A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

18

Pasó el día envuelta en sus pensamientos, iba por todos lados, arreglando problemas y creando otros, sintiendo todo el tiempo el cuchillo de la traición clavarse más y más hondo en su espalda. Para cuándo llegó la noche ya había penetrado por completo su piel, llegó a sus entrañas y la desangró por completo. Y no era por ella, se dijo a sí misma mil y unas veces, era por Novak y por Viktor.

— Ya sabes lo que tienes que hacer. — recordó a Dmitri antes de abrir la puerta del auto y salir, aún con la misma ropa de la tarde. El guardaespaldas asintió, aunque en sus ojos podía notar la duda, pero lo ignoró.

Sabía que Dmitri nunca iría en contra de ella, no porque le fuera leal o cualquier otra cosa, sino porque sabía que ella tenía el poder de destruirlo con solo una palabra. Él fue la primera persona que aprendió a controlar de esa manera y ese lazo la llenaba de satisfacción. Saber que alguien no le haría daño simplemente porque ella tenía el control sobre su futuro.

La actividad en el centro comercial era baja de noche, pero se aseguró de que unas cuantas personas la vieran, además de pasar delante de la cámara que daba al consultorio. Tocó varias veces y aunque escuchó la respuesta de Sofía, fingió no hacerlo. Después de quinto toque, abrió la puerta y entró despacio, tanteando el lugar. Solo cuando cerró la puerta detrás y se apoyó en ella, esbozó una sonrisa.

— Estuve pensando en lo que me dijiste hoy. — habló, echando el pestillo y dando un paso en dirección a la doctora.

— ¿De verdad? — Sofía se levantó de donde estaba sentada e hizo ademán de acercarse, pero Milena la detuvo en seco.

Una sombra de incomprensión cruzó sus ojos y su mano tembló levemente, pero se mantuvo erguida delante de ella.

— Sí. ¿Y sabes que me parece? — cuestionó, dejando su bolso en el sillón.

— Puedes decírmelo.

— Me parece que fue una jugada perfecta de tu parte. — dijo finalmente, a solo unos pasos de Sofía, tan cerca que pudo ver el terror en su mirada aunque intentaba ocultarlo. — ¿Desde cuándo estás enamorada de mi marido? — hizo énfasis en la última palabra, disfrutó viendo como palidecía al sentirse descubierta.

Dio un paso atrás, chocó con el escritorio que tenía a sus espaldas y apoyó una mano sobre él, en busca de soporte. Milena no se movió de donde estaba parada.

— No sé de qué me estás hablando. — se las arregló para decir, desafiándola con las palabras, pero su mirada delataba el miedo que sentía.

Ella sabía lo que significaba la traición en la familia Montréal y la suya estaba tan reciente y tan abominable que pesaba sobre ellas como una espada a punto de caer y cortar cabezas.

— No seas estúpida. — espetó, mirándola con desprecio. — Y no me quieras ver la cara de estúpida a mí. Ya sabes que de aquí solo una va a salir con vida, así que no veo porque no hablarnos con la verdad.

Ahí, el semblante de Sofía cambió completamente, el miedo se hizo evidente en cada una de sus facciones, en el temblor de su cuerpo y en cómo se encogió sobre el escritorio, buscando una salida que sabía no existía.

— Sé que estás enamorada de Novak y que estás usando a Viktor para permanecer a su lado. Sé que me odias desde el primer día y que me quieres lejos de ellos. Por eso, no me sorprendió enterarme de que estás compinchada con Ramiro, pero, ¿en serio? Caer tan bajo como para aliarte con ese insecto. — soltó una risa incrédula, retrocediendo un paso.

Sofía se vio momentáneamente aliviada, pero no le duró mucho, volvió al palidecer al ver el cuchillo que Milena sacó de su saco y empezó a juguetear con él.

— No me alié con nadie. — intentó.

— Lo vi saliendo de tu consultorio hoy mismo. ¿Acaso vino a una consulta, Sofía? O, ¿acaso un pajarito le contó que me sentía dividida en relación con mi hermana? Eres la única que lo sabía, maldita perra.

La furia que destiló su voz hizo que la doctora diera un respingo, aún con los ojos fijos en el cuchillo en sus manos.

— Yo... no le dije nada a nadie. — insistió.

— ¡Deja de mentirme, idiota! — explotó, acercándose de una zancada a ella y tirándole del pelo.

Sofía ahogó un grito ante el tirón, pero un par de lágrimas se escaparon de sus orbes.

— ¿Qué clase de psicóloga eres? Todavía no me conoces, ¿verdad? No me hagas enojar más de lo que ya estoy.

La soltó bruscamente, volvió a alejarse, poner distancia era imperativo si no quería explotar antes del tiempo y perderse toda la diversión.

— ¿Me vas a matar?

Aplaudió ante su pregunta, con una mueca burlona adornando su rostro.

— Bravo, doctora.

— Entonces, hazlo ya. Déjate de estupideces, ahórrame tener que escucharte.

Milena negó con la cabeza, divertida.

— ¿Quieres morir? Tranquila, ya llegaremos a ello.

Se sentó en el diván donde tantas veces le había abierto su mente a la traidora, a pesar de sus reparos con ella como persona, nunca dudó de su ética como doctora, aun sabiendo su reputación.




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