A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XI

Era una cobarde. Una cobarde que tenía un trabajo y una responsabilidad, así que se obligó a salir de su habitación y enfrentarse al mundo.

Cuando despertó, realmente esperaba que el mundo se hubiese puesto de cabeza. Porque ella se sentía así. Lo que sintió cuando Alejandro le besó no se comparaba a nada que sintió en sus veinticinco años de vida. Por la intensidad de esos sentimientos no se le ocurrió nada mejor que hacer que huir. Huir de él y de todo lo que conllevaba.

Cuando puso el pie fuera de la seguridad de su refugio y chocó con un cuerpo duro, cuando levantó la mirada y lo vio parado frente a ella, se dio cuenta de que había algo que no cambió en su mundo. Su suerte apestaba.

Él la empujo suavemente de regreso a la habitación y cerró la puerta tras de sí, aún sin pronunciar palabra. Volver a estar a solas con él, en un lugar tan íntimo como lo era su habitación, la llenó de deseos contradictorios.

Quería huir, quería quedarse. Quería alejarse, quería tirarse a sus brazos. Quería poner punto final a lo que sea lo que estuviera pasando entre ellos, quería retomar donde lo dejaron la noche anterior.

- Tenemos que hablar. ­– no podía decir si susurraba para que nadie los oyera, o porque temía romper el aire de intimidad que se formó a su alrededor. Solamente asintió, no encontraba su voz. – Quiero pedirte perdón si te ofendí anoche. No quiero que pienses que tengo segundas intenciones contigo.

Sus palabras fueron como un puñetazo. No quería que se disculpara, quería que tuviera segundas intenciones. ¿Desde cuándo ansiaba intimidad con algún hombre? Temía la respuesta.

- Pero… no te quiero pedir perdón por besarte. Porque es la primera cosa que hago desde hacía un tiempo de la cual no me arrepiento. – Alejandro era sincero con ella desde que la conoció.

Eran demasiadas las personas que le mintieron y la engañaron, así que se prometió a sí mismo que él no sería una de ellas. Por más dolorosa o incómoda que fuera la verdad, era mejor que una mentira.

 - Yo sí. – bueno, en realidad no se arrepentía del beso en particular, pero sí de todo lo que ello conllevaba. – Estás casado. – Dijo, como si esas dos palabras explicaban todo – He hecho cosas en la vida de las que no me siento orgullosa. Pero, en realidad nunca tuve opción. Por primera vez tengo la posibilidad de elegir y elegir sentirme bien con lo que pasó anoche se siente como si estuviera bien con todo lo que pasó antes.

Si él era sincero con ella, lo mínimo que podía hacer era lo mismo.

- Me gustas. Mucho. Desde que te conocí no hubo día que no pensara en ti. Al principio no podía sacar de mi cabeza la manera en la que me trataste cuando nos conocimos. En años nadie fue tan gentil conmigo. Pero después, empecé a sentir cosas que nunca sentí por un hombre.

Se alejó a regañadientes y se sentó en la esquina de la cama. Después cambio de opinión y se movió hasta la silla. Pensó haberlo visto sonreír.

- Pero, tú estás casado y eso supone una barrera para mí. Bueno, tal vez estoy malinterpretando todo esto y lo de anoche fue solo por lástima. Eso sería un poco incómodo, ya que estoy derramando mis tripas aquí. – lo vio negar con la cabeza. No sabía si sentirse aliviada o decepcionada por eso. – Me gusta también este trabajo. Me gusta lo que estoy empezando a construir con Daniela. Por eso necesito saber si esto va a suponer un problema.

Él volvió a negar con la cabeza. Se moría de ganas por saber que estaba pasando por su cabeza. No debería. No quería que respondiera a lo que le dijo. Solo quería que se fuera y que vuelvan a la calma que existía entre ellos antes de anoche.

- Tu trabajo no tiene nada que ver con lo que sentimos. – ignoró la implicación sutil de que sentían lo mismo, era mejor no saberlo. – Siempre y cuando las cosas marchen bien con Daniela, no corre peligro. – hizo un amago de tocarla, pero se refrenó y se giró para marcharse. – Lo siento. – susurró al salir, pero no podía estar seguro si ella lo oyó.

✨✨✨

Para cuando llegó a la habitación de Daniela, la hora de desayuno había pasado. Suspiró aliviada al ver la bandeja vacía en la mesita, sintiéndose un poco menos culpable al ver que la muchacha desayunó. Al acercarse a la mesa con las medicinas, se dio cuenta de que ya las había tomado. ¿Tan tarde era?

Érica estaba ahí y ambas mujeres la miraban con curiosidad. Después de que Alejandro saliera la noche anterior y después de los comentarios agrios de su madre y la de María, Daniela le había explicado un poco de la situación a su prima. Le dijo lo necesario para que entendiera todo el alboroto, pero sin entrar en detalles. No era su historia para contar.

 - Siento lo de anoche. – Daniela también la había visto en la puerta anoche, y si no fuera porque su hermano salió detrás de Isabella, lo hubiera hecho ella misma.

Isabella hizo una mueca, no quería recordar nada de lo que pasó la noche anterior. Ni la mañana siguiente.

- No pasa nada. Estoy acostumbrada. – las otras dos mujeres se miraron con tristeza, no les gustaba que Isa tomara los malos tratos de la gente como algo normal. ­– Solo que ayer, tocó un tema sensible. – se obligó a explicarles, pero rezó para que no le hagan más preguntas. Sintió alivio al ver que aquello no era su intención y rápidamente se vio sumergida en una conversación banal sobre vestidos, fiestas y chicos.




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