A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

8

Aparcó en el mismo lugar de la última vez que estuvo ahí y fue a pie lo que quedaba del camino. Martín no la esperaba en el porche como la última vez, estaba detrás de la casa y salió desde un lado para cuándo estaba subiendo las escaleras.

La agarró por la cintura, juguetón, antes de darle un beso de bienvenida. Ella se apoyó contra él, olvidándose que estaban en medio de las escaleras y haciéndolo tropezar.

Él se apoyó en la barandilla sin dejar de besarla.

— Parece que me extrañaste. – murmuró contra sus labios, temblando por su arrebato pasional.

— Mucho. — Martín no tuvo vergüenza en admitirlo, no se avergonzaba de las sensaciones que le despertaba esa mujer. Se había metido bajo su piel con una rapidez asombrosa.

— Yo también. — confesó ella, volviendo a reclamar sus labios.

Caminaron así abrazados hasta entrar en la casa, apenas pasaron por la puerta la tomó en volandas para subir las escaleras casi corriendo.

— ¿Hoy no hay almuerzo? — bromeó Milena cuando entraron en su habitación y Martín se dejó caer sobre la cama con ella aún en brazos.

En un rápido movimiento se posicionó sobre ella, sin dejar de rozar sus labios.

— Tú eres mi almuerzo. — señaló, empezando a juguetear con los botones de la camisa que llevaba. — Me vuelves loco.

Milena se quedó paralizada ante esa confesión, no se esperaba a que las cosas entre ellos escalaran tanto, tan pronto.

— Soy un huracán, Martín. — aceptó, pero por la sonrisa que vio en su rostro entendió que él había malinterpretado sus palabras.

— Lo sé. Desde el primer momento que te vi supe que me volvería adicto a ti.

— Yo...

— Sh... Déjame volverme loco contigo, dejarme llevar por tu locura.

— Tú también me vuelves loca. – aceptó, desistiendo en su intento de aclararle a que se refería con sus palabras anteriores.

Cuando él volvió a besarla, pensó que ni siquiera importaba cualquier cosa que quería decirle.

🥀🥀🥀

Después de una sesión de sexo sudoroso y divertido, se encontró vestida de nuevo, viéndolo mientras preparaba algo de comer. Podría acostumbrarse a eso, pensó.

— Podría venir cada día por tu comida. – bromeó, señalando el plato humeante que estaba decorando con algunas hojas de perejil.

— ¿Solo por la comida? — Martín hizo un movimiento sugerente con las cejas, deslizando el platillo hacia ella.

— Bueno, si tuviera que elegir... — siguió con su broma.

Ahogó una exclamación cuando él se acercó y giró bruscamente la silla para poder besarla.

— ¿Podría convencerte de lo contario? – preguntó a un centímetro de su boca, tentándola.

Milena se rio, negando.

— Quita, déjame comer. — pidió, riendo a carcajadas.

— Me siento usado. Y no de la manera que quiero. – regresó a su lado de la mesa, fingiéndose ofendido.

Milena lo ignoró, pero cuando terminó de comer llamó su atención con un carraspeo. Tarde se dio cuenta de que no fue necesario hacerlo, porque la había tenido todo el tiempo.

— Quería pedirte algo. — mencionó como si no tuviera importancia, aunque la idea estuviera rondándole la mente desde la primera vez que entró en su taller.

— Lo que quieras.

— Me... ¿me enseñas a pintar? — las palabras le salieron atropelladas, tanto que Martín tuvo que hacer un esfuerzo en entender su petición.

— ¿Quieres que te dé clases? — repitió, sin estar seguro de haber entendido bien.

— Digo, no me quiero convertir en una artista o profesional o algo... solo... como un hobby. — explicó. — Olvídalo, es una tontería. Seguro no tienes tiempo para mis tonterías.

— Hey. — la llamó, cayendo de rodillas ante su silla, tomando sus manos. — ¿Qué fue eso?

— ¿Qué cosa?

— Tú no te pones nerviosa, Milena. ¿Por qué te está costando tanto pedirme algo?

— Nada. Es que... no quería molestarte.

Él negó con la cabeza.

— Sería un placer. — ella lo miró con algo parecido a las lágrimas en sus ojos.

— ¿En serio?

— Solo dime cuándo quieres empezar.

— Lo haría hoy mismo, pero no puedo. ¿Te llamo mañana?

— Mañana será.

🥀🥀🥀

— Te extrañé. — le confesó a Novak esa noche mientras acariciaba el dorso de su mano. Estaba apoyada en su pecho, con las manos del hombre metidas en su pelo, jugueteando con él.




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