando salió del aeropuerto. Había planeado su visita con prisas, porque no soportaba aplazarlo más. Quería terminar con todo de una vez, le urgía volver al pueblo, a su tranquilidad.

El taxi la esperaba a la salida del terminal y se subió en silencio, simplemente indicándole la dirección al chofer. Se sentía ansiosa, mirando a todas partes para ver si podía percibir una amenaza. Era estúpido, lo sabía. La capital era enorme, las probabilidades de encontrarse con alguien de su pasado inmediatamente eran nulas, pero era algo más fuerte que ella.

Cuando el auto se detuvo al fin, salió con prisas, arrastrando la pequeña maleta que trajo consigo. Si él portero la reconoció, no dio señales de ello. Simplemente llamó a la dueña del piso al que iba y le indicó el camino con un ademán.

Solo cuando estuvo dentro del apartamento de su tía, pudo relajarse. Los brazos de Carolina la envolvieron de inmediato, las lágrimas mojándole la camiseta.

- No puedo creer que estas aquí. – le dijo entre sollozos, aun abrazándola.

- Quítate mujer, que yo también quiero abrazar a la pequeña. – Anya prácticamente saltó a los brazos de su tío. Le dio la bienvenida a la sensación de seguridad que asociaba con Andrés, desde que era una niña pequeña.

Esas dos personas la criaron, eran su puerto seguro cuando las llamas del infierno que vivía en su casa se volvían demasiado calientes. Les debía todo, cada recuerdo feliz estaba ahí gracias a ellos. Y sabía por Carlos que eran los únicos que nunca dejaron de buscarla, que nunca se creyeron una palabra de lo que decían sobre ella.

- Los extrañé tanto. – les dijo después, cuando todos se calmaron un poco. – Gracias por no darse por vencidos conmigo. – Caro volvió a abrazarla y ella se entregó a ese abrazo lleno de amor.




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