A. Alexa. Milena (#1 Cuentas pendientes)

26

El dolor de cabeza era demasiado intenso esa mañana. Se removió sobre la cama, buscando su celular para ver qué hora era. Le parecía que no había dormido ni cinco minutos, aunque, si lo pensaba bien, no recordaba cuando se había acostado.

Sus recuerdos eran cubiertos por una niebla y luchó para ubicarse en el tiempo y en el espacio. Lo último que recordaba, después de su encuentro con Ramiro era llegar hasta la puerta de Logan y el vaso de vodka que le ofreció. A partir de entonces, todo era un borrón de imágenes que no se sentía preparada para analizar. Un gruñido a su lado logró despertarla por completo y finalmente abrió los ojos, levantándose con brusquedad.

No reconocía la habitación en la que estaba, definitivamente no era la suya o alguna otra donde durmió con anterioridad. Con lentitud giró la cabeza hacia la izquierda, de donde provenía el gruñido anterior, y una maldición escapó de sus labios.

—Pienso lo mismo. —murmurró el hombre, acostándose de espaldas y poniendo un brazo sobre sus ojos. Seguramente a él también le molestaba la luz.

Milena apretó la sábana contra sus pechos desnudos, en un intento vano de borrar la evidencia de lo ocurrido la noche anterior, aunque presentía que nunca podría hacerlo.

—¿Qué tuvo esa condenada botella? —Trataba de buscarle una explicación al hecho de haber terminado en la cama con el mejor amigo de su esposo, pero nada podría aminorar el sentimiento de culpa que sentía.

—No vamos a culpar a la botella. —La voz de Logan era más ronca de lo que recordaba, seguramente afectada por el alcohol que consumieron anoche.

Ella iba a replicar, pero algo muy dentro de ella misma la detuvo. Recordó un momento cuando el deseo por Logan había sido tan intenso que la llevó a rehuirle por días, tratando de ignorarlo. Así que la noche anterior pudo ser resultado de vodka, dolor, pero también hubo un deseo largamente reprimido. Se escabulló de la cama, sin molestarse en mantener la sábana cubriéndola. No era tan hipócrita cómo para ocultarse ahora, después de haber pecado. Buscó su ropa desperdigada por la habitación, sintiendo la mirada de Logan quemándole la espalda. Se vistió sin girarse y después lo encaró.

—Sobra decir… —empezó, pero Logan negó con la cabeza, interrumpiendo su discurso.

—…esto nunca ocurrió. —finalizó, Milena asintió en acuerdo.

—Tengo que irme. —Aclaró, él no hizo ademán de levantarse siquiera. Sin esperar respuesta, salió casi corriendo de la habitación, sacando su celular en el proceso para revisar sus mensajes.

No le sorprendió encontrarse con varios mensajes y llamadas de Martín, seguramente tendría miles de preguntas después de su irrupción la noche anterior, pero no se sentía con fuerzas de explicarle nada aún. Además, debía encontrar una explicación para su furia, no podía decirle la verdad. Eso conllevaría a que se descubriera lo de Sofía.

Dmitri estaba en el coche, la observó de pies a cabeza, pero no le dijo nada. Se subió a la parte trasera, se recostó sobre el asiento. El dolor de cabeza volvió con más fuerza, lo había olvidado momentáneamente ante la sorpresa de encontrarse al lado de Logan.

—¿A casa? —Dmitri la miraba por el retrovisor, ella asintió con lentitud.

Se dejó llevar por el vaivén del coche, permitiéndose olvidar los sucesos de los últimos días. Se desorientó cuando Dmitri frenó en seco, se irguió para verte que pasaba. Varios coches los rodeaban, reconoció a algunos de los hombres que se aproximaban al suyo. Sin esperar que Dmitri reaccione, se apeó inmediatamente y caminó directo al coche de Nikita. Su guardaespaldas personal le abrió la puerta, dejándola al interior.

—Podríamos hablar en casa, como gente normal. —espetó. El aspecto de Nikita le hizo quedarse en silencio por un segundo, casi no lo reconocía. El dolor estaba demasiado visible en sus ojos, en sus facciones crispadas.

—Tú lo sabías. —Su voz era ausente, como si estuviera a kilómetros de ahí, pero de alguna manera tenía una fuerza inusitada.

—Me pareció… —buscó la palabra adecuada para no herirlo demasiado, no quería que desatara su furia—, me pareció que descartarlo tan rápido no era buena idea. —Nikita la miró por un breve segundo, pero de inmediato la volvió a su regazo.

—¿Estaba viva cuando llegaste? —Asintió despacio, sin estar segura cómo reaccionaría ante ese hecho. Asombrada observó como una lágrima se deslizaba por la mejilla del hombre, giró la cabeza hacia el otro lado para darle un mínimo de intimidad—. ¿Dijo algo? —Volteó para mirarlo de nuevo, debatiéndose en silencio si decirle la verdad o no.

—No tuvo tiempo. —pronunció, convenciéndose de que esa mentira no tendría ninguna víctima. La traidora estaba muerta, en su libro eso significaba que estaban en paz—. Él… Enzo, apareció de inmediato. No tuve tiempo de reaccionar siquiera.

—¿Por qué estaba esperando ahí? —Le pareció que la pregunta no iba dirigida a ella, pero respondió de todos modos:

—Quería tener a un testigo. —La realidad de lo ocurrido la golpeó con fuerza en ese momento. Enzo había querido a alguien ahí, a cualquier persona y una parte de ella no pudo evitar preguntarse si otra persona habría podido hacer algo diferente. Dejó de lado ese pensamiento doloroso, no necesitaba esa culpa en su consciencia—. No quiere esconderse, quiere que todos sepamos que fue él quien lo hizo.




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