A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

6

Manejó siguiendo las indicaciones que le había mandado Martín la noche anterior, mientras rememoraba su conversación con Sofía.

La mujer se había mostrado abiertamente hostil ante la idea de dejar de trabajar exclusivamente para Novak, pero Milena supo convencerla.

— ¿Por qué haces esto? — le había preguntado, consciente que había algo detrás de su propuesta repentina.

— Porque más temprano que tarde alguien va a saber de ti. Y todos se van a preguntar qué hace una psicóloga viviendo con un mafioso, por qué te necesitamos. Y eso es una pregunta que no queremos responder, ¿verdad? — había sido su respuesta, engañosamente suave.

No le había gustado que Sofía cuestionara su decisión, había hecho un muy buen trabajo imponiendo su autoridad más allá de ser la mujer del jefe, pero al parecer para la psicóloga todavía no estaba lo suficientemente claro.

— ¿Y no crees que será sospechoso que aparezca de repente?

— Los muchachos se encargarán de tu historia, tranquila. Además, este es un pueblo donde ir al psicólogo es una muestra de poder y dinero, ¿sabes? Así que tal vez pueda sernos útil también.

— ¡No! No pienso arriesgar mi carrera por...

— Tu carrera se fue al piqué hace mucho tiempo. — espetó, haciendo que Sofía frunciera el ceño. — La única razón por la que sigues teniendo tu licencia y puedes trabajar es gracias a Novak. Ahora no me vengas con tu moral falsa.

Sofía frunció los labios, disgustada, pero no dijo nada. Sabía que Milena había ganado esa batalla.

— ¿Voy a tener que mudarme?

— Veremos cómo te va en el pueblo. — zanjó la conversación.

Ahora, después de una noche reparadora de sueño, seguía pensando que no le había gustado para nada la reacción de la mujer. No le gustaba su comportamiento, pero sabía que ella era muy importante para Novak y Viktor, por lo que no podía echarla de sus vidas sin más. Pero si podía mantenerla vigilada.

La casa de Martín estaba al extremo opuesto de la suya, en la periferia de la ciudad. Había pedido a Dmitri que se quedará en un bar cercano, no le parecía justo arrastrarlo con ella. El hombre protestó, pero finalmente aceptó.

Aparcó el coche un poco más lejos de la casa, dándose el placer de caminar y respirar aire fresco. Su propia casa estaba en medio de la naturaleza, pero ahí nunca se sentía completamente en paz.

La estructura era pequeña, pero le pareció adorable desde donde estaba parada. Estaba completamente a tono con el paisaje que la rodeaba, como una casita de un cuento de hadas en medio del bosque.

Martín salió cuando estaba a medio camino de la entrada, sonriendo. Llevaba puesto un pantalón y una camiseta simple, manchada de pintura. Algo dentro de ella se removió al verlo, ahí, en su hábitat natural, era más impresionante que nunca.

— Bienvenida. — musitó, bajando los escalones para acercarse a ella, robándole un beso que le supo a promesa muy placentera.

— Es muy lindo aquí. — dijo sobre sus labios, poniéndose de puntillas para echarle los brazos alrededor del cuello.

— Tenía que replicar al cien por ciento la imagen de artista bohemio. — bromeó. — Al parecer, vivir fuera de la civilización es parte fundamental de eso.

Milena se alejó, pero él rápidamente tomó su mano para llevarla dentro.

Ahí, el olor de pintura era intenso y las paredes estaban cubiertas por cuadros espectaculares. No tenía que preguntar para saber que eran obra del hombre que tenía a lado, de alguna manera extraña parecían gritar su nombre.

— Así que eres artista... ¿contemporáneo? — desempolvó los pocos conocimientos de arte que tenía, para ser la prometida del alcalde había sido fundamental saber de todo un poco y poder llevar una conversación con cualquier persona.

— No me gusta encasillarme en un estilo concreto. — confesó este, llevándola hacia la cocina, donde le hizo una seña para que se sentará, mientras él proseguía con la preparación de la comida. — Es un poco contradictorio hacerlo y jactarse de ser un alma libre, ¿no crees? Hago de todo un poco.

Milena asintió distraída, estaba absorta en el movimiento de sus manos mientras cocinaba. Ver a un hombre hacerlo le era una novedad: Ramiro nunca se habría acercado a la cocina aunque lo obligarán y Novak simplemente no tenía tiempo para cosas tan mundanas.

— ¿Necesitas ayuda? — preguntó, saliendo de su estupor e hizo ademán de levantarse. Martín negó con la cabeza.

— Eres mi invitada.

— Vale. — se volvió a quedar callada, observándolo.

— ¿Qué pasa? — inquirió este a cabo de unos minuto, al ver que ella parecía algo extrañada con la situación. — ¿Qué pensaste? ¿Qué te voy a llevar directo a mi cama, terminar el trabajo y cada quien a su casa? — aunque era una pregunta legítima, ella ni siquiera había pensado en qué esperaba de ese encuentro. Había seguido un impulso.

Martín apagó la estufa y se limpió las manos antes de acercarse a ella.




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