A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XXXII

Teo paseó la mirada por la gente ingresada, todos con lesiones menores (a las cuales el equipo de guardia podía atender perfectamente) y se preguntó el porqué de la alerta roja que habían declarado los paramédicos. Pensó que lo hacían cada vez que había un accidente mayor, o tal vez simplemente entraron en pánico al llegar a la escena e hicieron lo primero que se les ocurrió.

Se movió a un lado cuando uno de los médicos de las emergencias pasó corriendo hacia un paciente y se juntó con sus colegas que permanecían en una esquina.

La alerta roja, de por sí, significaba que se requería la presencia de todo el personal médico, desde los técnicos hasta el director del hospital. Por eso sus colegas, los que dejaron sus puestos en la capital para ayudar a salvar un hospital de pueblo, estaban ahí a su lado, aunque la que brillaba por su ausencia era justamente la persona que tenía que mantener el orden y averiguar que pasó.

Isabella no estaba y Teo se resignó a asumir la responsabilidad. Divisó a un oficial de policía que merodeaba por ahí y se acercó a preguntarle qué había pasado. En la capital lo hubieran sabido por los medios de comunicación que, curiosamente, arribaban siempre antes de los mismísimos paramédicos y policías.

- Un accidente. Cuatro vehículos involucrados. – empezó a recitar el hombre, como si estuviera leyendo un reporte. – Cuatro heridos ya atendidos. Uno sigue atrapado en el auto. – su semblante se suavizó un poco y Teo pensó que al final no era una máquina sin sentimientos. – Ni siquiera saben si está viva ahí adentro. Pero si llega hasta aquí… - se detuvo para mirar al personal que pululaba alrededor y luego fijo la mirada en el doctor – Les toca obrar un milagro.

Se fue sin decir nada más.

- ¿Acaso aquí todos están locos? – masculló Tania, la jefa de pediatría, mientras todos los demás se dispersaron a su alrededor. – No entiendo como la gente aquí sigue viva con estos ineptos.

Teo asintió con la cabeza, totalmente de acuerdo. Había tenido que ir a buscar información por sí mismo, cuando eran ellos los que deberían haber advertido al hospital de una herida grave. Si trajeran a la persona que estaba atrapada en ese mismo instante, se moriría delante de sus narices, porque no habían preparado la sala operatoria en anticipación.

El aullido de la sirena los sacó de sus pensamientos y Teo echó un vistazo a la pantalla para ver si la cirugía estaba preparada. Agradeció que sus colegas fueran tan rápidos, porque Isabella no les toleraría un error así.

Las puertas de la emergencia se abrieron bruscamente y se dirigió a uno de los paramédicos, buscando el reporte de la situación.

- Traumatismo craneal. – empezó este, enlistando la lista de lesiones. No era el protocolo, pero todos podían ver que era una mujer joven y que estaba al borde de la muerte. Pensó que era mejor que supieran con qué tratarían. – Fractura costal. Fractura de tibia. Fractura de radio. Hemorragia interna…

- Oh, ¡mi Dios! ¡Teo! – el grito de Tania interrumpió al paramédico y Teo volteó a ver a su amiga. Tania no era de las personas que se rompían delante de un herido. La mirada de su amiga estaba prendada con la persona que estaba en la camilla, mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

Por primera vez desde que ingresaron y llevaban la camilla hacia las salas operatorias, mientras él y Tania corrían con ellos para recibir el informe más completo posible, miró hacia el cuerpo inerte de la mujer.

Su cara estaba cubierta de sangre que manaba de una herida en su cabeza, ensuciando también su cabello rubio. La herida en su pierna estaba a plena vista, el vestido no la cubría. El blanco impoluto de la prenda estaba totalmente manchado de rojo, sobre todo en el área del abdomen, donde la mancha se hacía cada vez más grande y más intensa. Estaba sangrando por todas partes y entendió por qué el policía le dijo que salvarla sería un milagro. Un destello de oro hizo que subiera su mirada y un colgante en forma de ángel llamó su atención, demasiado familiar para su gusto. Le miró la cara una vez más, esta vez permitiéndose ver más allá de la sangre y de las magulladuras.

- ¡Mierda! – soltó, sobresaltando a los hombres que seguían empujando la camilla, mientras Tania soltaba un sollozo. – Avísale a Fran. – le dijo a su amiga, prefiriendo que fuera uno de ellos en avisarle. A Tania no la necesitaba en la cirugía, pero sabía que haría lo que fuera para sentirse útil.

En la entrada de la cirugía los paramédicos entregaron la camilla a los otros doctores que los esperaban ahí. El entendimiento en sus ojos llegó más rápido que en los de Teo, pero este negó con la cabeza.

- No hay tiempo. – susurró, decidiendo que si quería salvar la vida de su amiga debía dejar de mirarla como tal y verla como una paciente cualquiera.

✨✨✨

Francisco miró disimuladamente el reloj que colgaba por encima de la cabeza de uno de los hombres que estaba sentando en la sala de reuniones. Lo que pensó sería un encuentro de rutina se convirtió en una tortura de tres horas.

Lo único entretenido entre tanta charla empresarial era el gesto cada vez más impaciente de Alejandro. Había hablado todo el día sobre su encuentro con Isabella y aunque todavía no estaba bien con su hermana teniendo a alguien con quien pasaba más tiempo que con él, le gustaba que Alejandro profesara su amor a quienquiera que lo escuche. Ahora estaba desesperándose, porque según lo que le había dicho, Isa debería estar en el restaurante en ese preciso momento, esperándolo. Ahogó una risa, pensando que sería maleducado reír, mientras se trataban temas importantes y demasiado aburridos.




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