A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XIX

Años después

- Y hay un lago hermoso, como el de un cuento de hadas. – siguió explicando Isabella, mientras que las dos niñas la miraban embelesadas.

- ¿Cómo el que tú nos cuentas siempre? – preguntó Cassandra, mientras tomaba de la mano de su hermana y la apretaba fuerte.

- Como el que yo les cuento. Ahora, ¿me vas a dejar terminar de contarte?

- ¡Si, mamá! – respondió Cassandra, mientras Alessandra, la menor, solo asentía en silencio.

Y siguió hablando hasta que las niñas se durmieron. Y siguió hablando después de eso, deleitándose ella misma en los recuerdos de un lugar que antes veía como una prisión, pero después de años de ausencia, empezaba a realizar los pequeños rincones mágicos que había visto, pero que no había disfrutado en su momento.

Cerró la puerta con cuidado y se tropezó con Maximiliano.

- ¿Los terremotos se durmieron? – Isabella miró hacia la habitación con tanto amor que Max se sintió maravillado.

- ¡Sí! Querían que le contara sobre el lugar donde vamos a vivir. Creo que les gustó. – o al menos lo esperaba, porque quería que las niñas fueran felices en su nuevo hogar.

- ¿Cómo lo llevan? – Max se lo preguntaba cada noche, como esperando que por arte de magia todo fuera mejor de un día para el otro. Ella sabía que no era así, le ofrecía relevar algo de su carga, dándole la oportunidad de desahogarse con él.

- Cassandra está cómoda con todo, pero se preocupa por su hermana. – suspiró. – Y Alessandra, ya no salta cada vez que entró en la habitación y hoy dejo que Val le hiciera una trenza y que mamá le ayudara a vestirse. Todavía no habla directamente, pero a veces le dice a Cas lo que quiere y ella me lo dice a mí. – Ahogó un sollozo. – Es tan difícil verla así, Max. Te juro que no me arrepiento por un segundo de mi decisión, pero no puedo evitar pensar que tal vez alguien más pudiera ayudarle mejor que yo.

Max le puso un dedo sobre los labios, callándola.

- Lo que ella necesita más que nada es amor. Y tú tienes de sobra para darle. Necesita sentirse segura a tu alrededor para entregar su confianza, pero parece que está en un muy buen camino. Tú eres lo mejor que les pudo pasar. El destino te puso en su camino esa noche y agradezco que fuera así porque de lo contrario se convertirían solamente en estadísticas.

- ¿Sabes algo de ellos? – Max había estado buscando sus padres desde hacía un año, pero parecía que la tierra los había tragado. Era una de las razones por las que aceptó la propuesta de trabajo y decidió mudarse con las niñas. Si esa gente aparecía de nuevo, quería que fuera la policía la primera en tratar con ellos. No los quería cerca de sus hijas.

Cuando los papeles de adopción estuvieron listos e Isa les explicó a las niñas, Cassandra le preguntó de inmediato si podía decirle mamá. Isa lo deseaba con todo el corazón, pero pensó que para las niñas sería más difícil cruzar ese puente. Pero Cassandra le dijo que su madre nunca les permitió llamarla así, por eso ella no era una mamá y quería que Isa si lo fuera. En pocas ocasiones fue tan feliz. Alessandra solamente asintió con timidez e Isa se preguntaba si ella también la veía como una madre. Pero con Alessandra las cosas siempre fueron más difíciles y era necesaria mucha paciencia. No le importaba. Podía soportar el que no la llame mamá, siempre y cuando la mirada de temor desapareciera de sus ojos.

- Nada. He estado siguiendo algunas pistas, pero no hay mucho que hacer. Solo esperar que aparezcan. Si lo hacen. ­– ella esperaba que no. Era egoísta, pero no le importaba. Si algo tenía el poder de disturbar la paz de sus niñas, no lo quería en su vida. – No olvides que papá quiere hablar con todos mañana temprano.

Isabella asintió. Tenía un ligero presentimiento de lo que su padre quería hablar. Ella estaba lista para enfrentarlo. Estaba lista para volver.

✨✨✨

- ¡Eshe cuento no me gusta! – protestó la niña formando un puchero. Alejandro se preguntó si era consciente que protestaba de la misma manera cada noche, pero que a la siguiente pedía el mismo cuento.

- ¿Por qué no? – le preguntó, mirándola divertido.

- ¡Porque el prinshipe y la prinshesa no quedan juntos!

- Pero quedan felices. Si se hubieran quedado juntos, habrían sido tristes. – Le explicó, ella lo miró con renovado interés – Aunque el cuento no termine como se supone que debería terminar, eso no tiene que ser malo. – hizo una mueca al darse cuenta de que eso tal vez era demasiado para una pequeña para dos años y medio, pero ella asintió y se acomodó para dormir. Al parecer no le exigiría otro cuento.

- Ashí como si un papi no esh un papi, pero te ama como un papi, ¿esh un papi? – murmuró y Alejandro le dio un beso en respuesta. Ella lo dijo de una forma un tanto rebuscada, pero era precisamente así. Ellos dos eran la prueba viviente de ello.

Alejandro cubrió a su hija con las mantas y depositó un beso en su coronilla. Estaba por irse cuando su voz cantarina llamó su atención:




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