Unas voces en la planta baja llamaron su atención. Se levantó con cuidado, tratando de no alertar a nadie y se encaminó a la salida de la habitación. Se apoyó en la barandilla, desde donde podía ver perfectamente a dos hombres hablando en el salón. Reconoció a Martín de inmediato, pero no pudo dilucidar quién era el segundo hasta que este habló.
—¿Está seguro que no había visto nada más? —Se acercó aún más al describir que se trataba de Suárez y por un momento se dejó llevar por el temor de que Martín podría delatarla.
—Completamente. —Aseguró el joven Sotomayor—. La conocí en el bar y conversamos un rato. Eso fue todo. —Su voz permaneció tranquila, firme. No podía ver la expresión del policía, pero tenía la sensación de que no estaba muy feliz con sus respuestas.
—¿Por qué Usted se fue con otra mujer? —Pescó—. ¿Por eso dejó a la víctima sola en el bar? —Explicó ante la mirada interrogante de Martin. Milena maldijo por lo bajo, sin entender cómo lo sabía.
—No veo que tiene que ver eso. —Martin se encogió de hombros, desinteresado.
—Solo estoy tratando de confirmar la sucesión de los hechos, señor Sotomayor. —La irritación se vislumbró en su voz, pero Martín no pareció inmutarse—. ¿Quién fue la mujer con la que se fue? —Una sonrisa se abrió paso en los labios de Martin, para sorpresa de Milena.
—Fue oscuro, detective. Y no estaba muy interesando en su nombre, o en su cara. —Se recostó sobre el sillón, aún con esa sonrisa estúpida en el rostro—. Si me entiende. —Añadió, burlón.
Milena sonrió a su vez, satisfecha con sus palabras. Darse cuenta finalmente de que no iba a delatarla hizo que se tranquilizara por completo.
—Me cuesta creerlo. —Rebatió el policía, frustrado—. ¿Está ocultando algo, señor Sotomayor?
—Claro que no. —Martin se alzó, perdiendo su temple—. Hasta aquí llegó esta conversación, detective. —Le señaló la puerta en una señal nada disimulada—. Sí tiene más preguntas sobre el asesinato, estaré encantado de responderlas en la presencia de un abogado. —Espetó—. En cuanto a mi vida privada, no estoy dispuesto a airarla.
El otro hombre también se levantó y Milena se apresuró a volver a la habitación para que no la vieran. Se quedó parada al lado de la ventana, oculta tras la cortina pesada. Observó a Suárez mientras se iba; dio dos pasos en dirección a su coche, para luego girar hacia la casa con una mirada escrutadora.
Escuchó los pasos de Martin minutos después de que el hombre finalmente se fuera, lo esperó cruzada de brazos aún con la mirada fija en la carretera por donde desapareció.
—Hay una grabación del bar. —Le dijo desde la puerta, apoyándose en el umbral—. Saben que la vi ese día.
—Fue oscuro. —Repitió sus palabras, aún sin voltear hacia él—. Solo te vieron ahí y aprovecharon la oportunidad para molestarte. —Dedujo.
—No te mencionó a ti. —Le aclaró. Milena sabía que no, siempre era cuidadosa con las cámaras en los lugares donde entraba, la única persona que podía testificar su presencia en ese lugar era Martín y ya sabía que él no iba a decírselo a nadie.
—No importa. —Se encogió de hombros. Sintió sus pasos acercándose a ella, se giró solo un poco para verlo. Sonrió con pereza—. No tengo nada que ocultar. Solo, me gustaría no darles el placer de tenerme en una sala de interrogatorios.
—Eso no va a pasar. —La convicción de Martin era ingenua, pero ella lo aceptó—. No tienen nada sobre ti.
Se apoyó sobre su pecho, recibiendo gustosa ese pequeño acto de intimidad.
—Tengo que volver a casa. —Se lamentó.
—¿Vas a estar bien? —Al principio no entendió a qué se refería Martín, pero luego pensó que podía estar refiriéndose a Novak. Asintió sin prestarle mucha atención.
—Tranquilo. —Murmuró, acariciando su brazo por encima de su camisa—. Todo va a estar bien.
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Se sintió vagamente decepcionada al regresar a casa y ver que Novak aún no había llegado. Cada vez estaba menos pendiente de sus negocios y de su hermano, sobre todo desde que supo del embarazo de Irina. No le molestaba que estuviera con la otra mujer, pero temía que se estaban arriesgando demasiado. Jugar con Enzo de esa manera no podía salir bien, no quería ni imaginarse que pasaría cuando el hombre se enterara de todo eso.
A paso lento se acercó a la puerta y sonrió al ver a Dmitri acercándose rápidamente a ella.
—¿Todo bien, señora? —El hombre comenzó a caminar a su lado, abriéndole la puerta y siguiéndola al interior de la casa.
—Todo bien. —Aseguró, dejando su abrigo en el perchero y fue a buscar algo para tomar en la licorera—. Muy bien trabajo ahí. —Le sirvió una copa a él también, Dmitri la tomó a regañadientes, pero no hizo ademán de beber—. Necesito que me encuentres a alguien en la morgue quien está dispuesto a dar una declaración. —pidió.
—¿Qué cosa? —Se interesó el guardaespaldas.
—No mencionaron nada sobre el parecido con el asesinato de Sofía. Necesitamos ponerlo en la primera plana, porque de lo contrario no nos sirve de nada. Ramiro lo sepultará pronto.
—Claro. —Asintió—. Voy a tenerlo listo para mañana.