— Vaya, que sorpresa. — Milena sonrió a Logan, estaba sentado detrás de su escritorio, este estaba lleno de papeles y varias tazas de café. Cerró la puerta a su espalda, dejando atrás el murmullo de la sala común y los gritos de los adolescentes que hacían de ayudantes de Logan.
— Me aburro en casa. — confesó, dejándose caer en la silla delante de él.
— ¿Y eso?
— No lo sé. Novak sigue encargándose de su asunto y Viktor... bueno, él me ignora de pleno.
Logan frunció el ceño.
— ¿No te habla?
— No. — su voz se llenó de pesar, pero Logan hizo como que no se daba cuenta. Ella se lo agradecía. — He estado pensando... ¿Qué te parece si le montamos un consultorio a Sofía?
Esa idea le daba vueltas desde hacía unos días, pero no pensó en compartirla con nadie hasta ese momento.
— No sabía que te caía tan bien Sofía.
— No me cae bien. Es una entrometida de lo peor. Pero... escúchame. Nadie tiene como conectarla con nosotros, no la conocen. Y tal vez sería muy conveniente tenerla en el pueblo, quizá alguien quiera llorar sus penas.
Hizo un movimiento con las cejas, divertida.
— Vale. Quieres ponerla como una infiltrada. Sutil.
— No tan así. Es una apuesta que no tenemos por seguro ganar, pero al menos la quitaría de mi casa.
— ¿Pasa algo?
— No. Es solo... una sensación.
Una sensación que era cada día más fuerte. Algo no le gustaba, no se sentía cómoda teniéndola ahí en la casa, merodeando. Pero, no lo compartiría con nadie aún, quitándola del camino se daba por servida.
— Sofía le es leal a Novak, Milena. No te confundas.
— Ya sé que es leal a Novak. Me preocupa que no me sea leal a mí. — espetó. — No me hagas caso, son ideas mías. Pero, sigo pensando que lo del consultorio nos vendría bien.
— Ahí tienes razón, podría ser útil. Además de darle a ella algo más para hacer que estar encerrada en la colina.
— Hay peores lugares donde estar encerrado.
Logan se levantó, caminó hacia ella y se apoyó en el escritorio, quedando delante de la mujer. Milena tuvo que levantar un poco la cabeza para mirarlo a los ojos, lo que vio en ellos la dejó perpleja por un instante.
— ¿Alguna vez...?
— Logan... — susurró, levantándose de prisa, casi chocando con él en el proceso.
Logan estiró las manos para agarrarla y estabilizarla, luego las mantuvo ahí, en sus brazos.
— No lo hagas. — pidió, rogándole con la mirada que la deje ir. Él era el único que desconocía las partes oscuras de su vida, no quería su lástima también.
Logan la conocía como Milena Montréal, la mujer fuerte y decidida que estaba dispuesta a todo con tal de salirse con la suya. Milena Fuentes no era alguien a quien quería que él conozca.
— Solo... perdón. — él retiró las manos, dando un paso hacia atrás. — No quería incomodarte.
Milena negó con la cabeza, quitándole importancia al asunto.
— ¿Me puedes ayudar con el tema de Sofía? Necesito un local lo antes posible.
Logan asintió, volviendo a su asiento, tomando algo entre el montón de papeles.
— No sé cómo puedes encontrar cualquier cosa en ese desastre. — mencionó de pasada, viendo como rebuscaba con ahínco. El momento tenso había pasado.
— Hay orden en mi caos. Espera. — pidió. — Acá tengo la carpeta de la agencia inmobiliaria, quizá hay algo que te interese.
— Se lo voy a dejar a Derja, confío en que encontrará algo interesante. — miró el reloj dorado en su muñeca, esbozando una sonrisa. — Ahora tengo una cita.
La mirada de Logan se endureció por un breve instante, pero Milena lo dejó pasar.
— Nos vemos. — murmuró. Milena caminó hacia a la puerta, después se detuvo, regresando hacia donde estaba sentado su amigo y dándole un beso en la mejilla.
— Gracias.
Logan asintió, pero no dijo nada más hasta que ella salió de su oficina.
🥀🥀🥀
El parque estaba medio vacío a esa hora, observó Milena. Había pocos rezagados, pero nadie importante, nadie que la reconociera. Los adolescentes que estaban por ahí no tenían como saber su historia, eran demasiado jóvenes para recordar el escándalo que provocó su huida.
Se dejó caer en el banco donde tantos días atrás se había visto con Cara y Martín, esperando por su llegada.
Su cuerpo entero temblaba de algo que reconoció como expectación, pero se obligó a que no se le notara. No podía ser tan obvia.
Giró un poco cuando alguien se dejó caer a su lado, sonrió al reconocer el hombre que le robaba el sueño todas las noches, convirtiéndolos en dulces pesadillas.