A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XXX

Teo estaba de muy mal humor cuando entró en el despacho de su amiga y eso fue un gran contraste con la sonrisa que ella llevaba. Últimamente la felicidad brotaba hasta por los poros de su amiga y por un momento sintió celos.

- He visto a Ana esta mañana. - le dijo ella. - También he contactado el banco, conseguí subirla un poco en la lista. - dijo, la sonrisa todavía en rostro, pero su voz apenada.

- ¿Crees que va a resistir?

- Sé que no me voy a rendir, Teo. El momento en que vea un cambio, voy a presionar. Hasta ahora su estado sigue igual, por eso no puedo hacer más. Pero sé que voy a conseguirle un corazón.

- Gracias. - dijo con sinceridad, porque sabía que otro se habría rendido hacía tiempo. Él también lo habría hecho si estuviera en su situación. - Vine a hablarte de otra cosa.

Isabella presintió lo que se venía. Había hablado con Érica la noche anterior y supo que algo había pasado. Solo quedaba saber el qué.

- Dime.

- Necesito que te encargues del caso Montenegro. - soltó de repente, su voz carente de emociones.

- ¿Por?

- Porque yo no puedo hacerlo. Si quieres tómalo tú o dáselo a alguien más, pero yo no puedo seguir siendo su médico.

- Teo, ¿qué pasó?

- Nada.

- Sé qué pasó algo. Quiero saber el que. No como tu jefa, como tu amiga.

Él suspiró, se recostó en la silla y cerró con fuerza los ojos, buscando las palabras correctas.

- No va a funcionar. A la larga voy a hacer más mal que bien con ella. Y ya tuvo un doctor de... - Isabella abrió los ojos y él se detuvo, casi riendo por su expresión de horror - Como sea. Solo quiero lo mejor para ella, créeme. Y yo no lo soy.

- ¿Como médico?

- Como todo.

- Ella es mi amiga y tú eres mi amigo. Y le garanticé a Alejandro que está en buenas manos. Si no te sientes capaz de hacerlo, está bien. Pero, no me des respuestas ensayadas, sé sincero.

Teo calló por largos minutos, debatiéndose entre salir de ahí sin más o desahogarse con alguien que si podía darle una respuesta.

- La besé. - la expresión de Isa disto mucho de la indignación que él esperaba. - En el sendero. Simplemente se dio. - ella calló, aguardando – Y ella me gusta mucho.

- ¿Quieres dejar su caso porque quieres perseguir algo más? - sabía la respuesta, pero no perdió ocasión de meterle la idea en la cabeza.

- Quiero alejarme por completo. Personal y profesionalmente. Contigo estaría mejor.

- ¿Por qué te niegas la oportunidad de ser feliz? - la pregunta lo sorprendió y la miró con cuchillos en los ojos.

- Ambos sabemos lo que pasa cuando te involucras demasiado. Lo vivimos en carne propia, Isa.

- Es la hermana de mi novio. Yo tampoco estoy muy objetiva que digamos, pero sabes que eso no es el problema. La política de hospital no nos prohíbe tener conexiones personales con los pacientes porque somos nosotros quienes ponemos los límites.

>> Lo que le pasó a tu hermana no es lo mismo. Ella tuvo a un doctor que se puso a sí mismo por encima de su salud. Era un desgraciado que no merecía llamarse médico y ahora está pagando por sus acciones. Pero tú no eres igual. Que estés aquí, renunciando, es una muestra clara de ello.

- No puedo convertirme en lo que más odio.

- Gabriela se casó con su paciente a dos meses de conocerle. - dijo refiriéndose a una colega de la capital. El amor de esos dos se convirtió en una leyenda en los pasillos del hospital. - Fue una profesional en todo momento, pero también supo manejarlo en el plano personal. ¿Me vas a decir que ella es igual a Tomás?

Teo negó, su argumento demasiado difícil de rebatir. No se atrevía decir nada malo de Gabriela, la mujer era una doctora increíble u actualmente una esposa feliz y madre orgullosa de una niña de seis meses.

- Voy a tomar el caso. - dijo finalmente, pero no estaba dispuesta a rendirse con otra cosa. - Pero, prométeme que vas a pensar sobre lo otro. Daniela te puede parecer frágil, pero no lo es. Puede aguantar mucho. No te refrenes por el pasado, no ensucies la memoria de Ana usándola como excusa para no enfrentar tus miedos.

Sus palabras eran ciertas, más de lo que le gustaba. Y lo peor era que la esperanza estaba luchando para abrirse paso en su corazón.

- A veces te odio, Isa. - dijo saliendo de la oficina, cruzándose al que reconoció como Alejandro en la salida.

- Yo también te amo. - gritó ella desde adentro y él soltó una pequeña carcajada.

- ¿Debo preocuparme por algo? - le preguntó Ale al entrar al despacho y ella saltó de la silla para abrazarlo.

- Es un idiota. Lo amo, pero es un idiota. - dijo refiriéndose a Teo y él la miró extrañado por su declaración.




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