A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

19

Novak llegó al anochecer, subió directamente a su habitación. Ella llevaba un vestido negro y estaba sentada en la cama, esperándolo. Se levantó al verlo, corrió a besarlo y se abrazó a él. Novak la recibió gustoso, prolongó el beso hasta dejarla casi sin aire, solo entonces la soltó.

— Te extrañé. — aceptó, aún con los brazos rodeándola.

— Yo también. — confesó. — ¿Todo bien en Bornea? — indagó, aún sin esperar una respuesta.

— Algo así. — se sorprendió al escuchar eso, pero no insistió. — ¿Se sabe algo de Sofía?

Con sinceridad, Milena había esperado una reacción más... vivida. Novak parecía demasiado frío, tomando en cuenta cuánto había valorado la presencia de Sofía en sus vidas.

— No. Nadie me habla y ya sabes que no puedo inmiscuirme demasiado, porque no saben que nos conocíamos tanto. Aunque, estoy esperando que me contacten de la policía.

Novak se estaba desvistiendo y se detuvo a la mitad, poniendo su atención en ella.

— ¿Por qué?

— Estuve ahí anoche. Fui a por una sesión después de lo de Alina, pero no la encontré. Seguramente me grabaron las cámaras o alguien me vio.

— Bien. Diles eso y ya está. Fue tu terapeuta, después de todo.

— Claro. ¿Quién haría algo así? — preguntó finalmente, sentándose a la orilla de la cama.

— No lo sé. ¿Tenía clientes? — Milena asintió. — Tal vez alguien contó algo de lo que se arrepintió y quiso callarla. — se encogió de hombros, con desinterés.

— ¿Quieres que lo investiguemos?

— Ya lo hará la policía. Déjalos. Si no tuvo nada que ver con nosotros, es su problema.

Milena no creyó que todo le saliera tan fácil, pero no comentó nada más. Novak quedó solo en el bóxer y rebuscó en el armario para cambiarse.

— ¿Se lo dijiste a Viktor? — giró hacia ella, con una camiseta en sus manos.

— Te estaba esperando.

Novak asintió, se acercó para besarla y fue a la ducha.

— Lo haremos después. — desapareció en el baño y Milena soltó un suspiro, confusa con la situación.

🥀🥀🥀

La policía tocó su puerta a la mañana siguiente y agradeció haber descansado antes de enfrentarse al detective a cargo. La noche anterior le habían comunicado la noticia al Montréal menor. Viktor se la tomó con su mutismo habitual, hasta que Milena y Novak salieron no dio siquiera señales de haberlos escuchado. Esa mañana, también, estaba encerrado en su habitación, pero parecía estar bien, dentro de lo que cabía.

Abrió la puerta en persona y sonrió al ver al detective Suárez del otro lado de la puerta. Él imitó su sonrisa y, si aún fuera la mujer de antes, se habría estremecido del miedo ante ese gesto.

— Oficial. — saludó, olvidando a propósito su rango, esperando con ansias ver el fastidio en sus facciones, antes de corregirla:

— Detective. — escupió, ella hizo un ademán con la mano quitándole importancia.

Lo vio tragar con fuerza, pero no hizo ningún comentario al respecto, lo que solo le indicó a Milena que se reservaría su castigo para más tarde.

— Imagino que ya estás enterada de la muerte de la doctora...

— Sí, sí. — lo interrumpió adrede, disfrutando como nunca irritarlo.

— Entonces ya sabrás por qué estoy aquí. — dijo con petulancia, Milena fingió pensárselo un momento.

— Creo que soy capaz de hacerme una idea.

— Fuiste la última persona en verla con vida. — soltó sin rodeos, seguramente buscando una reacción.

— Dudo mucho que eso sea cierto, porque la última persona en verla con vida debería ser aquella que la mató y estoy convencida de que yo no fui. — puntualizó, sacándole una sonrisa al oficial que se encontraba detrás de Suárez. Ni siquiera se había percatado de su presencia hasta ese momento.

— ¿Por qué no seguimos está conversación en algún lugar más cómodo? — inquirió el detective.

Se golpeó con la palma abierta en la frente, a la vez que exclamaba:

— ¡Qué horror! ¿Dónde estarán mis modales? Pasen, pasen. — se movió un poco al costado para dejarlos pasar, pero Suárez negó.

— Me refería a un lugar como la comisaría, Milena. — explicó, con una sonrisa perversa, creyéndose ganador de esa contienda.

Su compañero fue el primero en sorprenderse, pero no dijo nada, solamente negó con la cabeza en su dirección.

— Claro que sí. Inmediatamente después de que me muestre una orden de aprehensión, me lea mis derechos y me explique por qué soy una sospechosa. ¿O eso debería ir primero, oficial? — se dirigió al hombre menor, ignorando deliberadamente a Suárez. — Me confundí. — expresó con un mohín.

Suárez apretó los labios y podía ver que estaba a punto de perder los estribos, aunque aún guardaba un mínimo de control.




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