A. Alexa. Lazos de odio

XXXII & XXXIII

Tuvo que viajar a la capital a mitad de la semana siguiente, dejando a Lía para que ultimara los detalles del evento. Era ese fin de semana y aunque se sentía mal por dejarlos en ese momento, la audiencia por la custodia de su hija era más importante.

Al final, el juez no dio su sentencia ese día, diciéndoles que informaría a sus abogados de su deliberación. Los suyos eran optimistas, al final, ella era la madre de Naya y si bien no pudieron demostrar aun que Adelaide se la había quitado, su hermana tampoco podía demostrar que Anya estaba institucionalizada, sin implicarse a sí misma. Anya temió que esos ataques continuos hicieran que el juez decidiera en contra de ambas, pero le habían dicho que era imposible que eso sucediera, que tuvieron la suerte de tener un juez justo, a quien le importaba el bienestar de los niños por encima de todo.

Nadie sabía cómo había pasado la audiencia privada con Naya, era algo que mantenían en secreto, pero Anya no se hacía muchas ilusiones al respecto. Si bien la niña parecía aceptarla como su tía, ella conocía a Adelaide de toda su vida, creció llamándola mamá.

Su humor había decaído para cuando volvió al pueblo, le molestaba no poder ver a su hija ya que la prohibición seguía en pie mientras decidían sobre la custodia. En un momento pensó en hablar con el exesposo de Adelaide, pero al pensar en Max y en lo similar que estaba su situación a la de ese hombre, decidió no darle falsas esperanzas aun.

Pasó primero por el hospital, sintiéndose culpable por dejarlos tirados. Al ver que Lía logró llevar a cabo todo según lo planeado, se tranquilizó un poco.

- Está quedando muy bien. Va a ser el mejor evento que este pueblo tuvo oportunidad de presenciar. – le dijo su amiga, entusiasmada.

Ella todavía no había vuelto a su casa, permanecía en la cabaña de Carlos, aunque Anya sabía que el agua se había tranquilizado hace días y ya podían empezar a trabajar en ello. Pero era el tema de ellos dos, no se metería.

- Espero que sí. Apostamos mucho en esto, sobre todo Max. – se entretuvo observándolo todo, pensando en que más podría hacer. Pero, tenía que aceptar que todo estaba listo, que ahora solamente tocaba esperar.

Salió junto a Lía, pero declinó su oferta de llevarla a casa. Su coche seguía en el edificio de Max, porque él la había llevado al aeropuerto a las afueras de la ciudad, así que caminó hasta ahí.

- ¿Me puedo quedar contigo esta noche? – preguntó apenas abrió la puerta y él la recibió con un beso.

- Mi familia viene mañana por la tarde, así que si estás preparada para conocerlos, por mí no hay problema. – ella hizo una mueca, sabía que ellos vendrían para el evento, pero no se sentía lista para conocerlos. Además, tenía malas experiencias con las suegras.

- Creo que me iré temprano entonces. – él no dijo nada, no dejo ver si estaba decepcionado o no. Eso hizo que lo amara un poco más, aunque se sentía mal porque él estaba dando todo de sí y ella seguía recelosa.

Se quedó dormida apenas tocó la almohada, los brazos de Max envolviéndola.

Un ruido la despertó más tarde.

- Shh, sigue durmiendo. Seguro es uno de los vecinos. Ahora vuelvo.

Ella murmuró algo y se volvió a dormir enseguida, el cansancio ganándole. Max abrió la puerta y se quedó pasmado al ver a su madre al otro lado. Retrocedió un poco para poder ver el reloj de la sala, marcaban las dos de la madrugada.

- Se le ocurrió que podríamos sorprenderte. – le dijo su hermana dándole un beso, sus padres ya instalados en el sofá. – Sabes que no tiene muy buen ojo para las sorpresas.

Max seguía aturdido veinte minutos después cuando se pusieron a discutir sobre donde dormirán.  Fue su madre quien tomó la delantera y se encaminó hacia la habitación principal, esa que siempre tuvo la cortesía de prestarle.

- Mamá, no… - dejo de hablar al ver que ella desaparecía por la puerta, para volver segundos después mandándole dagas con los ojos.

- ¿Por qué está una mujer en tu habitación, Max?

Él arqueó una ceja, preguntándose si iba en serio con esa pregunta. Negó con la cabeza casi riendo, sabía que no le iba a hacer gracia conocer a Anya, menos encontrándola en su cama, en la mitad de la noche. Se sorprendió al darse cuenta que no le importaba mucho. Estaba, por primera vez, haciendo algo solamente por su felicidad, no permitiría que nadie se lo arruinara.

- Papá y tú pueden tomar la habitación de invitados. – dijo, ignorando su pregunta. – Tam, te puedes arreglar con el sofá por la noche, mañana vemos. – su hermana asintió, todavía tratando de reprimir la risa por la reacción de su madre.

Cuando todos se arreglaron, volvió a su habitación, metiéndose en la cama junto a Anya. Pensó en despertarla y prepararla para el mañana, pero no tuvo corazón para hacerlo. Se le notaba que no le fue bien en la capital y ella había venido a él por apoyo, lo menos que podía darle era una noche de descanso.

🎀🎀🎀

Era tarde cuando despertó y se sintió decepcionada al ver que Max no seguía a su lado. Se levantó a regañadientes y sacó de su bolsa de viaje un cambio de ropa, se tomó su tiempo para arreglarse antes de salir a buscarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.