A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

24

—¿Por qué no fue con su esposo? —Había esperado la pregunta de Dmitri desde que habían salido de la casa, pero este la hizo a mitad del camino, seguramente buscando el momento adecuado.

Milena lo observó por encima del asiento, estiró la mano hasta su bolso y le tiró un sobre amarillo. Dmitri lo miró de reojo y aparcó en una salida del camino para abrirlo.

—¿Qué es esto? —La mujer no respondió, esperó a que él lo abriera antes de comentar nada—. ¿Qué es esto? —repitió con más fuerza a medida que leía el contenido de los documentos

—Con el caos que reina aquí, es el momento perfecto. —explicó, encogiéndose de hombros, quitándole la importancia que sabía que tenía para el hombre.

—¿Por qué está haciendo esto? —Dmitri giró sobre el asiento y la escrutó con la mirada, buscando las intenciones ocultas. Ella le aguantó la mirada sin parpadear, sin dejar entrever nada.

—Ya te lo dije. Es el momento perfecto. —insistió, sin ofrecer más explicaciones. El guardaespaldas no cedió, siguió taladrándola con la mirada y lo seguiría haciendo hasta que le contara la verdad. Suspiró—. Me eres leal, Dmitri. Aunque no te lo parezca, en ese momento fue necesario hacerlo. Hice lo mejor para todos. Ahora, es hora de arreglar las cosas. —aceptó, quitándole importancia con un ademán.

El hombre dejó caer los papeles sobre el asiento del copiloto y volvió a encender el coche, incorporándose al tráfico sin decir una palabra. El resto del viaje lo pasaron en silencio, y ella no insistió. Era mucho por digerir y esperaba que lo aceptara finalmente, porque se estaba jugando su seguridad con eso.

—Fátima pasó años escondiéndose por ti. —Sus palabras la tomaron por sorpresa; estaban por llegar al campamento cuando decidió cortar el silencio—. ¿Crees que ahora todo se puede arreglar así de fácil? —Era la primera vez que le tuteaba y le hablaba con rencor, ese que Milena sabía que estaba sintiendo había ella.

—Sí. —respondió con simpleza, sin dejarse amedrentar—. Ambos sabemos que fue lo mejor que pudimos hacer dadas las circunstancias. Entiendo que fue difícil para ti, pero tienes que saberlo. —Mantuvo la voz firme, estable.

—La hiciste correr como si fuera una vil criminal. —reprendió. Milena supo que había llegado la hora de la verdad, de hablarse sin medias tintas y que ella también debía dejarse de sutilezas.

—Novak la habría matado. —Dijo con dureza, Dmitri dio un respingo sobre su asiento—. Eso sí tenían suerte de que Novak lo supiera primero, porque Nikita le habría hecho cosas mucho peores antes de matarla. —Se irguió sobre el asiento, sintiendo de nuevo la ira que la había absorbido en esos momentos tan lejanos—. Te guste o no, le salvé la vida.

—Estaba embarazada. —La irá que brillaba en los ojos de Dmitri había remitido, pero su voz seguía dura, implacable.

—Y lo siento. Siento lo que pasó con el bebé.

—¿En serio? —Rio con sequedad—. No lo parece.

—Perdón por no echarme a llorar por los rincones. —Respondió de la misma manera—. Le di una oportunidad de sobrevivir, lo demás estaba fuera de mis manos. No voy a aceptar culpas que no me corresponden.

—Claro que no. —Dmitri bufó.

—¿Y qué hay de tu culpa, Dmitri? —El dolor que cruzó los ojos del guardaespaldas hizo que lamentara por un momento sus palabras, pero no podía echarse para atrás.

—Vivo cada día atormentado por ello. No necesito que me lo recuerdes.

—Al parecer sí. —Retorció el cuchillo un poco más, Dmitri la fulminó con la mirada—. Tómalo o déjalo, es lo único que puedo hacer para ti. —Finalizó, relajándose sobre el asiento, dejando por terminado el tema.

Dmitri tampoco dijo nada más, volvió a concentrarse en el camino y en cuestión de minutos llegaron al campamento. Milena no había ido en los últimos días y en el primer momento se sorprendió al ver que habían avanzado mucho en la reconstrucción. Divisó a Novak y a Viktor ya trabajando, debieron de haber llegado mucho antes de ellos. Con sus paradas se habían atrasado mucho, pero nadie pareció darse cuenta. Ignorando a su marido y a Viktor, caminó directo a donde estaba su hermana, mirando con la boca fruncida a una de las chicas de Derja.

—Señora. —La saludó la joven apenas la divisó acercándose, Alina se giró hacia ella con expresión sorprendida.

—Hola, Ela. —Le sonrió a la chica, ignorando en el primer momento a su hermana. Ela pareció exultante al ser el centro de su atención, pero rápidamente se dio cuenta de la tensión en el ambiente y se apresuró a seguir trabajando unos metros lejos de ellas.

—Curioso encontrarte por aquí. —comentó de pasada, Alina soltó una risa temblorosa.

—¿No puedo interesarme por mi ciudad? —replicó con aspereza, rehuyéndole la mirada.

—Claro que puedes. —Milena sonrió con sorna—. Qué no lo hagas es otra cosa. —gruñó—. Entonces, ¿qué opina Ramiro de mis obras? —Alina se sonrojó, pero podía ver en sus ojos que había dado de lleno.

—Ramiro… —empezó, pero Milena la sorprendió con una risa.

—… no tiene nada que ver con esto. —finalizó la frase por ella—. Ya lo había escuchado antes. —aludió a su último engaño, pero Alina no dio señales de haberlo entendido.

—¿Tienes algún problema con que esté aquí? —preguntó a cambio, sin dejarse llevar por sus provocaciones. Si no estuviera de lado de su enemigo, hasta se habría sentido orgullosa de tenerla como hermana.

—Claro que no. —respondió, mirando en dirección a Viktor, recordando sus palabras de la noche anterior—. Aquí aceptamos a todos que quieren ayudar. —picó, Alina asintió.

—Entonces, déjame trabajar. —pidió, dándole la espalda, alejándose de ella.

Milena la observó por unos minutos: ella realmente estaba trabajando, aunque no estaba segura de sí aquello era solo porque se sentía observada. Negando con la cabeza se alejó y fue en busca de su familia.

—¿Cómo va? —se apoyó en la barandilla de la cabaña que estaban reconstruyendo. Viktor alzó la cabeza para mirarla, mientras que Novak seguía martilleando como si la vida le dependiera de eso.




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