Novak llegó el día siguiente al mediodía. Su semblante era sombrío, pero sonrió al verla.
— ¿Cómo te fue?
— Agotador. Odio a la gente que no sabe hacer bien su trabajo. — espetó, tirando su saco sobre el brazo del sillón y sirviéndose un vaso de vodka.
— ¿Pudiste arreglarlo? — el hombre enarcó una ceja. — Claro que sí pudiste hacerlo.
— ¿Novedades?
Milena suspiró antes de proceder a contarle todo lo que había sucedido en su ausencia. Cuando llegó al tema de Sofía, él frunció el ceño.
— No me lo mencionaste. — acusó, pero Milena solo se encogió de hombros.
— Se me ocurrió de repente. No pensé en molestarte con una nimiedad como esa. — supo que había escogido las palabras perfectas cuando sus facciones se suavizaron.
— Si puede compaginarlo con el trabajo aquí, por mí no hay problema. — decidió, justo en el momento que la susodicha entraba en la sala.
— Señor. — saludó con una nota de respeto en su voz.
— Ven, querida. — la invitó Milena, con una sonrisa de oreja a oreja. — Justo le decía a Novak lo contenta que te pone la idea de un consultorio. — dijo, entusiasmada, haciendo que Sofía frunciera los labios, pero no se atrevió a contradecirle. — Creo que merece un espacio personal, amor, después de todo lo que hizo por nosotros.
— Claro que sí. — estuvo de acuerdo Novak. Sofía seguía en silencio.
— Justo hoy pensaba ir con Derja para ver algunos locales. ¿Quieres venir? — preguntó, aunque sabía de antemano la respuesta.
Por alguna razón que desconocía, Derja y Sofía no se soportaban mutuamente. Las cosas entre ellas ya estaban mal cuando ella llegó a sus vidas y a partir de entonces solo habían empeorado.
Se sintió satisfecha al ver que estaba furiosa por dentro, pero seguía sin dejar salir sus emociones.
— Tengo una sesión. — explicó, declinando su invitación.
— No te preocupes. Vamos a encontrar algo que te va a encantar.
— No se olvide que tenemos una sesión nosotras también en la noche. — contraatacó, segura de que no se negaría delante de Novak.
Milena casi soltó una risa ante su intento de molestarla, pero aunque Sofía era buena en su trabajo, todavía no la tenía calada.
— Claro que no. Ahí me tendrás. — aseguró, con una sonrisa en el rostro.
Novak ladeó la cabeza con interés cuando Sofía salió de la habitación. Iba a preguntarle algo, pero ella se le adelantó.
— ¿Cómo está Irina?
— ¿Por qué asumes que la vi?
— ¿Pretendes que me crea que estuviste en las sedes y no la viste? Dame un poco más de crédito, por favor.
— Está bien. — aceptó al final, resignado tener esa conversación incómoda. — Como siempre.
— Me alegro de que esté bien. — dijo, con absoluta sinceridad.
Irina era la hermana de Nikita, el jefe de otra sección de su organización. Estaba casada con un capo italiano, pero vivían vidas separadas. Su matrimonio era un simple trámite, él seguía llevando las riendas de una parte de la mafia italiana y ella era una de las jefas de la rusa. Su enlace era solo una garantía de sociedad permanente, aunque todos sabían que en algún momento una de las partes cometería una estupidez que ni esa alianza podría arreglar.
Novak había estado enamorado de Irina desde que eran unos niños y le fue difícil aceptar su compromiso, aunque eso no había cambiado mucho las cosas entre ellos.
Milena había aceptado, cuando se casó con él, que la otra mujer sería siempre la dueña de su corazón, aunque nunca podrían estar juntos abiertamente sin arriesgarse a iniciar una guerra entre mafias.
— Voy a descansar. — Novak se levantó y desapareció por la puerta, dejándola pensativa.
Había conocido a Irina cuando llegó a la sede, fue la primera en ofrecerle una mano amiga a una niña destrozada. Había hecho mucho para convertirla en la mujer que era y su matrimonio con Novak le había parecido una traición a su bondad.
Pero finalmente, fue la misma Irina quien le explicó la dinámica de la mafia, las relaciones y las reglas por las que se regían. Ahora ya no se sentía culpable, disfrutaba su relación con Novak a pleno y había perdido el contacto con Irina, pero ambas sabían que siempre tendrían una aliada feroz en caso de que fuera necesario.
— Señora. — la voz de Dmitri la sacó de sus pensamientos. — ¿Va a ir a la ciudad?
Milena parpadeó, regresando al presente y frunció el ceño al no ser capaz de recordar a qué se refería Dmitri.
— Dame cinco minutos. — pidió, sin dejar entrever su confusión.
Novak estaba ya en la cama medio dormido cuando entró a por sus cosas. Trató de no molestarle, había notado el cansancio en sus ojos y supo que había pasado algo en la sede que lo tenía así.